15.1.20

El Neoliberalismo, en definitiva, es un proyecto que beneficia a unos pocos a expensas de la mayoría. Han hecho falta 40 años para que los verdaderos efectos del neoliberalismo sean claros. Pero ahora que están claros, son dramáticos. La mayoría de las economías desarrolladas se han vaciado, mantienen enormes déficits comerciales, y todo lo que producen son trabajadores desempleados y ciudadanos insatisfechos...

"(...) ¿Qué contenido designa el concepto de totalitarismo invertido? ¿Qué lo diferencia de otros tipos de totalitarismos? ¿De qué forma abonan el terreno hacia una salida antidemocrática? 


Anteriormente hemos definido, siguiendo a Sheldon Wolin, que el totalitarismo invertido es el momento político en el que el poder corporativo se despoja finalmente de su identificación como fenómeno puramente económico y se transforma en una coparticipación globalizadora con el Estado. Mientras que las corporaciones se vuelven más políticas, el Estado se orienta cada vez más hacia el mercado. España, en su actual deriva, es un excelente ejemplo de ello. La antidemocracia, y el dominio de la élite son elementos básicos del totalitarismo invertido. 


La antidemocracia no adopta la forma de ataques explícitos a la idea del gobierno por el pueblo. Políticamente, significa alentar la “desmovilización cívica”, condicionando al electorado a entusiasmarse por períodos breves, controlando su lapso de atención y promoviendo luego la distracción o la apatía. El ritmo intenso de trabajo y los horarios de trabajo prolongados combinados con la inseguridad laboral son la fórmula para la desmovilización política, para privatizar la ciudadanía. 


Según Wolin en el totalitarismo invertido, “los elementos clave son un cuerpo legislativo débil, un sistema legal que sea obediente y represivo, un sistema de partidos en el que un partido, esté en el gobierno o en la oposición, se empeña en reconstituir el sistema existente con el objetivo de favorecer de manera permanente a la clase dominante, los más ricos, los intereses corporativos, mientras que dejan a los ciudadanos más pobres con una sensación de impotencia y desesperación política y, al mismo tiempo, mantienen a las clases medias colgando entre el temor al desempleo y las expectativas de una fantástica recompensa una vez que la nueva economía se recupere”.


Pero ahí no para todo, hay mucho más, “ese esquema es fomentado por unos medios de comunicación cada vez más concentrados y aduladores, por la integración de las universidades con sus benefactores corporativos; por una máquina de propaganda institucionalizada a través de grupos de reflexión y fundaciones conservadoras generosamente financiadas, por la cooperación cada vez más estrecha entre la policía y los organismos nacionales encargados de hacer cumplir la ley, dirigido a la identificación disidentes internos, extranjeros sospechosos…”


La antidemocracia, en definitiva, es una fórmula que funciona de manera indirecta. Se alienta a los ciudadanos a desconfiar de su gobierno y de los políticos; a concentrarse en sus propios intereses; a quejarse de los impuestos; a cambiar el compromiso activo por gratificaciones simbólicas de patriotismo. Sobre todo, se promueve la despolitización envolviendo a la sociedad en una atmósfera de temor colectivo y de impotencia individual: miedo a la pérdida de puestos de trabajo, incertidumbre de los planes de jubilación, gastos en educación y sanidad en ascenso. 


El totalitarismo invertido explota a los pobres, reduciendo o debilitando los programas de salud y los servicios sociales, reglamentando la educación masiva para una fuerza de trabajo insegura, amenazada por la importación de trabajadores de bajos salarios. El resultado es que la ciudadanía, o lo que queda de ella, se sumerge en medio de un perpetuo estado de preocupación. Entonces, tristemente, Hobbes vence a Rousseau: cuando los ciudadanos se sienten inseguros y al mismo tiempo impulsados por aspiraciones competitivas, anhelan estabilidad política más que compromiso cívico; protección más que participación política. Ese es el caldo del neo-fascismo. Lo hemos visto en España.


Desde un punto de vista político, como apuntas en la pregunta, el Neoliberalismo está evolucionado desde una visión cínica de la democracia, el Totalitarismo Invertido, hacia una deriva autoritaria, un nuevo fascismo. Es la reacción de las élites ante lo que ellos consideran desorden e inestabilidad social, y que sólo consiste en el mantenimiento de su statu-quo. Creen que desde un sistema represivo autoritario mantendrán intacto sus riquezas y de paso competirán con China. Esperemos que sea exactamente lo contrario, su desaparición definitiva y la vuelta a un sistema económico y político inclusivo, auténticamente democrático.

Has expuesto al neoliberalismo como un sinónimo de neofeudalismo o como un proceso de feudalización del capitalismo que genera un nuevo sistema de servidumbre. En Neoliberalismo, pobreza y desigualdad expones que la reducción de la pobreza a nivel global ha distinguido dos etapas principales: 
1) la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial, caracterizada por un consenso keynesiano (economía mixta, estado del bienestar) en las potencias occidentales; y 2) la etapa desencadenada desde la década de los ochenta, caracterizada por el viraje neoliberal de Occidente y que tuvo en China como principal actor en la reducción global de la pobreza, la cual no siguió el paradigma económico dominante e instauró una economía de mercado planificada. 
Aquí mencionas un informe de la OCDE (“A Broken Social Elevator? How to Promote Social Mobility”) en el que aparecen de forma muy clara el estancamiento de las expectativas de estabilidad de los sectores sociales más empobrecidos en una muestra de 24 países. 

En tus consideraciones has tildado al neoliberalismo como un “sistema de gobernanza fallido” que en los países más ricos donde se ha implementado manifiesta dos tendencias claras: aumento de la pobreza y de la desigualdad. También has comentado que los miembros de los principales organismos multilaterales encargados del disciplinamiento (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Comisión Europea) podrían rivalizar con Torrente. ¿Es tal la decadencia del proyecto neoliberal? ¿Sigue en crisis, o por el contrario, ha recompuesto su viabilidad?


El proyecto neoliberal está completamente agotado. Y esto lo empiezan a entender ciertos actores principales, como por ejemplo Mario Draghi, o anteriormente Ben Bernanke. Ambos se han dado cuenta cuenta que la ortodoxia ya no da más de sí. Ni hay un dominio de la oferta en la economía, ni la inflación es un peligro real e inminente. 

Es necesario el uso de la política fiscal. ¿Cuáles han sido los “éxitos” del Neoliberalismo? Ha dado lugar a una inflación solo ligeramente más baja, pero con menores tasas de crecimiento económico, caídas de las tasas de expansión de la inversión, menor crecimiento de la productividad, aumento de la desigualdad de ingresos y riqueza, disminución de la seguridad laboral, y una seria deflación.

 Además, la economía mundial se ve temporalmente “obstruida” por los altos niveles de deuda, cuando los precios del colateral que la alimentan se hunden. Estas son tendencias de largo plazo que han sido visibles durante décadas, pero que se vieron gravemente exacerbadas por el colapso de la burbuja de la deuda mundial en 2008-2009.


El Neoliberalismo, en definitiva, es un proyecto que beneficia a unos pocos a expensas de la mayoría. Esto se refleja en una clase mimada de individuos de altos ingresos, con la inestimable ayuda de ciertos tecnócratas que dan soporte mediante teorías económicas a esas políticas que llevan a la economía al caos. Dichas teorías simplemente no se ven corroboradas por la realidad. 

Han hecho falta 40 años para que los verdaderos efectos del neoliberalismo sean claros. Pero ahora que están claros, son dramáticos. La mayoría de las economías desarrolladas se han vaciado, mantienen enormes déficits comerciales, y todo lo que producen son trabajadores desempleados y ciudadanos insatisfechos.(...)"                     (Entrevista a Juan Laborda, Nicolás Filgueiras González.  A Xanela, 29/11/19)

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