"(...) ¿Qué
contenido designa el concepto de totalitarismo invertido? ¿Qué lo
diferencia de otros tipos de totalitarismos? ¿De qué forma abonan el
terreno hacia una salida antidemocrática?
Anteriormente
hemos definido, siguiendo a Sheldon Wolin, que el totalitarismo
invertido es el momento político en el que el poder corporativo se
despoja finalmente de su identificación como fenómeno puramente
económico y se transforma en una coparticipación globalizadora con el
Estado. Mientras que las corporaciones se vuelven más políticas, el
Estado se orienta cada vez más hacia el mercado. España, en su actual
deriva, es un excelente ejemplo de ello. La antidemocracia, y el dominio
de la élite son elementos básicos del totalitarismo invertido.
La
antidemocracia no adopta la forma de ataques explícitos a la idea del
gobierno por el pueblo. Políticamente, significa alentar la
“desmovilización cívica”, condicionando al electorado a entusiasmarse
por períodos breves, controlando su lapso de atención y promoviendo
luego la distracción o la apatía. El ritmo intenso de trabajo y los
horarios de trabajo prolongados combinados con la inseguridad laboral
son la fórmula para la desmovilización política, para privatizar la
ciudadanía.
Según
Wolin en el totalitarismo invertido, “los elementos clave son un cuerpo
legislativo débil, un sistema legal que sea obediente y represivo, un
sistema de partidos en el que un partido, esté en el gobierno o en la
oposición, se empeña en reconstituir el sistema existente con el
objetivo de favorecer de manera permanente a la clase dominante, los más
ricos, los intereses corporativos, mientras que dejan a los ciudadanos
más pobres con una sensación de impotencia y desesperación política y,
al mismo tiempo, mantienen a las clases medias colgando entre el temor
al desempleo y las expectativas de una fantástica recompensa una vez que
la nueva economía se recupere”.
Pero
ahí no para todo, hay mucho más, “ese esquema es fomentado por unos
medios de comunicación cada vez más concentrados y aduladores, por la
integración de las universidades con sus benefactores corporativos; por
una máquina de propaganda institucionalizada a través de grupos de
reflexión y fundaciones conservadoras generosamente financiadas, por la
cooperación cada vez más estrecha entre la policía y los organismos
nacionales encargados de hacer cumplir la ley, dirigido a la
identificación disidentes internos, extranjeros sospechosos…”
La
antidemocracia, en definitiva, es una fórmula que funciona de manera
indirecta. Se alienta a los ciudadanos a desconfiar de su gobierno y de
los políticos; a concentrarse en sus propios intereses; a quejarse de
los impuestos; a cambiar el compromiso activo por gratificaciones
simbólicas de patriotismo. Sobre todo, se promueve la despolitización
envolviendo a la sociedad en una atmósfera de temor colectivo y de
impotencia individual: miedo a la pérdida de puestos de trabajo,
incertidumbre de los planes de jubilación, gastos en educación y sanidad
en ascenso.
El
totalitarismo invertido explota a los pobres, reduciendo o debilitando
los programas de salud y los servicios sociales, reglamentando la
educación masiva para una fuerza de trabajo insegura, amenazada por la
importación de trabajadores de bajos salarios. El resultado es que la
ciudadanía, o lo que queda de ella, se sumerge en medio de un perpetuo
estado de preocupación. Entonces, tristemente, Hobbes vence a Rousseau:
cuando los ciudadanos se sienten inseguros y al mismo tiempo impulsados
por aspiraciones competitivas, anhelan estabilidad política más que
compromiso cívico; protección más que participación política. Ese es el
caldo del neo-fascismo. Lo hemos visto en España.
Desde
un punto de vista político, como apuntas en la pregunta, el
Neoliberalismo está evolucionado desde una visión cínica de la
democracia, el Totalitarismo Invertido, hacia una deriva autoritaria, un
nuevo fascismo. Es la reacción de las élites ante lo que ellos
consideran desorden e inestabilidad social, y que sólo consiste en el
mantenimiento de su statu-quo. Creen que desde un sistema represivo
autoritario mantendrán intacto sus riquezas y de paso competirán con
China. Esperemos que sea exactamente lo contrario, su desaparición
definitiva y la vuelta a un sistema económico y político inclusivo,
auténticamente democrático.
Has expuesto al neoliberalismo como un sinónimo de neofeudalismo o como un proceso de feudalización del capitalismo que genera un nuevo sistema de servidumbre. En Neoliberalismo, pobreza y desigualdad expones
que la reducción de la pobreza a nivel global ha distinguido dos etapas
principales:
1) la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial,
caracterizada por un consenso keynesiano (economía mixta, estado del
bienestar) en las potencias occidentales; y 2) la etapa desencadenada
desde la década de los ochenta, caracterizada por el viraje neoliberal
de Occidente y que tuvo en China como principal actor en la reducción
global de la pobreza, la cual no siguió el paradigma económico dominante
e instauró una economía de mercado planificada.
Aquí mencionas un
informe de la OCDE (“A Broken Social Elevator? How to Promote Social
Mobility”) en el que aparecen de forma muy clara el estancamiento de las
expectativas de estabilidad de los sectores sociales más empobrecidos
en una muestra de 24 países.
En tus consideraciones has tildado al neoliberalismo como un “sistema de gobernanza fallido”
que en los países más ricos donde se ha implementado manifiesta dos
tendencias claras: aumento de la pobreza y de la desigualdad. También
has comentado que los miembros de los principales organismos
multilaterales encargados del disciplinamiento (Fondo Monetario
Internacional, Banco Mundial, Comisión Europea) podrían rivalizar con Torrente. ¿Es tal la decadencia del proyecto neoliberal? ¿Sigue en crisis, o por el contrario, ha recompuesto su viabilidad?
El
proyecto neoliberal está completamente agotado. Y esto lo empiezan a
entender ciertos actores principales, como por ejemplo Mario Draghi, o
anteriormente Ben Bernanke. Ambos se han dado cuenta cuenta que la
ortodoxia ya no da más de sí. Ni hay un dominio de la oferta en la
economía, ni la inflación es un peligro real e inminente.
Es necesario
el uso de la política fiscal. ¿Cuáles han sido los “éxitos” del
Neoliberalismo? Ha dado lugar a una inflación solo ligeramente más baja,
pero con menores tasas de crecimiento económico, caídas de las tasas de
expansión de la inversión, menor crecimiento de la productividad,
aumento de la desigualdad de ingresos y riqueza, disminución de la
seguridad laboral, y una seria deflación.
Además, la economía mundial se
ve temporalmente “obstruida” por los altos niveles de deuda, cuando los
precios del colateral que la alimentan se hunden. Estas son tendencias
de largo plazo que han sido visibles durante décadas, pero que se vieron
gravemente exacerbadas por el colapso de la burbuja de la deuda mundial
en 2008-2009.
El
Neoliberalismo, en definitiva, es un proyecto que beneficia a unos
pocos a expensas de la mayoría. Esto se refleja en una clase mimada de
individuos de altos ingresos, con la inestimable ayuda de ciertos
tecnócratas que dan soporte mediante teorías económicas a esas políticas
que llevan a la economía al caos. Dichas teorías simplemente no se ven
corroboradas por la realidad.
Han hecho falta 40 años para que los
verdaderos efectos del neoliberalismo sean claros. Pero ahora que están
claros, son dramáticos. La mayoría de las economías desarrolladas se han
vaciado, mantienen enormes déficits comerciales, y todo lo que producen
son trabajadores desempleados y ciudadanos insatisfechos.(...)" (Entrevista a Juan Laborda, Nicolás Filgueiras González. A Xanela, 29/11/19)
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