"Los movimientos por la despenalización del trabajo sexual en los
Estados Unidos han cobrado impulso en los últimos años. En Nueva York,
el movimiento Decrim NY a propuesto una ley que despenalizará la
compraventa del sexo.
El debate ha sido intenso. Defensores de la descriminalización, incluyendo trabajadores sexuales y sus aliados, sostienen que las leyes criminales mantienen a los que venden sexo pobres, sin techo y en lucha continua por sobrevivir.
Muchos de los que se oponen a la despenalización argumentan que el
trabajo sexual genera una mercantilización del cuerpo humano y, por
consiguiente, es inmoral. Algunas feministas creen que los hombres que compran sexo deben ser procesados judicialmente por participar en la explotación de mujeres y niñas.
Entre
las diversas perspectivas utilizadas para comprender y argüir a favor o
en contra del trabajo sexual, un enfoque político-económico dirige la
atención a la naturaleza fundamentalmente política y moral de los
mercados. Los mercados no son espacios abstractos para las transacciones
económicas, sino más bien terrenos políticamente disputados de lucha
social donde los actores competidores manejan herramientas legales
técnicas y creencias moralizadas tratando de dar forma a las estructuras
de gobierno social.
Por lo tanto, una economía política del trabajo
sexual podría hacerse preguntas como: ¿cómo se crean las categorías
morales que justifican las regulaciones del mercado, distribuyen los
recursos y gobiernan las poblaciones? ¿Cómo cambian las normas legales
la distribución del poder y el control entre los actores involucrados en
las transacciones del mercado sexual? Y crucialmente, ¿qué actores
sociales ganan y pierden cuando el trabajo sexual es deslegitimado y
criminalizado?
Una declaración moral importante que justifica la
criminalización es que el sexo no debe ser objeto de transacción en el
dominio de los mercados donde se venden bienes y servicios
mercantilizados. Esta clasificación moral refleja la observación clásica
de Emile Durkheim de una distinción entre lo sagrado y lo profano en
las sociedades religiosas.
Esta tensión se ha aplicado a los análisis
sociológicos de los mercados, donde lo que está asociado con la vida
humana se considera sagrado y debe separarse estrictamente del dominio
profano del intercambio de mercado. Los ejemplos incluyen mercados para
humanos, bienes corporales como órganos y sangre o materiales reproductivos como esperma y óvulos, y por supuesto, sexo.
Sin embargo, el trabajo académico, desde Max Weber hasta Viviana Zelizer
y otros, muestra cómo las categorías morales en los mercados no son
naturales, sino históricamente contingentes y culturalmente específicas,
que varían en el tiempo y el espacio como resultado de las luchas
sociales por enmarcar, institucionalizar y, en última instancia, regular
lo que es permisible y lo que está prohibido en el intercambio de
mercado.
Una idea estrechamente relacionada es que el trabajo
sexual es una actividad marginal, ya sea operando en la sombra con otras
actividades ilícitas e ilegales o circunscrita a "distritos de luz
roja" muy delimitados en un puñado de ciudades. Pero los recuentos
empíricos recientes del trabajo sexual en Vietnam e India muestran que,
en muchos contextos, el trabajo sexual no es marginal; en cambio, a
menudo es una parte integral de la economía en general. En su libro, Dealing in Desire: Asian Ascendancy, Western Decline, and the Hidden Currencies of Global Sex work,
Kimberly Hoang muestra cómo los mercados sexuales son vitales para el
rápido crecimiento y transformación de la economía vietnamita.
En la
ciudad de Ho Chi Minh, los bares donde las mujeres entretienen a los
hombres son sitios cruciales del desarrollo económico, desde la
consolidación de las relaciones comerciales que conducen a negocios
inmobiliarios multimillonarios que están remodelando el horizonte urbano
hasta la facilitación de las remesas de los trabajadores migrantes que
apoyan a los niños en edad escolar y a los ancianos en aldeas rurales
vietnamitas. A través de diferentes escalas y dominios espaciales, el
trabajo sexual se muestra central y no marginal para el funcionamiento
más amplio de la floreciente economía vietnamita.
Del mismo modo, el libro de Svati Shah Street Corner Secrets: Sex, Work, and Migration in the City of Mumbai
es una descripción conmovedora de cómo las transacciones sexuales no se
limitan a espacios marginales en una metrópolis que busca ocupar su
lugar entre otras "ciudades de clase mundial” del Sur global. El trabajo
sexual y el trabajo asalariado no son categorías distintas, sino que
operan a lo largo de un espectro de prácticas e instituciones del
mercado laboral. Por ejemplo, las jornaleras constituyen un segmento
importante de la industria de la construcción que literalmente está
construyendo Mumbai, y a menudo deben intercambiar sexo para acceder a
estos trabajos codiciados.
Estos datos empíricos desafían nuestra
comprensión conceptual de la posición que ocupan los mercados sexuales
en la economía en general, moviéndolos de la periferia al núcleo.
Replantear el trabajo sexual como una forma legítima de trabajo que es
fundamental para el sustento de individuos, familias y comunidades
particulares, así como para el funcionamiento de economías urbanas y
nacionales más amplias, proporciona un poderoso conjunto de
justificaciones normativas y positivas para despenalizar el trabajo
sexual y regularlo como trabajo. Dichas regulaciones podrían proteger y
sostener los derechos de las trabajadoras sexuales como miembros
legítimos de la fuerza laboral en lugar de como víctimas, o peor, como
villanos.
Estas perspectivas alternativas ofrecen un conjunto
competitivo de reclamos morales contra las ansiedades sociales sobre la
venta del sexo como mercantilización y explotación, lo que a su vez
justifica el uso del derecho penal para regular los mercados sexuales.
El uso del derecho penal para gobernar los mercados sexuales tiene
efectos devastadores en la vida de las trabajadoras sexuales, sobre todo
al someterlas a todo el sistema de prejuicios arraigados en el sistema
legal penal.
Para las trabajadoras sexuales, esto significa perfiles de raza, clase y género
por parte de la policía. Los daños no terminan ahí: las trabajadoras
sexuales pueden perder la custodia de sus hijos; enfrentar consecuencias
de inmigración; acumular antecedentes penales y los impedimentos que
los acompañan en el trabajo, los servicios públicos, la vivienda, etc.
Finalmente,
una de las realidades más preocupantes es que la criminalización no
funciona.
La criminalización ha fallado una y otra vez para mejorar las
vidas y las condiciones laborales de las trabajadoras sexuales, y
tampoco ha brindado opciones de salida para aquellas que ya no quieren
ser parte de la industria. En cambio, ha resultado en la demonización y
arresto de personas involucradas en sexo comercial consensuado.
El
trabajo sexual es un tema muy cargado que ha generado un debate legal
vigoroso. Sirve como un excelente ejemplo de las verdaderas
consecuencias materiales y distributivas de las concepciones moralizadas
de los mercados en la sociedad. Avanzar hacia la despenalización total
del trabajo sexual, incluida la venta y compra de sexo, es el primer
paso hacia un régimen de mercado que reconozca la dignidad y la
humanidad de las personas que realizan transacciones sexuales."
(Aziza Ahmed es profesora en la Facultad de derecho de la Northeastern University,
Jason Jackson es profesor asistente en el Departamento de Estudios y Planificación Urbana del MIT.
Sin Permiso, 29/09/19 . Esta publicación es parte del simposio de Law and Political Economy Blog sobre economía política del trabajo sexual. Puedes leer el resto del simposio aquí. )
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