"La del coronavirus, como toda crisis, dejará tras de sí secuelas y
también enseñanzas. Pondrá al descubierto facetas de la realidad que
quizás intuíamos, pero que no teníamos valor para confesarnos. Una está
ya emergiendo. El Estado está desnudo. Nos estamos quedando sin Estado,
se nos va de las manos.
En los momentos de crisis es cuando se pone a
prueba el músculo de la sociedad, de esa sociedad organizada
políticamente que es el Estado. Ya en 2008 intuimos que este fallaba y
era incapaz de dar solución a muchos de los problemas que se
presentaban. Desde entonces, los indicios de su anemia se vienen
repitiendo y esta crisis nos los está confirmando. (...)
Nos quedaríamos en la superficie si detrás de la ineptitud de los
respectivos gobiernos no vislumbrásemos un problema de mayor calado. Es
más, ¿el mismo hecho de que personas tan incompetentes y mediocres hayan
llegado a la cima del poder no se debe en parte a las profundas brechas
que presenta nuestra organización política? (...)
El tema es de suma envergadura y también de enorme gravedad. Se enmarca
en un proceso en el que el Estado ha ido perdiendo competencias por
arriba hacia la Unión Europea y por abajo hacia los entes territoriales,
y en ambos casos las cesiones no han sido satisfactorias; los
resultados, nefastos. Hemos ido destruyendo el Estado sin que nada ni
nadie fuese capaz de sustituirlo.
Ahora bien, un problema tan complejo
no se puede abarcar en un artículo de un diario, por mucha amplitud que
tuviese. Me limitaré por tanto a resaltar, y de forma somera, algunos
hechos que se han puesto de manifiesto en esta crisis, de los que muy
posiblemente casi todos nos hayamos percatado. (...)
El estado de alarma debería haberse declarado mucho antes, porque una
crisis como esta no se podía gestionar desde 17 Comunidades Autónomas
cada una de ellas actuando por su cuenta. (...)
Lo normal es que con anterioridad al aislamiento se hubieran
planificado todas las actuaciones de forma centralizada y se hubiese
efectuado el aprovisionamiento de todo el material y de los equipos que
previsiblemente se iban a necesitar. Desde luego, la situación que se
avecinaba no era para que cada administración actuase por su cuenta.
Poca duda cabe de que el motivo del retraso hay que buscarlo en la
pretensión del Gobierno de no enemistarse con sus socios, los
secesionistas catalanes y vascos. No obstante, a pesar de la dilación,
reaccionaron indignados afirmando que se trataba de un 155 encubierto. (...)
Tal vez el descubrimiento más relevante, pero también el más lamentable,
se haya producido después de decretar el estado de alarma, pues al
anunciar que se centralizaba todo el poder en el Gobierno, y más
concretamente en el Ministerio de Sanidad, nos hemos quedado
absurdamente sorprendidos (absurdamente, porque debíamos de haber sido
conscientes de ello antes) al constatar que el Ministerio de Sanidad no
existía, que el rey estaba desnudo. Después de transferir Aznar, hace 25
años, toda la sanidad a las Comunidades Autónomas, el Ministerio es un
cascarón sin contenido y, lo que es peor, sin instrumentos ni estructura
para asumir el papel que en este momento se le asigna. (...)
Al final, el resultado ha sido que en gran medida cada Comunidad ha
debido apañarse por sí misma, lo que nos puede dar idea de las
consecuencias. Diecisiete pequeñas Comunidades (en este orden todas son
pequeñas) compitiendo incluso entre sí y contra su propio Gobierno en un
mercado totalmente tensionado, en el que también participan las
primeras potencias mundiales.
Además, se ha perdido un tiempo precioso
porque el mercado se va enrareciendo cada vez más, especialmente ahora
que entra en liza EE. UU.
La carencia de medios, de estructura y de experiencia práctica en el
Ministerio ha forzado a que cada Comunidad haga la guerra por su cuenta,
no solo en materia de aprovisionamiento, sino en casi todos los
aspectos, creándose una situación un poco caótica. Incluso hemos
escuchado al ministro de Sanidad pedir la solidaridad de unas
Comunidades respecto a otras, en lugar de usar la autoridad y el mando
único del que estaba investido para distribuir adecuadamente el
material. (...)
No deja de ser significativo que haya sido el ejército la institución
que se ha comportado sin fisuras, vertebrando todo el territorio
nacional, dando una inmensa sensación de eficacia, y no es por
casualidad que, como es sabido, esta área estatal haya permanecido al
margen de cualquier transferencia a las Comunidades Autónomas. Incluso
el mismo Torra, después de que en un principio la Generalitat hubiera
rechazado con petulancia y desdén la colaboración del ejército, se ha
tragado su orgullo y le ha tenido que pedir ayuda para desinfectar todas
las residencias de mayores en Cataluña. (...)
El reducido tamaño del sector público, dividido además en diecisiete
Comunidades Autónomas, es una señal más de la precariedad de nuestro
Estado. Pero estas carencias se remontan bastante más allá del Gobierno
de Rajoy. Hunden sus raíces al menos en la firma del Tratado de
Maastricht, en los criterios de convergencia y en la política de
austeridad implantada en toda la Unión Europea.
Ciertamente la crisis
del 2008 y la pertenencia a la Unión Monetaria obligaron a precarizar
aun más el sector público. Pero la culpa no fue en exclusiva de Rajoy,
ni siquiera le corresponde la mayor parte. En 2011 la diferencia de
presión fiscal con la media europea era de ocho puntos. Mayor
responsabilidad tuvieron Aznar y Zapatero, en cuyos gobiernos hay que
situar el origen. En economía, los efectos se dilatan mucho respecto a
las causas.
Pero acudamos una vez más a Montesquieu y, prescindiendo de los
respectivos gobiernos, hemos de considerar que el origen último de esta
depauperación de nuestro Estado se encuentra en el hecho de haber
renunciado a múltiples competencias (principalmente el control de
nuestra moneda) para entregarlas a instituciones con profundos déficits
democráticos y carentes de toda visión social y de cohesión al menos
entre regiones. (...)" (Juan Francisco Martín Seco, República, 09/04/20)
No hay comentarios:
Publicar un comentario