"(...) Tú que entras, abandona toda esperanza. Por desgracia, esa advertencia
tétrica podría aplicarse a algunas residencias de ancianos durante la
pandemia. (...)
La semana pasada, gracias a un reportaje en este periódico,
conocimos las declaraciones del empresario de ambulancias contratado en
Madrid para gestionar el desborde de las emergencias durante los peores
días de la crisis.
La autoridad había nombrado a una persona carente de
experiencia, contactada a través de los habituales canales de amiguismo,
alguien que se permitió la humorada de bautizar su gestión de urgencia
nada menos que como Operación Bicho. Hubiera bastado una neurona de
sentido común para que los responsables del nombramiento lo revocaran al
conocer que usaba ese apelativo en medio de la tragedia.
Pero lo más
sorprendente ha sido la ausencia de reacción judicial ante algunas de
las escenas que relataba esa entrevista con el encargado de la supuesta
medicalización de las residencias de ancianos. Según asegura, colocaba
una pegatina negra en la puerta de las habitaciones donde detectaban a
un interno moribundo, de nuevo, Dante en el recuerdo. Cuando se les
acabaron los paliativos y sedantes, ni tan siquiera les administraban
esa dosis de paz para que acabaran sus días en la soledad más absoluta.
Muchos
de los internos ni siquiera morían por el coronavirus, según su
versión, sino pasto del abandono de sus tratamientos, agonizantes en
habitaciones en las que días después seguían, ya cadáveres, sin que
nadie se ocupara de su refrigeración o traslado. La falta de personal
llegó a tal punto que en una residencia el único trabajador le entregó
la llave al entrar al enviado de emergencia y se marchó a su casa.
El
nombre de tal residencia permanece oculto en sus declaraciones, pero
resulta raro que ningún juez haya convocado al día siguiente una rueda
de testimonios para proceder a la detención del responsable de ese
presunto delito grave. La imprevisión, la falta de recursos y el colapso
ya lo conocíamos, pues de alguna manera lo llevamos votando décadas en
que hemos favorecido esos negocios de empresas de capital riesgo y
sectores ajenos a lo sanitario que han devorado los recursos para la
salud y la gerencia geriátrica.
Más que la fama y la persistencia, a
todo escritor lo consagra la conversión de su apellido en un adjetivo de
uso común. Lo dantesco define un estado de cosas infernal." (David Trueba, El País, 30/06/20)
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