"Cientos de vuelos cancelados por las principales compañías aéreas complican el desplazamiento masivo de los estadounidenses en Navidad, que siguen adelante con sus planes festivos pese al impacto de la variante ómicron, responsable del 70% de los nuevos casos.
Con kilómetros de colas ante las unidades móviles de detección del virus, los estadounidenses se disponen a pasar las segundas Navidades pandémicas, con algunas restricciones de última hora para frenar la transmisión comunitaria. (...)
De los cerca de 3.000 vuelos cancelados en todo el mundo por el avance de la nueva variante, según el cómputo de la web Flight Aware, más de 500 tenían como destino o punto de partida EE UU. Las principales compañías aéreas, como Delta y United Airlines, acusan una oleada de contagios en sus plantillas, lo que les ha obligado a suspender 100 y 150 vuelos, respectivamente, en 24 horas. Solo American Airlines mantiene de momento sus operaciones prácticamente intactas.
Este sábado se cancelarán 269 vuelos, entre trayectos internos e internacionales con origen o destino en EE UU, según la citada web. Delta ha explicado en un comunicado que “ha agotado todas las opciones y los recursos” para mantener los planes de vuelo, sin resultado. United Airlines se escuda en el “impacto directo de la variante ómicron” en sus “tripulaciones y el personal que dirige las operaciones”. (...)" (María a. Sánchez, El País, 24/12/21)
"La variante ómicron se ha ensañado con el Reino Unido. Mientras el Gobierno de Boris Johnson debate si se deben imponer nuevas restricciones después del día de Navidad, como han anunciado ya los ejecutivos de Escocia, Gales e Irlanda del Norte, la fatídica senda de contagios ha dejado un panorama desolador de bajas de trabajadores.
Las ausencias forzadas de personal en todos los sectores, desde hospitales a museos, teatros y servicios de transporte, están paralizando la vida al norte del canal de la Mancha, hasta derivar en un confinamiento de facto. No ha sido decretado oficialmente, pero tiene casi peores efectos: aboca al limbo a decenas de industrias sin la contrapartida de las ayudas públicas.
Hasta nuevo aviso, los restaurantes pueden abrir en su horario y capacidad habitual, los carteles de neón del West End londinense continúan encendidos y es posible viajar sin límites por todo el país, visitando a tantas personas como se desee. Pero esa es la teoría. La expansión del coronavirus ha supuesto un zarpazo en las plantillas de trabajadores y ha extendido el miedo en la ciudadanía.
El epicentro del caos aparece en la sanidad. Al Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés) se le viene encima una situación complicada. A la habitual campaña de invierno se le une que las plantillas de sanitarios han quedado diezmadas por el tsunami de la variante ómicron.
Aunque
la Agencia de Seguridad de la Salud de Reino Unido revelaba el jueves
en su esperado primer estudio sobre ómicron que quien contrae esta
variante tiene entre un 50% y un 70% menos de posibilidades de
hospitalización que la delta, su elevado índice de transmisibilidad la
convierte en letal para los servicios sanitarios. La explicación es
meramente matemática: incluso si el porcentaje de los que tienen que ser
ingresados es sensiblemente menor que con otras variantes, cuando las
cifras diarias están en cientos de miles de casos, el enrome incremento
en hospitalizados puede amenazar al sistema sanitario. El organismo
científico que asesora al Gobierno (SAGE, en sus siglas en inglés) lo
dejaba claro esta semana, según las actas publicadas: la ómicron debería
ser un 90% menos severa que la variante delta para evitar una oleada de
hospitalizaciones similar a la que se ha vivido en los repuntes de
casos vividos desde el inicio de la pandemia. (...)" (Eva Millán, El País, 25/12/21)
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