"La flota naval enviada por Estados Unidos al sur del Caribe para amedrentar a Caracas atacó una embarcación supuestamente dedicada al tráfico de drogas y asesinó a sus 11 tripulantes. El presidente Donald Trump afirmó que el navío había partido de Venezuela y que las víctimas pertenecían al grupo criminal Tren de Aragua, mientras el secretario de Estado, Marco Rubio, habló de una “organización narcoterrorista designada” para justificar la letalidad de la operación. Por su parte, el ministerio de Comunicación e Información venezolano puso en duda la autenticidad de las imágenes difundidas por Washington y señaló como muy probable que hayan sido generadas por aplicaciones de inteligencia artificial.
Sin importar si se comprueba o desmiente que los tripulantes se dedicaban al trasiego de drogas o que el navío hubiera partido de Venezuela, el hecho es que 11 personas fueron masacradas sin que representaran peligro alguno para el buque estadunidense y sin que se intentara siquiera su captura y presentación ante la justicia, que es lo procedente en un estado de derecho: a los delincuentes se les detiene y se les enjuicia; no se les ejecuta a sangre fría. En este sentido, el episodio constituye un inquietante recordatorio de las implicaciones de incluir a cárteles (reales o imaginarios) en la lista de organizaciones terroristas extranjeras elaborada por la dependencia que encabeza Rubio: se trata de una medida que desplaza la cooperación policial hacia lógicas de guerra y habilita el uso de fuerza letal extraterritorial con una laxitud incompatible con el derecho internacional y los derechos humanos. La sustitución del debido proceso por operaciones militares sumarias normaliza el abuso de poder dentro de Estados Unidos y el despliegue de prácticas neocoloniales en el resto del mundo.
Horas antes de que se diera a conocer esta agresión, Trump afirmó que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha rechazado el envío de tropas estadunidenses a territorio mexicano porque está muy asustada por los cárteles, que, sostuvo, dirigen México. Estas aseveraciones son completamente falaces, además de ofensivas y contrarias a la civilidad que debe regir las relaciones internacionales, máxime entre naciones que se dicen aliadas y comparten la mayor relación comercial del planeta. La mejor prueba de su falsedad es que desde hace años el gobierno de México ha hecho mucho más contra el narcotráfico que su par estadunidense: mientras aquí se registran decomisos récord de estupefacientes, precursores para su elaboración y laboratorios criminales, la Casa Blanca facilita el tráfico de armas que mantiene en pie al crimen organizado y profundiza el marco legal que hace de Estados Unidos uno de los mayores centros de lavado de dinero a nivel global, como admiten las propias autoridades financieras de ese país.
Es imperativo condenar en los términos más enérgicos tanto la matanza como la lógica injerencista detrás de ella, así como las declaraciones irresponsables de Trump y sus funcionarios. Corresponde exigir una investigación independiente sobre la masacre, garantías de no repetición y establecer una postura unánime en torno al respeto irrestricto a la soberanía y los derechos humanos en todo operativo de combate a la delincuencia. Hasta los gobernantes latinoamericanos más cercanos al trumpismo deben apreciar que el hemisferio entero queda en riesgo si se naturaliza la idea de que la “guerra contra las drogas” y la etiqueta del “narcoterrorismo” facultan a una potencia extranjera a realizar ejecuciones extrajudiciales.
Por último, vale preguntarse si es pertinente recibir en México a Marco Rubio, un personaje abiertamente comprometido con el derrocamiento de los gobiernos que no se someten a Washington, el racismo, la xenofobia y la violencia de Estado, antivalores que no tienen cabida en nuestro país."
(Editorial La Jornada, 03/09/25)
"Trump eleva la tensión con Venezuela: once muertos en un ataque a una lancha con la excusa de que transportaba droga.
Nada más regresar a la Casa Blanca, Donald Trump había dejado la puerta entreabierta a una posible acción militar en el extranjero gracias a la recalificación vía orden ejecutiva los cárteles de drogas como grupos terroristas. Ahora, el presidente estadounidense tantea si puede cruzar ese umbral que creó, y lo hace con Venezuela como laboratorio: 11 muertos en un ataque de EEUU contra un barco que salía del país sudamericano y que presuntamente llevaba drogas. Las víctimas, según Trump, pertenecían a la banda criminal El Tren de Aragua, uno de los grupos que el presidente catalogó como banda terrorista en la orden ejecutiva que firmó el pasado 20 de enero.
“Que esto sirva de aviso a cualquier persona que esté pensando en llevar drogas a Estados Unidos de América”, ha dicho Trump en una publicación en Truth Social horas después del ataque. En el post también compartía el vídeo en que se ve cómo las fuerzas estadounidenses apuntan y disparan contra la embarcación.
La acción militar supone una escalada sin precedentes en las crecientes tensiones con Caracas. El mes pasado, Estados Unidos desplegó en los límites de las aguas del país latinoamericano una flotilla de tres destructores Aegis de misiles guiados, además de submarinos y aviones. Todo ello, justificado bajo una supuesta lucha contra los narcotraficantes latinoamericanos, incluido un grupo venezolano llamado Cartel de los Soles, que los funcionarios de Trump acusan a Maduro de liderar.
En esta ocasión, Trump, también ha acusado a Maduro de liderar el Tren de Aragua (TDA): “El TDA es una Organización Terrorista Extranjera designada, que opera bajo el control de Nicolás Maduro, responsable de asesinatos en masa, narcotráfico, trata sexual y actos de violencia y terror a través de Estados Unidos y del hemisferio occidental”.
Antes del ataque de este martes, Venezuela ya había movilizado sus tropas en la frontera y ha llamado al alistamiento ante una posible intervención militar extranjera. "Si Venezuela fuera agredida, nos declararíamos en lucha armada y república en armas", dijo el presidente Nicolás Maduro este lunes a la prensa.
A pesar de que el temor a una intervención militar de EEUU flota en el aire, y de que a Trump le gusta apostar alto, no es tan probable que eso vaya a suceder. En medio del anuncio a bombo y platillo del ataque, el presidente estadounidense se ha cuidado de especificar que la acción se ha llevado a cabo en “aguas internacionales”. Atacar a otro país, aunque fuera para luchar contra el narco, iría contra la promesa de sacar a Estados Unidos de los conflictos internacionales. "No creo que sea cierta la idea de una invasión", apuntaba la semana pasada James Story, el principal diplomático estadounidense para Venezuela entre 2018 y 2023. Story destacaba que Trump, en general, se oponía a "interferir militarmente en los asuntos de otros países".
Ahora bien, que esa posibilidad no llegue a materializarse no quiere decir que Trump no la use para tantear hasta dónde puede expandir los límites de su poder y cómo puede usarla como arma de presión diplomática. En cierto modo, el presidente estadounidense quiere escalar la estrategia que está aplicando con el uso de la Guardia Nacional dentro de sus dominios a las relaciones con determinados países latinoamericanos.
Dentro de Estados Unidos, la amenaza de una militarización como la que sufre Washington pretende quebrar a otros bastiones demócratas como Chicago o Nueva York, a la vez que busca crear un precedente judicial para justificar el uso de los militares para gestionar el orden público. Fuera, el fantasma de una intervención militar puede funcionar como palanca para obtener réditos políticos. Es lo mismo que ha estado haciendo hasta ahora Trump con los aranceles.
En el centro de todo ello sigue estando la narrativa de la lucha contra las drogas. Este argumento ha servido de comodín para justificar cualquiera de sus políticas, ya sean económicas, migratorias o de seguridad. Trump aplicó aranceles a China, Canadá y México citando la entrada de fentanilo como causa; ha detenido y deportado migrantes, muchas veces basándose solamente en sus tatuajes, bajo la acusación de pertenecer a cárteles como el Tren de Aragua; y ahora, parece querer usarlo como arma de presión diplomática.
Ahora el foco de la tensión está en Caracas, ya sea por el temor al estallido de un conflicto militar, o bien por el intento encubierto de Washington de provocar un cambio de régimen.
Los halcones del Partido Republicano y los aliados de Trump han celebrado las provocaciones militares como prueba de la determinación de la Casa Blanca de poner fin a los 12 años de gobierno de Maduro. "Sus días están contados", declaró recientemente Michael Flynn, exasesor de seguridad nacional de Trump ,animó a Maduro a huir a Moscú.
México, también en el punto de mira
Pero Venezuela no es el único sitio donde Trump está presionando. México también nota en la nuca el aliento del fantasma de una posible intervención militar. Desde que Trump regresó a la Casa Blanca, los funcionarios de su gobierno han agitado este fantasma.
En febrero, en la primera llamada con los oficiales del gobierno mexicano, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, ya insinuó la idea de una intervención militar si las autoridades del país no ponían solución al problema del narco. La conversación incomodó e indignó a los oficiales de México pero también granjeó concesiones a Washington: la entrega extraordinaria por parte de México ese mismo mes de 29 jefes de bandas de narcotráfico que enfrentan cargos en Estados Unidos. Un gesto que se ha ido repitiendo cada vez que Trump ha apuntado hacia su vecino.
Cuando se conoció la autorización secreta del Pentágono para llevar a cabo operaciones militares fuera de EEUU contra el narco, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum tuvo que salir a calmar a la población. "Estados Unidos no vendrá a México con su ejército", dijo Sheinbaum a principios de agosto. La presidenta mexicana afirmó que su gobierno había sido informado de la orden ejecutiva, pero insistió: "No tiene nada que ver con la participación de ninguna fuerza militar ni ninguna institución en nuestro territorio. No hay riesgo de que invadan nuestro territorio”.
Algunos senadores como el republicano Ted Cruz quieren que México lidie con el narco como hizo Nayib Bukele con las maras en El Salvador. Sheinbaum está navegando en las erráticas presiones de Trump para que ponga fin al narcotráfico, mientras el miedo de una invasión sigue preocupando a la población. Este lunes, en su discurso del estado de la Unión, la dirigente mexicana dijo que el país está dispuesto a firmar acuerdos de seguridad con su vecino sobre inmigración y la lucha contra los cárteles, pero “sin subordinación”. Además, anunció que a finales de esta semana recibiría al secretario de Estado, Marco Rubio."
(Antònia Crespí Ferrer , Público, 03/09/25)
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