"La cumbre que la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) celebró en Tianjin ha dado un nuevo impulso al posicionamiento internacional de China. Poco a poco, Beijing está logrando forjar asociaciones de largo plazo que funcionan como activos diplomáticos muy valiosos y que ayudan de forma destacada a difundir su influencia en todo el mundo.
Por otra parte, la magnitud y contenido del evento parece dejar en claro que China no está dispuesta ya a soportar más pérdidas en sus relaciones con EEUU u Occidente y afronta la realidad de un distanciamiento, quizá inevitable, compensándolo con una relación más prominente con el Sur Global.
Con la adhesión de India, Pakistán, Irán y Bielorrusia, la OCS ha sumado 10 Estados miembros, además de dos Estados observadores y 14 socios de diálogo. Pronto podrían integrarse más profundamente Armenia y Azerbaiyán, quienes “compensarían” así su visita a la Casa Blanca en el pasado agosto. Xi garantizó un mayor apoyo a la implementación del Corredor de Transporte Internacional Trans-Caspio, que competirá con la Trump Route for International Peace and Prosperity (TRIPP), el enlace de tránsito entre el territorio principal de Azerbaiyán y su exclave Nakhchivan, atravesando Armenia, una infraestructura que según se firmó en Washington, estará bajo derechos de desarrollo exclusivos para EEUU durante 99 años.
El alcance de la OCS se ha extendido para abarcar Asia, Europa y África, evidenciando una mayor expansión de la influencia geopolítica. Los Estados observadores y los socios de diálogo se han convertido en socios a secas y Laos se incorpora a la organización. Pero la ampliación no es simplemente geográfica sino que abarca la difusión de valores comunes y la propagación de la idea de desarrollo conjunto. A diferencia de la humillante verticalidad de la relación de EEUU con sus aliados, los Estados miembros de la OCS buscan el consenso a través del diálogo y fortalecen la confianza mutua mediante el intercambio. Este modelo interactivo multinivel y multidimensional es un claro reflejo de la vitalidad y atractivo de la propuesta internacional de China que va seduciendo a una disparidad creciente de países.
India…. y Vietnam
En esta cumbre, muchas miradas se han dirigido a Narendra Modi. En 1949, la India se convirtió en el primer estado no socialista en reconocer a la República Popular China (RPCh), enmarcando esa decisión en la solidaridad anticolonial y la unidad asiática. Para el entonces primer ministro indio, Jawaharlal Nehru, el reconocimiento no fue un cálculo táctico, sino una expresión de idealismo poscolonial, basado en la creencia de que la inclusión de la RPCh en la ONU estabilizaría Asia y fortalecería la autoridad moral del mundo en desarrollo. Incluso después de la guerra fronteriza de 1962, la India no revocó el reconocimiento.
Las disputas fronterizas entre China y la India siguen siendo un obstáculo ineludible para la mejora de las relaciones bilaterales pero aquel fundamento inicial no se ha disipado del todo. Jin Canrong, profesor de la Universidad Renmin de China, escribió recientemente que China no se aliará con India solo para contrarrestar a Estados Unidos. Tampoco la lógica de India debiera responder al solo hecho de sumar un activo en sus negociaciones con Washington.
Lo cierto es que China siempre procura depender de sí misma, especialmente cuando se trata de competencia estratégica con cualquier país, ya la URSS en su tiempo o EEUU ahora. Como ha demostrado en la diatriba arancelaria, confía plenamente en que puede contrarrestar a Estados Unidos de forma independiente, sin ayuda externa. La brecha económica entre Estados Unidos y China se ha reducido drásticamente en las últimas tres décadas. En 1992, la economía estadounidense era 15 veces mayor que la china, pero en 2008 esta se había reducido a tres veces, y en 2014 a 1,5 veces. No obstante, para India, una ligera flexibilización de la postura de Trump probablemente sería recibida con entusiasmo, revitalizando rápidamente las relaciones entre ambos países, ahora deterioradas. Si EEUU gesticula alguna cesión, India podría volver al redil. Esta es la disyuntiva que debe despejar a corto plazo el consenso logrado en Tianjin que deja pendientes otros asuntos que se resisten como el respaldo de Nueva Delhi a la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
El primer ministro indio sentenció que ambos países persiguen la autonomía estratégica y una política exterior independiente, y su relación bilateral no está sujeta a la influencia de tercero alguno. Modi agregó que la cooperación entre India y China hará del siglo XXI un verdadero «siglo asiático». La retórica suena bien, dirán, pero debe traducirse en hechos.
Que de Tianjin pueda salir un nuevo equilibrio China-India, no debiera opacar el alcance de otro dato de alta significación política. Esta cumbre marca también una importante primicia para la OCS: por primera vez, un representante de Vietnam, el primer ministro Pham Minh Chinh, estuvo presente en uno de sus encuentros. Participó a título de “invitado del país anfitrión”, ya que hasta ahora Hanói no ha compartido en modo alguno la hoja de ruta de la organización.
Vietnam es hoy el cuarto socio comercial de China a nivel mundial, después de Estados Unidos, Japón y la República de Corea. En enero de 2025, las inversiones extranjeras directas de China en Vietnam alcanzaron los 31.260 millones de dólares, ocupando el sexto lugar entre 149 inversores extranjeros. Y en los primeros siete meses de 2025, más de 3,1 millones de turistas chinos llegaron a Vietnam, lo que representa el 25,5 % del total de llegadas internacionales, la mayor cuota de cualquier mercado de origen. Pero tampoco faltan motivos de fricción con Beijing: el más importante es la disputa sobre el Mar de China Meridional.
Relevancia política
Al igual que acontece con el marco de los BRICS, y a diferencia de la UE y otros aliados de EEUU que se aprestan a acoger sumisamente las prédicas trumpistas ya se llamen aranceles o la exigencia de aumento del gasto militar, los países del Sur Global están perdiendo el miedo. Hasta ahora, quien más quien menos, todos han tratado de evitar dar la impresión de inclinarse hacia China, lo que inmediatamente despertaría sospechas en Washington y podría acarrear costos estratégicos. No obstante, a pesar de las limitaciones estructurales, se intuye más holgura, más margen de maniobra, para cruzar las líneas rojas de EEUU.
En el marco geopolítico de la OCS -e incluso en otros-, la dependencia de seguridad, la doble dependencia económica de China y de EEUU, los imperativos de la política interna y los consensos, las presiones externas incluida la expansión del enfoque de seguridad de EEUU, hacían navegar a todos entre evitar provocar a China y no dejar de satisfacer a EEUU. Lo que Tianjin nos dice es que ha llegado el tiempo de los giros visibles hacia China y que esta los avalará.
Relevancia económica
Aunque los problemas de seguridad fronteriza están en el origen de una OCS que se remonta a 1996, la cooperación económica es el nuevo motor que abarca una amplia gama de áreas, como el comercio y la inversión, la energía, la economía digital, la agricultura moderna y el desarrollo verde. La OCS quiere demostrar que el multilateralismo no solo facilita la unidad regional para abordar los desafíos de seguridad, sino que también promueve la conectividad y la prosperidad. Y Tianjin deja en claro que los miembros de la OCS están avanzando hacia una cooperación más estrecha, alineando las estrategias de crecimiento. El nuevo banco de desarrollo será una prueba importante. China lo propuso ya en 2010, debiendo congelarlo ante la oposición del Kremlin que promovía entonces su propio banco euroasiático.
En 2024, el volumen comercial de China con los Estados miembros, Estados observadores y socios de diálogo de la OCS alcanzó un récord de 890.000 millones de dólares, lo que representa aproximadamente el 14,4 % del comercio exterior total de China. A finales de 2024, la inversión total de China en los Estados miembros, Estados observadores y socios de diálogo de la OCS superaba los 140.000 millones de dólares.
Multilateralismo: el enfoque alternativo chino se abre paso
La China de Xi no quiere imitar los modos de Occidente. Quiere ganar influencia, si, pero, sobre todo, trata de demostrar que a EEUU le queda grande e imposible de gestionar un mundo que solo puede funcionar con ambiciones muy pragmáticas que tengan en cuenta las necesidades globales de desarrollo y que integre horizontalmente la presencia del heterógeneo Sur global. El tiempo del dominio exclusivo de unas pocas potencias liberales se agota mientras el orden global avanza hacia un modelo más multipolar y compartido. La dependencia histórica de la gobernanza global de EEUU y Occidente toca a su fin.
En cumbres como esta de Tianjin pero también en otros foros como los BRICS o los que ha implementado con diversas regiones, China centra su enfoque en labrar consensos y alentar procesos y dinámicas que se traducen en estabilidad y confianza, valores que ya no está en condiciones de proporcionar el hegemón tradicional. Esos consensos y procesos se afianzan como las dos claves estructurales del discurso global de China."
(Xulio Rios, Observatorio de la política china, 02/09/25)
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