"Si hoy es jueves y es 20 de noviembre, toca hablar de Franco. De un golpista. De un asesino. De un criminal. De más de 100.000 desaparecidos entre 1936 y 1977. De 150.000 asesinatos. De 2.800 fosas comunes. De medio millón de exiliados. De 300.000 presos políticos en los primeros años del régimen militar. Y de un país que es incapaz de celebrar los 50 años de la muerte de un dictador.
Se cumplen hoy 50 años de aquel celebrado “Españoles, Franco ha muerto” con el que gimoteó Arias Navarro por televisión. Y, sin embargo, el franquismo vive. En los discursos políticos. En algunas estructuras del aparato del Estado celosamente conservadoras que no acabaron de hacer el tránsito a la democracia. En la persistencia de algunos símbolos. En el resurgimiento de una narrativa falaz con la que Vox se empeña en dar luz al tenebroso retrato del franquismo.
Y en el blanqueamiento que el PP, con el aliento de Santiago Abascal en la nunca, ha hecho de sus nostálgicos.Sí, para el PP, hoy la sombra de Franco sigue siendo alargada, aunque no siempre fue así. Hubo una vez -tan solo una- en la que el partido de Alberto Núñez Feijóo condenó el golpe militar del 18 de julio de 1936 y pactó, en el Congreso de los Diputados. Apoyó entonces una resolución inapelable, que sentenciaba el alzamiento, hacía un “reconocimiento moral” de quienes “padecieron la represión de la dictadura franquista” y prometía ayudas para reabrir las fosas comunes. Fue en 2002, en el 27 aniversario de la muerte del dictador durante la segunda legislatura de José María Aznar y en una jornada que en el Parlamento se consideró histórica.
No en vano, la izquierda había intentado antes durante años y sin ningún éxito que la derecha condenase el golpe militar de 1936 contra la legalidad de la República. El PP siempre se había negado con la excusa de que no convenía hablar “de buenos y malos”. En aquella ocasión, sin embargo, cambió el tercio y, a última hora de una noche de martes, el diputado popular José Antonio Bermúdez de Castro, portavoz entonces de la Comisión Constitucional, reunió a los representantes de los partidos de la oposición y negoció, con el apoyo de su grupo y del Gobierno, una solución intermedia a las proposiciones que habían presentado PSOE, IU y EA (Eusko Alkartasuna).
«Tenemos que hacer este reconocimiento ahora. Es urgente. En poco tiempo no habrá exiliados, porque se están muriendo», clamó entonces el ex vicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra, quien sostuvo que con este tipo de iniciativas no se estaban «reabriendo heridas», sino cicatrizándolas. Solo en aquella ocasión, todo el arco parlamentario conmemoró la muerte del dictador con un consenso insólito que hoy es impensable, como demuestra este 50 aniversario de la muerte del dictador y de los primeros pasos hacia la democracia que las instituciones españolas celebran con un perfil extremadamente bajo. Los motivos son varios.
De un lado, el Gobierno, que siempre dijo que quería festejar, no el fallecimiento de Franco -aunque motivos hay para que así fuera-, sino medio siglo de libertad, llega a este 20N con intención de hacer el menos ruido posible. Por otro lado, la Casa Real, que ha decidido excluir por motivos obvios a Juan Carlos I de los actos programados para el 50 aniversario de la Monarquía.
Entre otros, la publicación de sus memorias en las que confiesa su admiración por Franco, detalla su mala relación con Letizia y afea la “insensibilidad” de Felipe VI en el momento en que decidió apartar a su padre de la agenda oficial de la institución. Y por último, el cálculo de la derecha para pasar por la efeméride sin molestar ni a esa parte a su electorado que aún hoy defiende que con Franco se vivía mejor ni a quienes orbitan en torno a una ultraderecha que defiende el franquismo como una etapa de «progreso», «reconstrucción» y «unidad nacional».
El caso es que todos los grupos parlamentarios, a excepción de PP y PSOE, darán plantón este viernes en un acto convocado en el Congreso para conmemorar el 50 aniversario del inicio de la Transición tras la muerte del dictador y el ascenso al trono de Juan Carlos I. La última formación en descolgarse ha sido Vox, un partido para el que esta celebración está pensada únicamente como una «oda al régimen totalitario de Sánchez».
Los fastos han quedado reducidos a un coloquio académico sobre el papel de la Corona en la andadura del país hacia un régimen democrático, al que ni siquiera asistirá -por estar volando a la cumbre del G20 que se celebrará en Sudáfrica los días 22 y 23- el presidente del Gobierno.El Ejecutivo tiene, por otra parte, prevista la celebración de varios actos de menor relevancia este 20N, pero Pedro Sánchez no asistirá a ninguno de ellos “deliberadamente”, tal y como admiten en La Moncloa, “para no ayudar al discurso del odio y la división que pretende esparcir la derecha”.
Donde sí estará es esta misma tarde de jueves en el Congreso de los Diputados para asistir a la proyección del primer capítulo de la serie ‘Anatomía de un Instante’ antes de que se estrene en Movistar.Los socialistas han sucumbido a la presión de quienes desde el lado contrario a su espectro ideológico cuestionaron desde el minuto uno el ambicioso programa con el que el Gobierno pretendía festejar durante todo 2025 los 50 años de libertad que empezaron con la muerte del dictador. Y esto justo en un momento en el que la ola ultraderechista que recorre el planeta reivindica los regímenes totalitarios y, en España, uno de cada cinco ciudadanos defiende que la dictadura de Franco fue buena o muy buena.
Un dato que produce estupor y escalofrío en la misma proporción cuando, además, el apoyo a la democracia se reduce sobre todo entre los más jóvenes. Más del 17% de ellos asegura que la dictadura que no vivieron fue mejor que la democracia actual, según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), y se declara abiertamente fan del caudillo.
Qué mejor ocasión que el medio siglo de la desaparición del sátrapa Francisco Franco para hacer pedagogía de lo que fueron aquellos años y generar espacios de reflexión entre quienes no conocieron la ausencia de libertad que marcó las cuatro décadas del franquismo. Así se lo ha propuesto el ministro de Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, con la puesta en marcha de hasta 400 actividades desde distintos ámbitos y territorios y afanado en explicar que lo que se pretende es conmemorar el inicio de la Transición, y no la muerte de nadie.
¿Y por qué no? Otras democracias occidentales celebraron antes que España la caída de sus dictaduras con la presencia de sus jefes de Estado y de todas las fuerzas políticas, y sin atisbo de la confrontación política que aún hoy suscita el mismo hito cronológico en nuestro país.Hoy más que nunca, con los fantasmas que nos acechan, es necesario transmitir a nuestros jóvenes la importancia de vivir en democracia, por mucha ira que esto suscite en las derechas y quienes prefieren extender un manto de silencio sobre la figura de quien llevó al país a una cruenta guerra civil y le sometió a una atroz dictadura.
Un repaso a cómo y cuándo se conmemoró por ejemplo en Italia, Alemania, Francia o Portugal el tránsito de la dictadura a la democracia resta argumentos a quienes han puesto el grito en el cielo -políticos, analistas y medios de comunicación- por lo que entienden es una iniciativa partidista y oportunista del gobierno para ocultar sus escándalos. (...)"
(Esther Palomera, Gaceta Crítica, 20/11/25, fuente el diario.es)
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