“El petróleo es uno de los elementos centrales de nuestra forma de vida. Gracias a él, disfrutamos de unos niveles de bienestar inéditos en la historia de la humanidad. Teniendo en cuenta el rendimiento que obtenemos de cada barril de crudo, y dado el enorme poder adquisitivo de nuestras sociedades, aún a los precios actuales, el litro de gasolina sigue siendo un buen negocio para Occidente. (...)
Para los países pobres o en vías de desarrollo, el oro negro puede suponer un drama aún mayor. Un reciente artículo de Michael L. Ross en la revista Foreign Affairs arroja un balance estremecedor: el petróleo tiende a reforzar las dictaduras; debilitar las democracias; incentivar la corrupción; alentar el separatismo y fomentar las guerras civiles. Casos como el de Guinea Ecuatorial ofrecen un buen ejemplo de hasta qué punto una tiranía pobre puede convertirse súbitamente en una cleptocracia inmune a la presión internacional.Significativamente, hoy en día, un tercio de los conflictos bélicos del mundo tienen lugar en países productores de crudo. En ese sentido, el petróleo no se diferencia mucho de lo que significaron los diamantes en los años ochenta, cuando los seis grandes productores de África se vieron asolados por unos conflictos de inusitada crueldad. Por ello, el consumidor europeo, además de quejarse al llenar su depósito de combustible, hará bien en pensar en lo que se esconde detrás de cada preciado litro de gasolina. (...)
¿Qué hacer para lograr que esa fortuna que dejamos en el surtidor al menos redunde en beneficio de la democracia, los derechos humanos y el bienestar de la población de los países productores? Ante todo, debemos exigir transparencia tanto a los Gobiernos productores como a las multinacionales del petróleo… Pero la transparencia es sólo un primer paso: economistas como Paul Collier han propuesto a Naciones Unidas que impulse la firma de una Carta de los recursos naturales que establezca la obligación de los Gobiernos de los países productores a repartir de forma equitativa e invertir responsablemente los beneficios de dichos recursos.” (JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA: Barriles de sangre. El País, ed. Galicia, Internacional, 07/07/2008, p. 9)
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