"El que las leyes de la economía ya no funcionen hace que algunos se sitúen en clave exclusivamente moralista, denunciando la codicia de los especuladores que buscan su lucro inmediato y reclamando otra economía de mercado no egoísta con valores solidarios. Pero este rancio moralismo no sólo revela una cierta hipocresía (pues cuando los mercados crecían todo el mundo satisfacía su codicia sin que nadie protestase) sino que también implica no haber entendido nada.
El motor de la crisis no es tanto la desconfianza (un valor moral) como el cálculo racional (según demuestran los análisis de Robert Lucas citados más atrás). Si los agentes dejan de invertir no es porque desconfíen unos de otros sino, al revés, porque tratan de comportarse exactamente igual que los demás, tal y como sucede con el contagioso ejemplo del sálvese quien pueda que desata una epidemia de pánico. Lo que gobierna el comportamiento de todos es la expectativa de qué harán los otros. Y si se piensa que los demás querrán vender, entonces nadie comprará y la crisis se autoperpetuará, a menos que los poderes públicos clausuren el juego y detengan la epidemia de pánico." (ENRIQUE GIL CALVO: Epidemiología. El País, ed. Galicia, España, 24/11/2008, p. 22)
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