No hay nada que no sea una versión momificada del keynesianismo vulgar, es la única luz en esta oscuridad. Hasta ahora, el debate ha estado casi enteramente dominado por dos temas superficiales: el imperativo de regular los mercados financieros y la necesidad de adoptar políticas fiscales y monetarias expansionistas. Son ideas muy por debajo de la dimensión del problema.
P. ¿De qué habría que debatir entonces?
R. Todo lo que se puede hacer en materia de regulación de los mercados financieros y de expansionismo fiscal y monetario depende, para su eficacia, del enfrentamiento de tres temas más importantes. Primero, la necesidad de superar los desequilibrios estructurales en la economía mundial entre los países con superávit en comercio y ahorro, empezando por China, y los países deficitarios en comercio y ahorro, comenzando por EE UU.
El motor del crecimiento mundial, en los últimos años, fue el acuerdo implícito entre esos dos elementos. Ese motor se ha roto y vamos a tener que conseguir otro. Eso exigirá grandes cambios en EE UU, en China y en la organización de la economía mundial.
P. ¿No se trata de regular, sino de reorganizar?
R. Efectivamente. Vamos al segundo punto: la necesidad de que la regulación de los mercados financieros sea parte de una tarea mayor, que es reorganizar la relación entre el sistema financiero y la producción. De la forma en que se organizan hoy las economías de mercado, el sistema productivo está básicamente autofinanciado. ¿Cuál es entonces el propósito de todo el dinero que está en los bancos y en las bolsas de valores? Teóricamente sirve para financiar la producción, pero en realidad sólo va oblicuamente a ese cometido.
Eso es el resultado de las instituciones existentes. En este sistema, las finanzas son relativamente indiferentes a la producción en tiempos de bonanza y son una amenaza destructiva cuando surge una crisis como ésta. Es decir, son indiferentes para el bien y eficaces para el mal.
P. ¿Y el debate sobre la distribución de la riqueza?
R. Ése es el tercer punto. El vínculo entre recuperación y redistribución. Todos admiramos la construcción en la segunda mitad del siglo XX en EE UU de un mercado de consumo en masa. En principio, la construcción de ese tipo de mercado exige la democratización del poder adquisitivo y, por lo tanto, redistribución de la renta y de la riqueza, pero en EE UU sucedió lo contrario, hubo una violenta concentración de la renta y de la riqueza. ¿Cómo consiguieron la construcción de un mercado de consumo en masa? Parte de la respuesta está en lo que sucedió con la supervalorización inmobiliaria ficticia.
Ha habido una falsa democratización del crédito, que hizo las veces de la democratización de redistribución la renta, que no hubo. Y ahora que ese sistema está destruido, es necesario crear una nueva base para el mercado. Lo que les digo a mis conciudadanos es que quiero una dinámica de rebeldía, que necesita como aliada la imaginación institucional." (ROBERTO MANGABEIRA: "Brasil es el país del mundo más parecido a EE UU". El País, ed. Galicia, Internacional, 09/02/2009, p. 6)
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