En primer término, los clásicos argumentaban que los "mercados pueden autorregularse ya que el comportamiento de los actores económicos es racional", en la medida que buscan maximizar sus intereses.
Un segundo pilar de la economía convencional insistía en que las "políticas económicas deben dejar que los mercados nos encaminen hacia un equilibrio natural u óptimo", cuestión que es posible, sostenían, a través del juego de los precios y del paro.
Y la tercera base de la teoría económica clásica era que la "mejor gestión de los recursos viene dada por la espontaneidad de los equilibrios de mercado y de su libre funcionamiento para que se permita acrecentar la riqueza de todos y de cada uno".Resulta evidente que estos dogmas no se cumplieron ni en el corto ni en el largo plazo. La inestabilidad es mayor, y el comportamiento espontáneo de los mercados no nos encamina al mencionado equilibrio óptimo. (...)
¿Cómo basan, entonces, sus actuales análisis los economistas inconfomistas? Como hemos afirmado anteriormente, bajo la teoría de los mercados eficientes los actores económicos adoptan una argumentación racional, lo que permitía llegar a modelar sus actuaciones y ser, por tanto, predictiva. De esta forma, se calculaba el riesgo y sobre el citado índice se podían ofertar productos imaginativos, aunque no necesariamente solventes y garantizados. (...)
Pero hete aquí que no todos los agentes y actores económicos se comportan de manera racional, ni todos poseen la misma información. Ello hace pensar que el buen funcionamiento de los mercados debe exigir máxima transparencia de información a fin de que todos los agentes puedan reaccionar racionalmente.
Primera conclusión: las crisis evidencian distorsiones en relación a la teoría, pero no es la teoría la responsable de la crisis. Segunda conclusión: la amplitud de las distorsiones hace que los economistas busquen la explicación al proceso de fijación de precios por el mercado, dado que es, por esencia, irracional, y genera, en consecuencia, mayores incertidumbres al tiempo que no permite alcanzar un equilibrio óptimo.
Así las cosas, los economistas inconformistas señalan que no existe un precio justo, sino que estamos ante de precios convencionalmente fijados por la relación de fuerza entre actores y marco institucional, y los comportamientos pueden ser guiados, igualmente, por sentimientos o por las condiciones históricas, culturales o sociales.
Ante esto economistas como Akerlof, Stiglitz, Frydman o Galbraith enfatizan que el principio de funcionamiento de los mercados radica en la confianza, y, sobre ella, debemos edificar la solidez de las instituciones para generar la certeza imprescindible a fin de definir los objetivos finales." (FERNANDO GONZÁLEZ LAXE: Economistas inconformistas. El País, ed. Galicia, Galicia, 08/05/2010, p. 4)
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