"Nunca antes tan pocos operadores financieros de Wall Street (el mayor casino de la historia) y un puñado de jóvenes homólogos suyos diseminados por el mundo (y particularmente por Europa) habían hecho recaer una cantidad tan enorme de deuda sobre las espaldas de tantas personas.
No es completamente insólita la existencia de deuda exterior soberana y de impagos ocasionales de la misma. Lo que de veras resulta singular de la actual deuda soberana global es que mayoritariamente se trata de deuda privada convertida en deuda pública; es deuda acumulada por especuladores financieros que después se ha transferido al sector público para que la pagaran los contribuyentes en forma de deuda nacional.
Una vez rescatados los banqueros salteadores [“banksters”] insolventes, han sido los sistemas públicos los que han incurrido, o casi, en situaciones de insolvencia, por lo que han exigido a sus ciudadanos que se estrechen el cinturón para saldar una deuda de la que no han sido responsables.
¡Tras transferir billones de dólares de deuda basura o activos tóxicos de los libros de contabilidad de los especuladores a los del sector público, los magnates financieros globales, así como sus representantes en el aparato estatal y en las grandes empresas de comunicación, ahora se encargan cumplidamente de responsabilizar al gasto social (esto es: a la ciudadanía) de la deuda y del déficit!
Esta deuda es ilegítima y debe rechazarse. Inyectar dinero en una economía que tiene un sistema financiero criminal no es la solución, y no importa cuánto dinero se le transfiera puesto que la economía seguirá en una situación moribunda. Los crímenes de mayor envergadura son los que se comenten a la vista de todo el mundo: su desmesura es su mejor blindaje. A la gente le resulta inconcebible que se produzca una actividad criminal a escala gigantesca. Pero éste ha sido el modo en el que durante el último cuarto de siglo ha perpetrado sus crímenes nuestra clase saqueadora, llegando al punto culminante con el colapso de la economía global y la transformación masiva de pérdidas privadas en deudas públicas.
La clase saqueadora consiste en una sociedad que tiene sus sedes principales en Wall Street y el Tesoro de Estados Unidos, con muchas filiales repartidas por todo el sistema bancario y otras entreveradas en el sector público. Al final sólo se les podrá detener mediante un esfuerzo concertado de todo el pueblo estadounidense exigiendo la recuperación para sí propio del sector público y del control de su destino económico. Es indispensable llevar a la clase saqueadora ante los tribunales de justicia." (Sin Permiso, citando 'Cómo el saqueo de Wall Street se convirtió en política pública', de Joe Costello)
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