“Somos las primeras víctimas de la guerra mundial financiera.
Hemos sido ocupados por los mercados europeos y las instituciones
financieras internacionales, que buscan desmantelar lo que queda del
Estado del bienestar y convertirnos a todos en esclavos. Lo que vemos
hoy es sólo el principio de una gran agitación.
No sólo nos están quitando la vida, también nos están robando la dignidad.
La única pregunta es quién será el siguiente”. Esto me dijo un
empresario de 60 años llamado Yannis Michalopoulos. Hablaba con él en su
tienda de muebles situada bajo la Acrópolis, una hora después del
trágico suicidio en la plaza Sintagma.
Michalopoulos continuó con un largo monólogo sobre la desaparición de
la civilización, la falta de esperanza para las generaciones más
jóvenes, el sufrimiento de los inmigrantes tanto legales como ilegales, y
lo obvio del hecho de que todo esto había sido cuidadosamente planeado.
La crisis, opinaba, dura ya demasiado cómo para seguir llamándose crisis.
Las grandes empresas aplican constantemente y con mucho éxito la
doctrina del shock, sólo que ya no necesitan limitarse a exportarla a
lugares como Irak, Afganistán o Chile.
Efectivamente, Grecia está siendo transformado en un clásico país tercermundista. En marzo, el desempleo entre los jóvenes llegó al 50 por ciento.
El Estado del bienestar se desvanece a un ritmo sorprendente. En los
últimos meses, las instituciones europeas han obligado a los políticos
griegos a recortar las pensiones 200 euros de media.
El salario mínimo mensual bajó de 800 a 568 euros. Unos 15.000 empleados públicos perderán su empleo sólo durante este año. Se está reduciendo el Estado a todos los niveles posibles, y la salud y la educación se están llevando la peor parte.
Sin embargo, el sector privado está aún peor. Ya nadie hace caso a
las quejas de los sindicatos, antes poderosos. Los dueños y los gerentes
han acogido la crisis como una coartada hecha a medida para recortar
todo tipo de gastos. Las calles de Atenas están llenas de mendigos y de
los nuevos sin hogar. Hace un año, muchos de ellos vivían confortablemente.
Ahora, de un día para otro, se han visto despojados de todo lo que
tenían. Grecia se está convirtiendo en un protectorado alemán y en
experimento de la “nueva economía”, una doctrina de pesadilla que toma
lo peor del neoliberalismo americano y del capital-comunismo chino.
Un tercio de los jóvenes sin empleo son titulados universitarios. En
Grecia sólo aquellos que tienen cobertura médica pueden acceder a la
asistencia social y ya que la mayoría de jóvenes sólo han tenido
empleos temporales sin prestaciones, los cheques de asistencia no son
más que un sueño. No es de extrañar que muchos estén dejando el país en
masa, de forma muy similar a lo que ocurrió durante los años sesenta y
setenta bajo la dictadura militar.
No hace falta ser un genio para ver
el futuro que aguarda a la cuna de la democracia: el 85% de los jóvenes
que estudian fuera no planean volver a su país de origen. En Grecia, la
fuga de cerebros es una realidad cotidiana, y sólo va a ir a peor.
Incluso las oficinas de empleo están cerrando una a una.
Esto no se debe tanto a que, como las instituciones gubernamentales, se
hayan quedado sin dinero. Es porque simplemente no tienen nada que
ofrecer a los que buscan trabajo, ni siquiera buenos consejos. (...)
Todo esto supone una mezcla explosiva que estallará antes o después. Por
otro lado, Grecia sigue siendo uno de los mayores importadores de armas
de Europa. Según el Instituto Internacional de Investigación para la
Paz de Estocolmo (SIPRI), Grecia ha sido el país que más armas ha importado entre 2007 y 2011.
También ha sido el mejor cliente de la industria militar alemana. El
año pasado, a pesar de la crisis, el gobierno griego compró el 13% de
todas las exportaciones de armas de Alemania, y el 10% de las de
Francia. (...)
Es imposible quitarse la impresión de que lo que se ve en Grecia es lo que está por llegar.
Un futuro salvaje y nefasto se precipita hacia nosotros, los blandos y
privilegiados europeos, viene hacia nosotros implacablemente como aquel
planeta azul en la Melancholia de Lars von Trier. (...)
“Lo que tenemos aquí es una feroz lucha por la supervivencia. La policía persigue a los inmigrantes. Los neonazis están encantados de atacarles.
Los que vinieron buscando una vida mejor han llegado directos al
infierno. La mayoría de los inmigrantes están peor aquí de lo que
estaban en casa. Lo digo con seguridad, ya que he trabajado en varias
zonas de guerra.
Y la situación aquí en Grecia no va a hacer más que
empeorar. Tenemos las condiciones ideales para que prosperen movimientos
extremistas. Los neonazis se hacen cada vez más fuertes. La crisis
financiera es el caldo de cultivo perfecto para todo tipo de fascismo. Los inmigrantes son los judíos de nuestro tiempo.
Tienen la culpa de todo. Son diferentes, por lo que pueden ser
fácilmente reconocidos y acusados de cualquier cosa. Y entonces deben
demostrar su inocencia. No tienen derechos de ningún tipo. Estoy viendo
aquí en Atenas imágenes que sólo había visto en esas zonas de guerra que
he mencionado antes.
No, no hay ninguna esperanza real de que las cosas
se calmen. Las autoridades están construyendo los llamados “centros de
detención”. Eso me recuerda a una época completamente distinta”, decía
el doctor Nikitas Kanakis, director de la rama griega de Médicos del Mundo. El Dr. Kanakis ha estado destinado en Ruanda, Afganistán e Irak, por lo que claramente sabe de lo que habla." (Periodismo humano, 11/05/2012)
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