"Son muchas las voces que desde Alemania emplean una argumentación en
extremo simplista a la hora de explicar la aversión que contra este país
se está generando en la mayoría de la Eurozona. Es pura envidia, dicen,
la misma que despiertan los niños aplicados de un colegio en todos los
demás alumnos.
Al mismo tiempo, en actitud comprensiva se dirigen a los
otros países para subrayar que ellos ya hicieron en el pasado los mismos
ajustes y reformas que ahora exigen a los demás.
Hay en este planteamiento un punto de verdad, pero tan solo un punto.
Es cierto que, paradójicamente, el partido socialista alemán, con
Schröder a la cabeza, instrumentó todo un plan de recortes sociales al
que llamó “Agenda 2010”, y que muchos alemanes están ahora pagando.
Es
también cierto que, gracias a esta política tan antisocial, Alemania
consiguió ganar posiciones competitivas frente a la mayoría de los
países de la Eurozona y a través del superávit de su balanza de pagos
crecer económicamente y solucionar sus problemas de financiación; pero
precisamente todo eso solo ha sido posible porque los otros países no
aplicaron la misma política, ya que, de lo contrario, los efectos se
hubiesen neutralizado, ninguno hubiese ganado competitividad y, eso sí,
las sociedades se hubieran hecho más desiguales.
Es más, de no estar
constituida la Unión Monetaria, el resto de Estados podrían haber
compensado la política darwinista de la economía alemana con la simple
depreciación de su moneda.
El discurso de Merkel y de los sabios alemanes empeñados en que todos
los países sigan el ejemplo de Alemania es claramente contradictorio.
Si las políticas de austeridad y las medidas antisociales se generalizan
a toda la Eurozona (incluyendo a Francia y a Italia), el resultado no
puede ser más que la recesión y el incremento de la desigualdad.
El
crecimiento de la economía alemana está basado en las exportaciones y en
el superávit de su balanza de pagos o, lo que es lo mismo, en el
déficit de la balanza de pagos de los demás. Lo que Alemania no quiere
entender es que superávit y déficit son términos correlativos.
Un país
no puede tener superávit en su balanza de pagos a no ser que otros
países tengan déficit. La relativa bonanza de Alemania tiene su
contrapartida en las dificultades económicas del resto de los países de
la Eurozona. Situación que a medio plazo no se puede mantener y que está
conduciendo al estancamiento económico de toda la Unión Monetaria,
situación que podría empeorar si Francia entrara por la senda de la
austeridad. (...)
La competitividad de los Estados constituye un sistema de suma cero.
Si un país es más competitivo es porque otro lo es menos. Todas las
economías no pueden ser más competitivas simultáneamente. Carece
absolutamente de sentido, en consecuencia, plantear el problema
económico de la Unión Monetaria desde la óptica de la ejemplaridad, y
dividir a los Estados en aquellos que han hecho los deberes y los que
no.
El crecimiento económico no puede basarse en robar un trozo de
pastel al vecino sino en agrandar la tarta, y ello únicamente puede
conseguirse estimulando la demanda interna de todos y cada uno de los
países.
Este análisis, no obstante, puede tener un error de base. Y es que
tal vez ni Merkel, ni Draghi, ni los altos cargos de la Comisión estén
interesados en agrandar la tarta, sino tan solo en incrementar la parte
de ella que va destinada a las fuerzas económicas y financieras, al
capital, en detrimento de las retribuciones de los trabajadores y de las
rentas correspondientes a las clases bajas de todos los países; y eso
sí lo están consiguiendo de manera bastante perfecta, desde luego.
Los
programas de austeridad, tanto en Alemania como en los otros países,
solo son tales para la mayoría de la población, pero existe una minoría
bastante extensa que resulta muy beneficiada. Las clases económicas y
empresariales están obteniendo cambios notables en la correlación de
fuerzas, y logrando retrocesos trascendentales hacia el capitalismo
salvaje del siglo XIX." (Juan Francisco Martín Seco, Attac España, 16/05/2013)
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