"En una sociedad abierta y pluralista, por tanto laica y no sometida a
rigideces teocráticas, las leyes no deben pretender zanjar las
divergencias morales de los ciudadanos, sino crear un ámbito en el que
puedan convivir todas sin humillación de nadie.
O sea, lo contrario de
lo que ocurrió cuando el Parlamento catalán prohibió las corridas de
toros, convirtiendo en obligatoria la opción moral de una parte de la
ciudadanía contra la de los demás. Algunos que en su día apoyaron esa
ley han descubierto ahora, con motivo de la posible modificación de la
ley sobre la interrupción del embarazo, las virtudes de respetar la
decisión personal y no imponer una ética única a toda la población.
Bienvenidos a la tolerancia… o al menos a la cordura legal.
En el tema
del aborto, las perplejidades éticas son inevitables y deberían ser
celebradas como una muestra del desarrollo de la conciencia que aquilata
los valores vitales, no como un atraso. Solo un idiota moral —que los
hay— afronta esa situación con la misma despreocupación que quien se
extirpa un lobanillo.
Pero ninguna legislación puede zanjar tales
escrúpulos: si es discreta, se conformará con impedir que se vean
agravados por persecuciones penales y una clandestinidad anti-higiénica.
El supuesto de aborto lícito en el caso de una malformación grave del
feto presenta precisamente el ejemplo de un auténtico dilema moral
contemporáneo. Antes no hubiera existido, porque no teníamos la
tecnología adecuada para detectar tales casos: la cuestión la resolvía
en ciertas culturas tras el nacimiento el infanticidio (que no es lo
mismo que un “feticidio”) o la resignación ante lo que nos manda la
naturaleza o Dios.
La ética no cambia radicalmente con los tiempos, pero
como trata de la valoración de nuestras acciones evoluciona según se
amplían las capacidades humanas. Hoy podemos decidir con información
suficiente antes del nacimiento, en las primeras etapas del embarazo, y
el verdadero problema moral ahora no es si se tiene derecho a abortar en
caso de graves malformaciones sino si, conociéndolas, se tiene derecho a
dar a luz
. La norma legal debe señalar el marco razonable de ese íntimo
debate, sin aspirar a tener nunca la última palabra." (FERNANDO SAVATER, EL CORREO 30/05/2013, en Fundación para la Libertad)
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