"El
crédito alemán alimentó la burbuja del ladrillo. ¿En qué medida es
Berlín responsable, dado que conocía en qué se iba a invertir el dinero
que prestaba, de la crisis económica en España?
El problema es convertir una situación sistémica (o sea, un sistema
ladrón y totalmente pasado de rosca como era y sigue siendo el sistema
financiero internacional) en una cuestión de peleas entre naciones: las
que hacen bien las cosas y las que las hacen mal.
Este discurso
nacionalista o nacional-populista es la alternativa a reconocer la
realidad. Hay que afrontar que tenemos un sistema financiero
internacional absolutamente insostenible e injusto.
Los
españoles creamos la burbuja, que era lo que Franco nos enseñó a hacer y
hemos seguido haciendo desde el posfranquismo hasta hoy, y los alemanes
financiaron eso, sin preguntar para qué era el dinero.
Simplemente
pensaban dónde colocar sus enormes excedentes comerciales allí donde les
daban un punto porcentual de interés más. Así, entre 2005 y 2008,
bancos alemanes y franceses colocaron en España 320.000 millones de
euros, gran parte de ellos en el sector inmobiliario. Por eso, la
responsabilidad, no ya del inmobiliario sino de esta crisis sistémica,
es general.
Diría incluso que han tenido más culpa los sectores
financieros situados en el centro que los de la periferia. Desde ese
punto de vista, Estados Unidos, Alemania y Reino Unido son más
responsables que Grecia, Italia o España, por más que no haya palabras
para describir nuestra economía política, el ladrillo.
Alemania
primero presta dinero para comenzar la casa por el tejado, sin bases,
lo que conduce a un estadio de euforia y falsa riqueza en España. Luego,
cuando se derrumba el castillo, compra deuda. A los intereses iniciales
(superiores a los que obtendría en su propio país) se suman ahora los
que le reportan los bonos. ¿Ha sido así de maquiavélico?
Ante la situación de penuria que había en España, los bancos han
preferido retirar a puertos seguros el poco capital español que había,
en lugar de destinarlo a dar créditos. Y el puerto más seguro es el del
bono alemán, con lo cual hemos tenido no sólo una ruina por la situación
que se creó en España sino también una ruina agravada por la emigración
hacia el norte del capital que teníamos.
Le decía que
hace años se embolsaron los intereses del crédito que alimentó la
burbuja y luego, cuando se fastidió todo, han comprado deuda española
por los altos porcentuales que le reportaba.
No
podemos hablar en pasado, porque esto es un presente. Los bancos
alemanes y franceses siguen empantanados en el sur de Europa. Siguen
teniendo mucho dinero en riesgo aquí y por eso insisten en que todo se
focalice al pago de esta deuda bancaria a costa del sacrificio de las
clases medias y bajas de los países concernidos.
Más allá de la deuda, ¿tiene Berlín la suficiente envergadura política y económica para imponer su hegemonía en la Unión?
No.
Es la gran conclusión: Alemania, siendo más poderosa que sus vecinos,
no lo es tanto como para ser el nuevo hegemón de Europa, porque le falta
potencia para eso. Si no hay una corrección significativa, todo se
derrumbará encima de Alemania en forma de una disolución de la Unión
Europea. Es una perspectiva desintegradora. (...)
¿Cree que los mensajes apocalípticos de los gobernantes alemanes
o españoles respecto a la insostenibilidad de los servicios sociales
responden a una campaña propagandística?
Totalmente. La financiación de los servicios sociales bebe de
diversas fuentes: la situación demográfica, la productividad, el sistema
fiscal... La ideología neoliberal pretende anularlos, sólo se fija en
la demografía menguante y, a partir de ahí, saca conclusiones
definitivas.
En este contexto, hay que recordar que el estado social
europeo nació y se desarrolló en una época histórica en la que la
pirámide social europea conoció el mayor envejecimiento de la historia.
¿Podría la canciller llevar a cabo lo que ha venido a llamarse como "austericidio" sin el shock de la crisis?
Las
situaciones de gran desconcierto social son idóneas para imponer
agendas impopulares. A una sociedad paralizada, que no sabe y asustada
es muy fácil venderle ese discurso: "Recortamos porque hay
consideraciones de fuerza mayor y no queda otra alternativa".
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