6.6.13

Nouriel Roubini: "España aún no toca fondo". ¿Tendrá Europa la valentía de admitir que el plan A ha fallado y ofrecer a la economía española la ayuda que necesita?

" Al contrario que en 1930, ahora los economistas entienden a la perfección el motivo de las desgracias de España: la deuda, la austeridad y ser prisionera de una moneda única.

Remedios

Desde una perspectiva macroeconómica, la receta para remolcar el coche de la cuneta y ponerlo en condiciones de circular incluye, como mínimo, unos tipos de interés más bajos que aligeren la carga de deuda, un estímulo fiscal que alivie el dolor en las postrimerías de la aflicción de su sector privado y una moneda más débil que estimule la exportación como fuente de crecimiento y ayude a los productores nacionales a competir con las importaciones. 

Lo espantoso es que ninguno de estos remedios se está aplicando. De hecho, las palancas políticas se levantan todas en la dirección opuesta. Cuando España se recupere será a costa de un remedio de charlatán, aplicado por los curanderos del BCE, Bruselas y Madrid, que:

- Han dejado que la inflación baje demasiado.
- Han enfrentado a la eurozona al límite mínimo de cero de los tipos de interés.
- Han negado reiteradamente los problemas bancarios, para después retrasar su solución y capitalizar sólo recientemente las entidades financieras, activando el Sareb para limpiar poco a poco los balances de una forma bastante opaca.
- Han prescrito siete años de escasez bíblica con un apriete austero del cinturón en una recesión de los balances.
- Se han quedado mirando cómo subía el euro frente a otras grandes monedas.

Deuda

La carga de la deuda de España es lo más parecido a una mera resaca, ya que es el residuo acumulado del auge de la última década. La deuda total de la economía equivale al 495 por ciento del PIB, en su mayoría acumulada en el sector privado, ya que el Gobierno ha sido relativamente cauto.

 Como en Japón después de la crisis, gran parte de la deuda se asumió con la expectativa de que el auge inmobiliario y constructor español continuaría por tiempo indefinido, las rentas crecerían sin fin y el paro seguiría siendo siempre bajo. Con esos sueños desbaratados, es natural que lo que siga sea un largo periodo de desapalancamiento e impagos, que se conoce como una recesión de balances.  (...)

La construcción fallida de la eurozona ha provocado presiones en el mercado de bonos, aunque en lugar de solucionar la causa del problema (mutualizando la deuda y lanzando una facilitación cuantitativa), la periferia se vio obligada a sufrir los síntomas, recortando seriamente el gasto y subiendo los impuestos. En el caso español, la austeridad trasladó el déficit fiscal con ajuste cíclico del 10,2 por ciento en 2009 al 4,2 por ciento en 2013, registrado por el Observatorio Fiscal del FMI.  (...)

 Los recortes del Gobierno, mientras los demás sectores también ahorran (empresas, hogares y bancos reducen sus deudas), no desembocan en prosperidad sino en empobrecimiento (una perspectiva que se conoce como el enfoque de balance sectorial y Martin Wolf lleva predicando en vano desde hace muchos años).   (...)

Una unión de transferencias, garantías o mutualización de deuda en la eurozona sería necesaria para gestionar una política fiscal contra-cíclica hecha y derecha, y facilitar una unión bancaria que incluya un seguro de depósitos contra el riesgo de redenominación. Sin embargo, esos pasos importantes hacia la plena integración son improbables de momento.  (...)

Aunque las exportaciones en España han sido relativamente sólidas y las importaciones se han hundido por el descenso de las rentas, lo natural sería que una economía débil tuviese una moneda débil. Además, muchos años de subida salarial han vuelto a los trabajadores no competitivos, sobre todo frente a Alemania.

 La devaluación, aunque no es ninguna panacea, arreglaría estas presiones macroeconómicas pero pertenecer al euro se lo impide. La tolerancia del BCE a una inflación del 1,1 por ciento y un euro justamente valorado en general pero demasiado fuerte para la periferia, implica que harán falta muchos años de deflación para ajustar la competitividad en términos reales.     (...)

Si las resacas al final se desvanecen y se vuelve al equilibrio por un proceso de auto corrección, en España (y en Italia, Portugal y Grecia) la deuda, la austeridad y el euro crean un combinado tóxico crónico.

Dejar el euro tal vez fuese una catástrofe' a corto plazo, dado que España tiene 1,75 billones de euros en deuda externa, por lo que el "efecto de balance" supondría que esa deuda tiene que ser redenominada o reestructurada. En muchos casos, la consecuencia sería la quiebra.

Sin embargo, a los países de Asia en los noventa y los de Europa en los años treinta les fue mucho mejor en cuanto abandonaron las coerciones de su fijación a los estándares del dólar y el oro. Estados Unidos presentó un déficit fiscal del 15-20 por ciento del PIB durante varios años hasta salir de la Gran Depresión.

 Las deudas deben pagarse siempre que se pueda, pero si los préstamos dudosos se ocultan y le piden a un país que sacrifique su bienestar por el bien de un experimento económico egoísta e inviable, el impago podría ser inevitable. España podría acabar siendo un problema de solvencia que necesitase una reestructuración de la deuda. 

¿Tendrá Europa la valentía de admitir que el plan A ha fallado y ofrecer a la economía española la ayuda que necesita? Desde luego, mientras siga en el euro, los niveles de deuda serán inmensos y la austeridad un requisito (incluso si el ritmo de "desangrar al paciente" se ralentiza), la pesadilla seguirá y la máquina económica española se verá perjudicada más, trágicamente."          (Nouriel Roubini, El Economista)

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