"Los
constantes anuncios de la insostenibilidad a largo plazo del sistema de
pensiones públicas se presentan rodeados de un halo de inmenso rigor
que hace creer a la gente común que, efectivamente, no podrán
disfrutarlas en el futuro.(...)
No
se dice, sin embargo, que quienes vienen haciendo ese tipo de estudios
no han acertado nunca (y nunca quiere decir eso, nunca, ninguna vez) en
sus previsiones. Un caso realmente inexplicable: los bancos que se
suponen son tan cuidadosos con el dinero no tienen inconveniente en
contratar una vez detrás de otra a los mismos economistas que en la
ocasión anterior se equivocaron totalmente en su análisis y previsión de
la realidad.
Lo que evidentemente muestra que su interés no es que ésta
se descubra sino, por el contrario, falsearla para vender más
cómodamente sus productos financieros. (...)
Aparentemente
resulta muy elemental y riguroso afirmar que si estas últimas se
financian, como en España, mediante las cotizaciones de los
trabajadores, si el número de éstos disminuye mucho y, al mismo tiempo
aumenta el de jubilados, el equilibrio financiero del sistema se
resentirá sin remedio.
Pero lo que es a veces muy evidente no refleja siempre la realidad, como ocurre en este caso.
Incluso suponiendo que fuese obligado que las pensiones se financien
solo con las cotizaciones (y no por los Presupuestos Generales del
Estado, como ocurre en algunos países de nuestro entorno) resulta que
hasta el sentido común más elemental nos indica que ese equilibrio
financiero no depende solo de la relación entre trabajadores cotizantes y
jubilados.
Además del volumen total de empleados influye el cuantía del salario y
en general la distribución de la renta, la cuantía de la pensión, o la
productividad, por ejemplo.
Por eso es una simpleza y un fraude afirmar que el sistema no será
sostenible solo porque habrá más jubilados en relación con los
cotizantes porque aumenta nuestra esperanza de vida.
Puede ocurrir, y
seguramente ocurrirá pues así viene siendo desde hace decenios, que
aumente la productividad y que menos trabajadores generen mucho más
producto. Y puede suceder que el número tan elevado de parados que hoy
hay en nuestra economía disminuya y que, como en años anteriores, el
sistema vuelva a registrar superávit.
Y es deseable además que se rompa
la inercia tan desigualitaria que viene dándose y que una distribución
de la renta más equitativa proporcione muchos más recursos al sistema.
Un ejemplo sencillo muestra lo que señalo. Supongamos un país con 100
euros de ingresos cuyo 60% va a los trabajadores y el 40% a los
propietarios de capital, que el coste de las pensiones es 17 y que para
financiarlas los trabajadores dedican el 30% de su salario.
Con esa distribución de la renta resultará que el sistema tendrá
superávit de un euro, puesto que el 30% de los 60 euros que reciben los
trabajadopes es 18 (frente a 17 que cuestan las pensiones). Sin embargo,
si todo permanece igual (el número de trabajadores y el de jubilados)
pero el ingreso se distribuye al 50/50, resultará que el sistema de
pensiones tendrá un déficit de 2, puesto que el 30% de 50 es 15.
Es fácil deducir entonces que el sistema de pensiones tiene amenazas y
bien grandes: que disminuya el número de empleados y, por encima de
todo, que baje el salario y que la distribución de la renta se haga cada
vez más desfavorable para los trabajadores.
El fraude consiste en hacer creer que las amenazas son otras, que las
pensiones son muy generosas y que habrá demasiados jubilados, para
proponer entonces medidas para “resolver” la insostenibilidad del
sistema que lo que hacen en realidad es hacerlo desaparecer para
favorecer la suscripción de fondos de ahorro privados. (...)
Sin
embargo, si se hace un análisis realista se llegaría a la conclusión de
que lo que de verdad hay que hacer para salvar el sistema (que es lo
que quiere casi el 80% de la población) no es recortar pensiones o
alargar linealmente la vida laboral y disminuir el carácter solidario
del sistema para promover que la gente recurra a los seguros privados
(sobre cuya desastrosa evolución y rentabilidad, por cierto, nunca dicen
nada los sabios que se dedican a pontificar sobre el supuesto fracaso
de las pensiones públicas) sino todo lo contrario: hacer políticas que
fomenten el empleo y, sobre todo, mejorar la distribución de la renta
que es el verdadero quid de la cuestión.(...)" (Juan Torres López, 04/12/2013, Publicado
en Novas de Galiza nº 131, noviembre de 2013)
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