"(...) ahora
ha llegado la reacción contra la mundialización y la mayor libertad de
circulación de bienes, servicios, capital, mano de obra y tecnologías
que la acompañó.
Ese nuevo nacionalismo adopta formas económicas diferentes: obstáculos
al comercio, protección de activos, reacción contra la inversión
extranjera directa, políticas que favorecen a los trabajadores y las
empresas nacionales, medidas antiinmigración, capitalismo de Estado y
nacionalismo en materia de recursos.
En la esfera política, están
subiendo los partidos populistas, antimundialización, antiinmigración y,
en algunos casos, claramente racistas y antisemitas.(...)
Las
causas principales de esas tendencias están claras. Una recuperación
económica anémica ha brindado una oportunidad a los partidos populistas,
que promueven políticas proteccionistas, para achacar al libre comercio
y a los trabajadores extranjeros el prolongado malestar.
Si a ello
sumamos el aumento de la desigualdad en materia de ingresos y riqueza en
la mayoría de los países, no es de extrañar que se haya generalizado la
impresión de que se trata de una economía en la que el ganador se lleva
toda la banca, los beneficiados son sólo las minorías privilegiadas y
se distorsiona el sistema político.
En la actualidad, tanto las
economías avanzadas (como los Estados Unidos, donde una financiación
ilimitada de las autoridades democráticamente elegidas por parte de
intereses empresariales financieramente poderosos es una simple
corrupción legalizada) como en los mercados en ascenso (donde los
oligarcas dominan con frecuencia la economía y el sistema político)
parecen estar al servicio de minorías.
En cambio, para las mayorías sólo ha habido un estancamiento prolongado,
con una reducción del empleo y unos salarios estancados. Donde la
inseguridad económica resultante para las clases trabajadoras y medias
es más acuciante es en Europa y en la zona del euro, en muchos de cuyos
países los partidos políticos –principalmente de derechas– superaron en
votos a las fuerzas centrales en las elecciones al Parlamento Europeo
del pasado fin de semana.
Como en el decenio de 1930, cuando la “gran
depresión” propició la aparición de gobiernos autoritarios en Italia,
Alemania y España, una tendencia similar podría estar en marcha.
Si no se recupera pronto el aumento de los ingresos y de los puestos de
trabajo, los partidos populistas podrían acercarse más al poder en el
nivel nacional de Europa y los sentimientos anti-UE podrían paralizar la
integración económica y política europea. Peor aún: la zona del euro
podría volver a estar en riesgo; algunos países (el Reino Unido) podrían
salir de la UE; otros (el Reino Unido, España y Bélgica) podrían acabar
desmembrándose. (...)
Incluso
en los EE.UU. se ve que la inseguridad económica de una gran clase
marginal blanca que se siente amenazada por la inmigración y el comercio
mundial está influyendo cada vez más en las facciones de extrema
derecha y del Tea Party dentro del Partido Republicano. Esos grupos se
caracterizan por el nativismo económico, las inclinaciones
antiinmigración y proteccionistas, el fanatismo religioso y el
aislacionismo geopolítico.
Se ve una variante de esa dinámica en Rusia y en muchas partes de la
Europa oriental y del Asia occidental, donde la caída del Muro de Berlín
no dio pasó a la democracia, la liberalización económica y un rápido
aumento de la producción, sino que regímenes nacionalistas y
autoritarios llevan en el poder la mayor parte del último cuarto de
siglo aplicando modelos de crecimiento propios del capitalismo de
Estado, que sólo garantizan unos resultados económicos mediocres. (...)
También
en Asia resurge el nacionalismo. Los nuevos dirigentes del Japón,
China, Corea del Sur y ahora de la India son nacionalistas políticos en
regiones en las que las disputas territoriales siguen siendo graves y se
están enconando agravios históricos muy antiguos.
Dichos dirigentes
–además de los de Tailandia, Malasia e Indonesia, que avanzan en una
dirección nacionalista similar– deben abordar imperativos importantes en
materia de reformas estructurales para poder reavivar el crecimiento
económico en disminución y, en el caso de los mercados en ascenso,
evitar la trampa de los ingresos medios.
El fracaso económico podría
contribuir a intensificar aún más las tendencias nacionalistas y
xenófobas... e incluso desencadenar conflictos militares. (...)
Esta
vez el daño causado por la gran recesión está sometiendo a las
economías avanzadas a un estancamiento prolongado y creando grandes
dificultades para el crecimiento estructural en los mercados en ascenso.
Es un terreno ideal para que el nacionalismo político y económico
arraigue y prospere. Se debe ver la reacción actual contra el comercio y
la mundialización en el marco de lo que, como sabemos por experiencia,
podría venir a continuación." (Nouriel Roubini, Project Syndicate, en Jaque al neoliberalismo, 10/06/2014)
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