"(...) Desde mi punto de vista, el sistema
tributario basado en Impuestos sobre la Renta ha tocado techo, sean
estos analíticos o sintéticos; proporcionales o progresivos; lineales,
duales o con tarifa.
Cualquier reforma que se realice en cualquier país
irá en la dirección de la recientemente aprobada reforma en España, es
decir, yendo cada vez más a un sistema impositivo que no tendrá en
cuenta la capacidad real de pago de los contribuyentes.
Para solventar este pequeño dilema se
tienen que buscar, sin ser demasiado “radical”, figuras tributarias
que, manteniendo el nivel de recaudación, incidan y aumenten las
cualidades de los principios tributarios de equidad y de eficiencia.
Y,
si además, se consigue un menor fraude, ante la menor posibilidad de
elusión fiscal y una mejor redistribución de los recursos (gran fin de
todo sistema tributario), bienvenido sea.
Una de las posibilidad de reforma en
este sentido se nos presenta ante una propuesta de implementación de un
Impuesto sobre el Gasto como verdadera alternativa fiscal progresiva,
eficiente y redistribuidora de la riqueza.
Sin entrar en un gran detalle de
información técnica, que se escapan a la extensión de este artículo y
dando sólo unas pequeñas pinceladas… ¿Cómo se configuraría un impuesto
de este tipo?
· El impuesto sobre el gasto
pretende gravar la capacidad de pago, tanto de personas físicas como
jurídicas, por lo que la base imponible del impuesto consideraría todos
los ingresos del individuo para no subestimar esa capacidad de pago.
Se determinarían una serie de gastos exentos o deducibles (educación,
médicos, ciertas pensiones…) que no formarían parte de las base
imponible.
· La unidad contribuyente sería el individuo, para evitar efectos desincentivadores sobre el trabajo en el segundo perceptor de rentas de la unidad familiar ante altos tipos marginales. Junto con el individuo tributarían menores no emancipados y mayores dependientes.
· La tarifa sería progresiva y aplicable al gasto neto per capita.
· Creación de un impuesto sobre patrimonio que grave realmente la riqueza con un mínimo exento bajo y una tarifa progresiva.
· Mejoría la administración del impuesto al reducir los problemas de valoración de rendimientos de capital y beneficios empresariales, reducía las tensiones inflacionistas y disminuiría la posibilidad de evasión y elusión fiscal.
· La equidad aumentaría al considerar la capacidad de pago de todo el ciclo vital.
· Los impuestos sobre la renta distorsionan la elección entre ahorro-consumo ya que los rendimientos del ahorro son gravados y aumentan el coste del consumo futuro. El impuesto sobre gasto evitaría esta distorsión, aumentando la eficiencia impositiva.
· Sobre los efecto redistributivos cabría decir que nos sería necesario aplicar ajustes por inflación, ni implementar reglas especiales de valoración de las ganancias de capital.
· Por último, también se darían los siguientes efectos macroeconómicos: sería un elemento de control de la demanda, aumentaría la recaudación, se tendría en cuenta la rentabilidad financiero fiscal de las inversiones.
Por lo tanto, la configuración de un sistema impositivo cuya figura
principal fuera un Impuesto sobre el Gasto cumpliría en mayor grado la
conocida frase que nos enseñan en las clase de tributación en la
facultad y que cada vez se cumple menos: “De cada unos según su
capacidad, a cada uno según su necesidad” (Antonio Lozano Grande, Blog Economía para todos en Diagonal Periódico , en Economía Crítica y Crítica de la Economía, 26/08/2014)
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