"Uno de los mitos que se reproduce con mayor frecuencia en el
conocimiento económico neoliberal (y que los gobiernos conservadores y
neoliberales –como el gobierno Rajoy- aplican constantemente en sus
políticas públicas) es que la bajada de impuestos a las personas más
pudientes de la sociedad (lo que a nivel popular se conoce como los
ricos y super-ricos) beneficia a toda la población, pues dicho acto
discriminatorio a favor de las rentas superiores estimula la economía y
facilita el crecimiento económico y la producción de empleo.
Se supone
que el dinero que se ahorran los ricos y super-ricos (al pagar menos
impuestos) lo invierten, y, como resultado, crecen la producción y el
empleo.
Tal mito (en realidad, dogma) del pensamiento neoliberal se repite
constantemente en los medios de información y persuasión económicos, a
pesar de que la evidencia científica no avala ese supuesto. En realidad,
la evidencia publicada en las revistas científicas más creíbles muestra
los datos que desmerecen dicho mito.
Así, en EEUU, el tipo impositivo
marginal (marginal tax rate) máximo del impuesto sobre la renta fue,
hasta los años 70, del 70% de los ingresos por encima de 250.000 dólares
de la época. A partir de la segunda mitad de la Administración Carter
(el Presidente demócrata más conservador que EEUU haya tenido desde la
II Guerra Mundial) y de la Administración republicana presidida por
Ronald Reagan, dicho tipo marginal máximo se redujo espectacularmente,
de manera que alcanzó la tasa más baja en 1990, durante la
Administración republicana del Presidente Bush padre.
Subió algo más
tarde bajo la Administración Clinton, pero nunca lo hizo por encima del
40%. Tal reducción, sin embargo, no se tradujo en ningún aceleramiento
del crecimiento económico, en un aumento de las inversiones, o en un
crecimiento de la productividad. (...)
¿Qué impacto tuvieron las reducciones de impuestos a los super-ricos?
En realidad, la economía estadounidense
creció más durante los periodos en los que la totalidad de los impuestos
a los ricos y super-ricos crecieron más. Y al revés, la economía creció
mucho menos (como durante los grandes recortes de los impuestos a las
rentas superiores realizadas por el Presidente republicano Bush hijo)
cuando tales impuestos se redujeron, manteniéndose muy bajos.
En
realidad, se ha calculado que cada incremento de un 10% de los impuestos
a las rentas superiores determinaría un incremento de la tasa de
crecimiento económico de un 1% (ver el artículo antes citado de
Friedman).
Tampoco es cierto que una reducción de
los impuestos a los ricos y super-ricos conduzca a un incremento en las
inversiones. Los datos muestran que, a pesar de la reducción muy notable
del gravamen sobre las rentas superiores, la tasa de inversión sobre el
PIB (es decir, el porcentaje del PIB que se invierte) se ha mantenido
prácticamente constante.
La evidencia científica de que el nivel de
imposición de las rentas superiores no tiene ninguna influencia en el
porcentaje del PIB que se invierte es abrumadora (ver Thomas Hungerford
“Taxes and the Economy: An Economic Analysis of the Top Tax Rates Since
1945”, Congressional Research Service, 2012). Lo que sí juega un papel
determinante en la inversión es el nivel de demanda en una economía, muy
relacionada con el nivel salarial y la tasa de ocupación.
A mayores
salarios y mayor ocupación hay mayor nivel de demanda, y a mayor aumento
de la demanda, mayor es el incremento de la inversión y mayor es la
producción de los productos y servicios demandados.
De ahí que las
políticas de reducción salarial y destrucción de empleo (como las que se
están siguiendo en España) sean contrarias a las que deberían
realizarse para incrementar la demanda, la inversión y la producción de
empleo.
Ante esta realidad, el lector se
preguntará: ¿por qué, pues, se siguen estas políticas? La respuesta no
la encontrará en las páginas económicas de la mayoría de los medios de
mayor difusión.
Y no la encontrará porque la respuesta creíble no puede
derivarse del conocimiento económico dominante, sino que le tendrá que
llegar de los análisis del contexto político, que determina que tales
políticas sean las que se imponen, y no otras. Es una respuesta política
y no económica. En realidad, la mayor parte del pensamiento neoliberal
intenta despolitizar las decisiones del Estado, presentándolas como
necesarias (recuerde el famoso eslogan “No hay alternativas”) y las
únicas posibles.
La realidad es que estas decisiones y el pensamiento
neoliberal son profundamente políticos, pomposamente y erróneamente
presentados como “conocimiento científico” (véase la sección neoliberal
“Classe d’Economia” -Clase de Economía- del programa de TV3 Divendres),
que reproduce un mensaje claramente ideológico que se sostiene en los
valores e intereses de los grupos sociales con rentas superiores
derivadas, en gran parte, de las rentas del capital, y que la ideología
neoliberal promueve." (Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 24 de julio de 2014, en www.vnavarro.org, 24/07/2014)
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