"(...) Hay que ser claros y
contundentes: no afrontar una auditoría, reestructuración, quita e
impago es irresponsable política y económicamente. La
justificación política es directa, la sociedad española no tiene por qué
pagar proyectos megalómanos que solo han servido para beneficiar a
amigos, constructores, familiares y demás fauna neoliberal.
Aquella
deuda que ha sido contraída por el Estado y que responde a procesos de
corrupción, es ilegítima y odiosa, y no existe argumento democrático
alguno para obligar a una sociedad entera a soportar esta especie de
señoreaje neofeudal. (...)
(...) no se puede salir del agujero negro en el que ya estamos metidos sin resolver el problema de la deuda. (...)
España a pesar de ser deudor, tiene una posición de relativa fuerza en este proceso, ya que acumula el 10,7% del total de la deuda en la eurozona, lo que supone el 12,4% del total de los pagos por intereses de deuda pública.
Pero hay un equilibrio
entre el hecho de que cuanta más deuda acumulemos, más capacidad de
negociación tendremos (somos sistémicos), y la realidad de que si
acumulamos demasiada deuda -y estamos en camino-, perdemos cualquier
tipo de capacidad negociadora y quedamos en las manos de los mercados
que impondrán sus condiciones. (...)
Por eso es tan importante para España reestructurar su deuda, pero además, entrar a la negociación intentando agrupar el mayor número de países deudores posibles. Grecia y Portugal han de ser dos de los principales apoyos políticos a buscar, pues su situación periférica es de la misma naturaleza que la de España.
Las
poblaciones de estas periferias están condenadas a soportar una
desindustrialización masiva, un incremento de su fragilidad económica
–más sometida a los vaivenes financieros–, y una desaparición de
instituciones asociadas al Estado de Bienestar. (...)
Pero si el apoyo político de Grecia y Portugal es importante, no es suficiente en términos económicos, por lo que tenemos que pensar en Francia e Italia cuya situación económica está empeorando notablemente en los últimos tiempos.
No sería descabellado
pensar en buscar apoyos en ese sentido, y aunque no es el caso en
ninguno de ellos, apoyar cambios políticos que compartan esta
perspectiva en ambos países, ya que la periferia europea (PIIGS) más
Francia supondrían más del 60% del total de deuda pública de la
eurozona, lo que nos situaría en una posición de fuerza. (...)
Es un cambio desde el centro de Europa hacia la periferia, y desde el centro de la oligarquía económico financiera hacia el conjunto de la sociedad europea. Frente a este cambio, podemos y debemos proponer otro basado en principios diferentes, cuyo punto de partida sea la auditoría, reestructuración, quita e impago parcial de parte de la carga de la deuda de las periferias europeas.
Si la UE quiere sobrevivir democráticamente, este es
el único camino que le queda, pues ningún sistema institucional puede
perdurar en contra de los intereses de la mayor parte de su sociedad si
no transita caminos peligrosamente autoritarios.
Por tanto si
la UE quiere seguir existiendo, el proceso de construcción será desde la
periferia hacia el centro, desde abajo hacia arriba, impuesto desde las
necesidades de las multitudes a los intereses de las minorías. Esta nueva Europa está en marcha, y su punto de partida pasa necesariamente por España y su cambio político. (...)" (Iván H. Ayala, Econonuestra, 09/12/2014)
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