"(...) resulta impresionante contemplar la devastación de Grecia.
Algunos
informes de prensa que he visto indican que el país ha estado fingiendo
sus males, para evitar las medidas drásticas que la situación exige. En
realidad, ha hecho ajustes enormes: reducir drásticamente el empleo y
los salarios públicos, recortar los programas sociales, subir los
impuestos.
Si quieren hacerse una idea de la escala de las medidas de
austeridad, sería como si Estados Unidos hubiese aplicado unos recortes
del gasto y unas subidas de impuestos equivalentes a más de un billón de
dólares al año. Al mismo tiempo, los sueldos del sector privado se han
desplomado. Pero la cuarta parte de los trabajadores griegos, y la mitad
de los jóvenes, sigue en paro.
Mientras tanto, la situación de la
deuda no ha hecho más que empeorar, porque la relación entre deuda
pública y el PIB ha alcanzado una cifra de récord —sobre todo por la
bajada del PIB, no por el aumento de la deuda— y porque ha surgido un
gran problema de deuda privada, a causa de la deflación y la depresión.
Hay algunos aspectos positivos; la economía está creciendo un poco, por
fin, gracias en gran medida a la recuperación del turismo. Pero, en
general, han sido muchos años de sufrimiento para obtener una recompensa
muy pequeña.
Lo llamativo, teniendo todo eso en cuenta, ha sido
la buena disposición de la ciudadanía griega a asumirlo, a aceptar las
afirmaciones de la élite política sobre que el dolor era necesario y
que, al final, conduciría a la recuperación. Y la noticia que ha agitado
a Europa estos últimos días es que los griegos podrían haber llegado a
su límite.
Los detalles son complejos, pero en esencia, el actual Gobierno está
intentando recurrir a una maniobra política bastante desesperada para
posponer las elecciones generales. Y, si fracasa, es probable que las
elecciones las gane Syriza, un partido de izquierdas que ha exigido una
renegociación del plan de austeridad, lo que podría llevar a un
enfrentamiento con Alemania y a una salida del euro.
Lo importante
aquí es que los griegos no son los únicos que están hartos de lo que
pasa en Hellas (el nombre de su país en griego) y no van a seguir
soportándolo. Fíjense en Francia, donde Marine Le Pen, la dirigente del
partido anti-inmigración Frente Nacional, supera en los sondeos a los
principales candidatos de la izquierda y la derecha.
Fíjense en Italia,
donde alrededor de la mitad de los votantes apoya a partidos radicales
como la Liga Norte y el Movimiento Cinco Estrellas. Fíjense en Gran
Bretaña, donde los políticos anti-inmigración y los separatistas
escoceses ponen en peligro el orden político.
Sería terrible que
cualquiera de estos grupos —a excepción, sorprendentemente, de Syriza,
que parece relativamente benigno— llegase al poder. Pero hay una razón
por la que están en auge.
Esto es lo que pasa cuando una élite se arroga
el derecho de gobernar basándose en sus supuestos conocimientos, su
comprensión de lo que se debe hacer, y luego demuestra que, en realidad,
no sabe lo que hace y es demasiado inflexible ideológicamente para
aprender de sus errores. (...)" (
Paul Krugman , El País,
13 DIC 2014)
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