25.2.15

La radicalización de las clases medias es la consecuencia política más grave de la crisis económica

"La radicalización de las clases medias es, probablemente, la consecuencia política más palmaria de la crisis económica. El reciente triunfo de Syriza en Grecia o las importantes expectativas electorales de Podemos lo acredita sin necesidad de mayores explicaciones. 

Incluso en países con un fuerte equilibrio social bajo el mantón de la República, como Francia, las costuras que han permitido mantener a las clases medias dentro del ‘sistema’ han saltado por los aires.

 El Frente Nacional es hoy algo más que un reducto de la extrema derecha. También en los países escandinavos, modelo de cohesión social, se está produciendo una fuerte erosión de los partidos tradicionales en beneficio de los nuevos populismos con tintes xenófobos.

Millones de familias han radicalizado su discurso como una especie de tabla de salvación frente a lo establecido. Al fin y al cabo, muchos ciudadanos están convencidos de que tienen poco que perder si apuestan por programas que se sitúan en los extremos. 

Está acreditado que a medida que se produce un ensanchamiento de las desigualdades salariales o un deterioro creciente de las condiciones laborales (empleo de usar y tirar), la polarización política tiende a aumentar. La identificación del votante con el sistema se evapora. No hay razones para permanecer dentro.

Responsabilizar a la crisis económica de este fenómeno es, sin embargo, parcial. La crisis de las clases medias es anterior al estallido de la burbuja del crédito. Su origen hay que encontrarlo en la insuficiencia de puestos de trabajo (los niveles de desempleo estructural son escandalosos en algunos países) y en el deterioro de algunos servicios públicos esenciales (deficiencias de los sistemas educativos) que antes servían de pararrayos social. Como consecuencia de ello, un número cada vez más relevante de ciudadanos se siente extraño al sistema político.

Si el modelo económico y social no es capaz de proteger a los hogares, parece evidente que no hay ninguna razón para creer en él. Sobre todo cuando en paralelo el sistema fiscal se ha apoyado fundamentalmente en los asalariados al tiempo que privilegiaba a quienes obtienen sus rentas de fuentes no salariales.

 Con razón Chumy Chúmez sostenía con acidez en una célebre viñeta que los contribuyentes eran en realidad unos manirrotos porque al fin y al cabo se lo gastaban todo en impuestos  (...)

Millones de hogares que antes tenían sentido de pertenencia a las clases medias se ven hoy muy cerca de la pobreza relativa. Sin duda, por la eclosión de eso que se ha venido en denominar ‘trabajadores pobres’, y que afecta no sólo a los empleados de baja cualificación, sino también a ciudadanos bien formados atrapados por una frustración creciente.

 Sorprende, en este sentido, ver estos días a gente muy formada dispuesta a tirar por la calle de en medio y llevarse por delante todo lo logrado en los últimos años simplemente para dar un escarmiento a una clase política que hace mucho tiempo que perdió el oremus. (...)

Robert Reich, un antiguo secretario de Empleo de EEUU lo definió en su día de forma magistral cuando decía que el sistema se basaba en que los empresarios pagaban a los trabajadores lo suficiente para que éstos pudieran comprar lo que sus empresas vendían. 

 Ese pacto social es el que se ha quebrado, y de ahí la radicalización de las clases medias, que progresivamente se han visto amenazadas y han ido abandonando su papel de ciudadanos para convertirse en espectadores de una realidad que se cuenta en la televisión como un producto de entretenimiento.

La situación es tan evidente que incluso una compañía con fama de imponer condiciones leoninas a sus trabajadores, como es el gigante de la distribución estadounidense Walmart, ha decidido subir el salario a sus 500.000 trabajadores (hasta los nueve dólares la hora) para que la bicicleta siga rodando.  (...)

No se está, por lo tanto, ante un fenómeno político caído del cielo o ante una respuesta puntual a un problema derivado de una crisis económica muy intensa. La erosión de los ingresos (y sus consecuencias sobre el orden político) es el fruto de una estrategia de política económica equivocada -un reciente estudio de la Caixa ha demostrado que estamos ante una salida mucho más lenta de la crisis que en la recesiones de 1981 y 1992- que ha liquidado la dignidad del salario

A lo mejor ese es el mejor antídoto para conjurar los populismos."                      (La radicalización de las clases medias, de Carlos Sánchez en El Confidencial, en Caffe Reggio, 22/02/2015)

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