"Cuando estuvimos en Atenas, hace un mes y coincidiendo con el triunfo
electoral de Syriza, no vimos por ninguna parte a ciudadanos rescatados
por la Unión Europea. Tampoco rescatados por España, sobra decir.
El
hambre, la pobreza o la privación era lo que uno efectivamente podía ver
en las calles. Y, desde luego, no es esa la estampa que uno imagina
cuando se habla de sujetos rescatados. Uno espera que al menos los
rescatados puedan sobrevivir con holgura. Sin embargo, los que vimos, a
duras penas. Entonces, ¿qué ha pasado en Grecia en estos años? (...)
En aquel año de 2009, ningún Estado europeo tenía en su posesión deuda
pública griega. Toda la deuda griega era de naturaleza privada. En
concreto, los bancos franceses y alemanes habían comprado títulos
públicos griegos por el valor astronómico de 183.200 millones de euros.
Los bancos españoles habían invertido mucho menos, unos 2.000 millones
de euros. En ese mar de tranquilidad, la prima de riesgo aún era
desconocida. (...)
En cuanto el primer ministro griego –del
PASOK- reconoció que habían hecho trampas contables –los de ND- para
disimular el verdadero déficit, se disparó el miedo entre los
inversionistas privados. Éstos comenzaron a deshacerse de los títulos de
deuda pública griega por el miedo a no poder recuperar el dinero
prestado. Esta dinámica generalizada –con un impasible Banco Central
Europeo- tuvo como consecuencia que la prima de riesgo iniciara una
intensa senda ascendente que alcanzaría su máximo en marzo de 2012.
El aumento de la prima de riesgo fue de
tal cuantía que al estado griego no le quedó más remedio que pedir
ayuda. Así llegó el primer acuerdo propuesto por la Comisión Europea,
secundado por el Fondo Monetario Internacional, el presidente del BCE y
la canciller alemana. La troika había nacido. Llegaban así los primeros
préstamos, siempre condicionados a la ejecución de recortes en gasto
público y otras reformas estructurales de carácter neoliberal. (...)
Unos meses más tarde el Banco Central
Europeo vino al rescate. El BCE realizó una compra masiva de bonos
griegos a muchos bancos europeos, que estaban deseando deshacerse de ese
enorme riesgo. ¡Les hizo un favor! Si Grecia no pagaba, le hubiera
tocado hacerlo a los bancos alemanes y franceses. ¡Mucho mejor que el
riesgo lo tuviera el BCE!
Para mayor suerte para los bancos, unos
meses más tarde se aprobó la creación del Fondo Europeo de Estabilidad
Financiera. Se trataba de un mecanismo temporal que se utilizaría para
financiar al Estado griego a precios levemente inferiores a los de
mercado, utilizando para ello las garantías del resto de Estados
miembros.
Eso significaba que los inversores internacionales podían
prestar ahora a Grecia sin peligro: si todo iba bien, ellos cobraban; si
iba mal y el bipartidismo griego no podía pagar, entonces varios
Estados europeos se harían cargo del coste.
Como consecuencia de esos acuerdos,
durante este periodo de tiempo se fue trasladando el riesgo de impago
griego desde los bancos hacia los Estados europeos. (...)
Tiempo para que los bancos europeos pudiesen ir deshaciéndose de los
títulos de deuda pública al mismo tiempo que los Estados europeos y el
BCE pasaban a ser propietarios de los mismos. Así las cosas, cuando se
hizo finalmente la reestructuración de la deuda pública, en abril de
2012 (¡dos años más tarde!), buena parte de los bancos europeos no
perdieron nada porque ya se habían retirado del negocio. (...)
A día de hoy, los bancos europeos apenas tienen exposición. (...)
¡Qué paradoja! A pesar de que fueron los bancos privados quienes
realizaron malas inversiones al prestar dinero a un agente económico que
más tarde se declaró insolvente, como Grecia, hoy día son los
contribuyentes del resto de economías europeas los que corremos el
riesgo de un impago de la deuda pública griega.
A día de hoy, los
contribuyentes españoles tenemos una exposición a la deuda pública
griega de más de 27.000 millones de euros. Es mucho, pero en realidad se
trata de una cantidad siete veces inferior a la exposición que tenían
en diciembre de 2009 los bancos alemanes y franceses. (...)" (Alberto Garzón y Eduardo Garzón, Público.es, 20/02/2015)
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