28.4.15

El 8 de abril de 2015 en Grecia debe terminarse el dinero. O dejan de pagar a los deudores, o dejan de pagar a los funcionarios

"El 8 de abril de 2015 en Grecia debe terminarse el dinero. Bueno, no totalmente, por supuesto, pero el gobierno formado por el partido de izquierdas Siriza se encuentra ante una elección: o dejar de pagar a los creditores, o dejar de pagar el salario a los funcionarios. 

Paralelamente, las fuente oficiales griegas organizan "filtraciones" en la prensa occidental advirtiendo de que están preparadas para notificar un default sobre la deuda e incluso a salir de la eurozona, volviendo a la moneda nacional, el dracma.

En el momento en que escribo este artículo todavía no se sabe cómo terminará todo esto, tanto más cuanto la publicidad sobre la determinación del gobierno griego y sus planes son, sobre todo, parte del juego diplomático de Atenas, buscando otro retraso por parte de los creditores. 

Sin embargo, a fin de cuentas, lo más importante no es cómo actúan los políticos izquierdistas que han llegado al poder en Grecia, y ni siquiera cómo reaccionarán ante sus amenazas las sociedades bancarias y los líderes de la Unión Europea. 

Esta crisis local se puede resolver con otro compromiso que posponga el colapso final. Lo más importante es otra cosa: la lógica general de la crisis hace este colapso inevitable. Y no importa cuánto se retrase, tarde o temprano se producirá.

Mientras tanto, cualquiera que haya observado el drama griego durante un tiempo se plantea la pregunta: ¿Por qué la Unión Europea rechaza tozudamente condonar la deuda y aliviar la situación? (...)

 Una situación así difícilmente se puede explicar simplemente por los errores de los políticos y los banqueros que toman las decisiones, tanto más cuanto ellos (al menos aparentemente) no parecen idiotas. Para ser justos hay que decir que la "calidad" de las clases dirigentes contemporáneas en los últimos 20 años ha disminuido incesantemente, su nivel intelectual y cultural ha caído catastróficamente, y las medidas neoliberales de reducción de fondos para ciencias humanas y de reducción de programas educativos ha llevado a una degradación crítica de la calidad de los análisis disponibles por parte de los gobiernos. 

En este sentido Rusia, con todas sus limitaciones, se encuentra completamente en la tendencia general.

Y sin embargo la persistencia de Berlín y Bruselas en relación a Grecia no se puede explicar simplemente por tozudez y estupidez.

Se trata más bien de que quienes toman las decisiones se encuentran atrapados en trampas institucionales de las que no se puede salir sin cometer un suicidio político.

Los griegos -no solo los políticos sino también los ciudadanos comunes- temen la salida del país del euro no ya menos sino quizá más que los banqueros alemanes. Y el daño que sufriría la eurozona por estos acontecimientos no será tan grande como los problemas para la misma Grecia.

 Pero el problema es que la salida de Grecia de la eurozona, el Grexit, pueda ser un precedente para otros países en situación análoga, desequilibre el sistema y muestre lo que más teme Bruselas: que las políticas y las decisiones de gestión tomadas por la Eurozona no sean irreversibles.

Si la crisis afectase solo a Grecia o solo al sur de Europa, no sería tan terrible para la Unión Europea. Pero estamos hablando de contradicciones sistémicas que han llegado a su cénit. Por un lado, el modelo económico y social neoliberal aplicado en todos los países de Europa (incluyendo, naturalmente a Rusia), ha socavado el mercado interno, ha destruído los estímulos al desarrollo de la producción, la ciencia, la educación. 

De hecho, todos los sectores de la economía excepto el bancario. Por otro lado, cambiar cualquier cosa resulta prácticamente imposible porque a partir del tratado de Maastrich, los principios del sistema neoliberal se convirtieron en los fundamentos constitucionales de la integración europea y abandonarlos es imposible sin que colapse toda la estructura que se ha construído en los últimos 20 años. (...)

Alemania sigue siendo, hasta ahora, la única feliz excepción, porque ante un panorama de caída general de la demanda de los productos de calidad y alta tecnología, utilizando sus ventajas competitivas desplaza a los productores más débiles y aumenta su cuota de mercado.

 Además los principales bancos, que exprimen el jugo de todo el continente, son precisamente alemanes. A menudo están orgánicamente conectados con los consorcios industriales y la industria en Alemania recibe créditos mucho más baratos que en los países competidores. Pero, ¡ay!, hemos llegado aquí a los límites del crecimiento. El sistema empieza a colapsar y por tanto se plantea la cuestión de cómo mantenerlo sin cambiar nada en lo substancial.

Hay solo dos caminos que si no lo impiden, pueden al menos retrasar la catástrofe: mantener la demanda efectiva en condiciones de caída del mercado gracias a un crecimiento continuo de la burbuja del crédito y lanzar al sistema económico nuevos recursos expandiendo este gracias a conquistas coloniales, como hizo Europa occidental a finales del siglo XIX durante la "depresión tardovictoriana". Ambos escenarios se llevan a cabo: uno en Grecia, España y Portugal, el otro, en Ucrania.

En última instancia la bancarrota del modelo económico se convierte en una crisis social, política y militar.

De forma paralela, el desarrollo de los acontecimientos en Grecia y Novorossía son en realidad parte de un único proceso.  (...)

 Pero el sistema simplemente no tiene tiempo y recursos para, en condiciones de crisis, dedicarse a la "domesticación" de la nueva ola de movimientos de oposición como hizo durante el periodo 1990-2000 con los políticos socialdemócratas y comunistas, con "respetables" intelectuales trostquistas.

 Por eso la política de la élite en relación a estas fuerzas políticas será extremadamente dura, condenándolos a la radicalización incluso contra su propia voluntad. De forma similar, la presión ejercida por los círculos dirigentes franceses sobre el Frente Nacional de Marine Le Pen,  ha llevado al paradójico resultado de forzarlo a buscar una nueva base social, insensible a la propaganda de la prensa oficial y los sermones de los intelectuales. 

Esta base ha resultado ser los descendientes de emigrantes árabes y africanos, que votaron masivamente por el partido de Marine Le Pen en las últimas elecciones regionales.   (...)"         Borís Kagarlitsky , rabkor.ru , en Rebelión, 27/04/2015)

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