Merche Pérez
"El suelo se abrió bajo los pies de Merche Pérez el
pasado martes cuando supo que su solicitud de ayuda social había sido
denegada. La suya fue una de las 3.000 presentadas para tener acceso al
cheque social, el programa estrella del Concello en el campo social que
reparte 1,8 millones de euros entre los solicitantes a la vez que
reserva 200.000 más para reclamaciones con fundamento.
«No puedo entender como rechazan una solicitud como
la mía. Mi caso es muy sencillo, tengo unos ingresos escasos y tres
hijos que atender, y las cuentas no cuadran. Por eso estaba convencida
de que me lo iban a dar», explica visiblemente afectada.
Las cuentas de Merche realmente son sencillas de
entender. Divorciada desde el año pasado, el padre de su hija menor, de 6
años, le pasa 125 euros al mes «eventualmente, cuando se lo puede
permitir». Con esto y los 426 euros que percibe de ayuda familiar tras
haber consumido el subsidio de desempleo tiene que hacer frente a las
necesidades de cuatro personas.
Se
trata de sus dos hijos mayores, Xabier y Rubén, de 19 y 15 años, además
de Sabela y ella misma. El gasto principal es el alquiler de la
vivienda, 325 euros mensuales en una casa situada a caballo entre Cabral
y Candeán. Además, alimentación, recibos, vestuario y todos lo
imaginable para los cuatro integrantes de la familia.
«La situación se resume fácilmente: no puedo hacer
frente a los gastos básicos y ahora mismo debo dos meses del alquiler y
varios recibos, y la bola seguirá creciendo sin la ayuda municipal». Y
ello a pesar de que en los últimos tiempos recibió ayudas de emergencia
del Concello, en concreto, «el pago del alquiler de octubre y dos
recibos de electricidad» que le permitieron reducir el montante de sus
deudas.
«Pero yo contaba también con el cheque social ya que me veo en
el dilema de elegir entre pagar el alquiler o dar de comer a mis hijos».
En el caso de la vivienda, esta viguesa de 47 años
tiene que dar la cara a diario ante los propietarios, una pareja mayor
que vive en la misma casa. En su momento intentó encontrar un alquiler
más céntrico, pero no pude conseguirlo. «Tras divorciarme busqué en el
casco urbano, pero sin un contrato de trabajo nadie quiso hacerlo y
tuvimos que desplazarnos al extrarradio», explica.
Pero incluso aunque hubiera recibido la ayuda
municipal (la media es de 1.000 euros, con picos del doble e incluso el
triple, y otros muchos que solo percibirán unos cientos de euros), el
día a día de la familia es complicado en el plano económico. Lo único
que podría resolverlo sería encontrar un trabajo, pero Merche empieza a
desesperar de que sea posible.
«Estuve unos diez años trabajando como ayudante de
cocina en una empresa de cátering. Al principio eran contratos de nueve o
diez meses, pero últimamente solo sustituciones y bajas, aunque la
última fue de ocho meses. Y después nada», se lamenta. (...)
Mientras, intenta digerir la pérdida del cheque social, «que me hubiera
permitido arreglar mi viejo coche, que no puede pasar la ITV, y la
lavadora, que lleva siete meses averiada. Lavo en casa de unos amigos a
veces, pero no puedo estar siempre tirando de la gente. Y sin coche,
viviendo fuera de la ciudad, eso sí que es exclusión social». (vigo / la voz, 26 de noviembre de 2015)
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