"Justo cuando comienza a ganar aceptación general la noción de que las
economías occidentales entran en una “nueva normalidad” de bajos índices
de crecimiento, comienzan a surgir dudas sobre su continuidad. En lugar
de ello, puede que el mundo se encamine hacia una encrucijada económica
y financiera cuya dirección dependa de las decisiones de políticas
clave que se adopten.
(...) la mayoría de los observadores ya vieron signos de que tendría
consecuencias más profundas y que las economías avanzadas se
enquistarían en una frustrante e inusual trayectoria de bajo
crecimiento. En mayo de 2009, mis colegas de PIMCO y yo hicimos pública
esta hipótesis, llamándola la “nueva normalidad”. (...)
El concepto tuvo una recepción más bien gélida en los círculos
académicos y políticos, respuesta comprensible si se considera el fuerte
condicionamiento a pensar y actuar cíclicamente.
Pocos estaban
preparados para admitir que las economías avanzadas lo habían apostado
todo al modelo equivocado, y mucho menos que deberían dirigir la mirada
hacia las economías emergentes para tener mejores perspectivas sobre los
impedimentos estructurales al crecimiento, como el sobreendeudamiento y
el exceso de la desigualdad.
Pero la economía no se recuperaba.
Por el contrario, el lento
crecimiento y el alto desempleo no sólo persistieron por años, sino que
también empeoraron los tres factores de la desigualdad (ingreso, riqueza
y oportunidades). Las consecuencias se extendieron mucho más allá de la
economía y las finanzas, afectando los acuerdos políticos regionales,
amplificando las disfunciones políticas nacionales y alimentando a los
partidos y movimientos antisistema.
Puesto que se hace cada vez más difícil justificar la expectativa de
una recuperación en V, finalmente la “nueva normalidad” ha ido ganando
una aceptación generalizada. (...)
Hoy ya no es inusual sugerir que Occidente podría permanecer en un
equilibrio de crecimiento de bajo nivel por un periodo inusualmente
largo. Sin embargo, como explico en mi libro The Only Game in Town:
Central Banks, Instability, and Avoiding the Next Collapse (La única
apuesta: los bancos centrales, la inestabilidad y la necesidad de evitar
el próximo colapso), ese equilibrio se está desestabilizando por las
crecientes tensiones y contradicciones internas, junto con la excesiva
dependencia en las políticas monetarias. (...)
De hecho, la influencia paliativa de las políticas monetarias no
convencionales está llegando a sus límites por el aumento de las
burbujas financieras, el empeoramiento de la desigualdad y el empuje que
han ido ganando las fuerzas políticas no tradicionales (y, en algunos
casos, extremas).
Parecen cada vez más débiles las perspectivas de que
esas políticas sean capaces de mantener en marcha los motores de la
economía, incluso en niveles bajos. En lugar de ello, la economía
mundial parece encaminarse a otras encrucijadas, situación que creo se
alcanzará dentro de los próximos tres años.
Tal vez no sea un panorama indeseable. Si las autoridades ponen en
práctica una respuesta más amplia, pueden hacer que sus economías sigan
un camino más estable y próspero que implique un crecimiento alto e
inclusivo, la reducción de la desigualdad y una genuina estabilidad
financiera.
Sería una respuesta que incluya reformas estructurales de
fomento al crecimiento (como una mayor inversión en infraestructura, una
reforma tributaria y la reorientación del mercado laboral), una
política fiscal con mayor capacidad de respuesta, alivio a los focos de
endeudamiento excesivo y una mejor coordinación global.
Todo ello, en
conjunto con las innovaciones tecnológicas y la disposición de fondos
corporativos que se encuentran en segundo plano, podría dar impulso a la
capacidad productiva y generar un crecimiento más rápido e inclusivo,
al tiempo que se validan los precios de los activos, que hoy están en
niveles artificialmente altos.
El otro camino al que el mundo se vería empujado si se sigue con la
actual disfunción política llevaría a una multitud de políticas
localistas y sin coordinación entre sí para hacer frente a la recesión
económica, la mayor desigualdad y la grave inestabilidad financiera.
Además de afectar el bienestar económico de las generaciones actuales y
futuras, este resultado socavaría la cohesión social y política.
No hay nada predestinado en la manera en que se adopte una u otra
opción. En realidad, tal como están las cosas, es frustrante la
dificultad que existe para predecirlo. Pero en los meses venideros, a
medida que las autoridades se enfrenten a una cada vez mayor volatilidad
financiera, veremos algunas señales de cómo se irá desenvolviendo la
situación. (...)" (Project Syndicate | Mohamed A. El-Erian, en Revista de prensa, 04/02/16)
No hay comentarios:
Publicar un comentario