"(...) Miguel Ángel Fernández Ordóñez,
alias MAFO, militante del PSOE, el mismo que, con un desparpajo solo
concebible en un país cuyas supuestas élites han perdido la vergüenza,
acaba de publicar un libro autoexculpatorio titulado Economistas, políticos y otros animales,
en el que viene a decir que a mí que me registren, yo no soy el
culpable del desastre de las Cajas de Ahorro (más de la mitad del
sistema bancario), no me siento responsable del rescate que obligó a
España a gastarse cerca de 46.000 millones de euros para evitar la
quiebra del sistema financiero español.
Pero lo es. No el único, cierto, porque cuando el pollo llegó al
caserón de Cibeles, la economía española venía ya muy recalentada, la
burbuja había adquirido proporciones alarmantes sin que Jaime Caruana, puesto en el cargo por el Gobierno de José María Aznar,
hubiera tomado ninguna decisión drástica para enfriar ese calentón y
evitar el riesgo de estallido.
No es el único culpable, cierto, pero sí
el más importante. Porque al sujeto, experto en dar conferencias y
escribir artículos en El País acusando al Gobierno Aznar de ser poco exigente y muy gastón, poco ortodoxo con los superávits que estaba generando el boom
del ladrillo y el aluvión de ingresos fiscales consiguiente, el sillón
del Banco de España le supo a poco.
Él quería ser ministro, y aquello le
parecía oficio de menestral, de modo que desde el banco central se
dedicó a seguir escribiendo artículos, ahora sobre la necesidad de una
reforma laboral de la que Zapatero no quería saber
nada, y a mirar para otro lado sin percatarse de lo que se estaba
cociendo. Hay, de hecho, quien sostiene que, como un niño chico, como un
chico tonto, MAFO no se enteró de la misa la media durante los seis
años (2006-2012) en los que estuvo al frente del BdE.
Lo cual no le exime en absoluto de culpa. De la culpa in vigilando
a que se hace acreedor el responsable de cuidar de la salud del sistema
financiero que no cumple con su tarea, el jefe de policía cuya misión
consiste en evitar el atraco al banco y cuya laxitud e impericia permite
el saqueo.
Porque, por encima de otras direcciones generales a su
cargo, MAFO tenía en la Dirección General de Supervisión Bancaria un
arma letal para evitar cualquiera de los gatuperios que en bancos y
cajas, sobre todo en cajas, se cometieron durante el boom, y
ello gracias al cuerpo de inspectores, auténtica policía del sistema,
esos brillantes y bien preparados inspectores del Banco de España
obligados a superar una dura oposición y que durante tantos años, tantos
mandatos, causaron tanto pavor en los consejos de administración,
ataron en corto a presidentes y consejeros delegados impidiendo que
nadie se desmandara, que nadie cometiera las tropelías que luego
iríamos viendo aparecer.
Con el aplauso de la gran banca
Nada más tomar posesión, julio de 2006, Fernández Ordóñez puso manos a
la obra para acabar con las provisiones genéricas que en 1999 Raimundo Poveda,
entonces director general de Regulación, había impuesto como nuevo tipo
de provisión anticíclica capaz de incrementar las reservas de bancos y
cajas en época de vacas gordas, ello al margen de la provisión
específica obligada ante cualquier impago.
Además, y con el aplauso de
la gran banca, se cargó al hombre que las había mantenido contra viento y
marea: el exdirector general de Supervisión, Pedro Pablo Villasante. MAFO entregó la porra de la Supervisión a su amigo Francisco Javier Aríztegui -luego subgobernador-, después a Jerónimo Martínez Tello,
y él decidió echarse la siesta.
Ellos se iban a encargar de desmontar
el Servicio de Inspección, ellos limaron los dientes a los inspectores
para que no pudieran morder, ellos incluso les quitaron la firma, porque
los informes de la inspección empezaron a no llevar la rúbrica del jefe
del equipo, es más, a los inspectores que cumplían con su deber se les
marginaba, mientras a pelotas y sumisos se les premiaba con ascensos.
Ese ha sido el Banco de España de MAFO que permitió el desastre
consentido de las Cajas de Ahorro.
De modo que mientras en España se construían autopistas sin coches,
aeropuertos sin aviones, tranvías sin viajeros, museos sin cuadros,
pabellones deportivos sin deportistas, edificios singulares para epatar a
patanes; mientras los jefazos de las cajas y sus enchufados se
concedían créditos en condiciones más que ventajosas para ellos y toda
su parentela, y prejubilaciones millonarias e indemnizaciones
escandalosas; mientras los presidentes de las Comunidades y sus
adláteres obligaban a financiar tal o cual proyecto ruinoso; mientras
unos y otros se lo llevaban crudo y engendraban el mayor agujero
financiero de la Historia de España, el gobernador Fernández Ordóñez se
dedicaba a tocar la lira, ajeno al incendio que se estaba preparando.
Como si de una comedia se tratara, más bien una tragicomedia, en
noviembre de 2008, después del terremoto Lehman Brothers, Zapatero se
fue de viaje a Washington para asistir de convidado de piedra a una
cumbre del FMI y vender la maravilla de BdE que teníamos, “el mejor
banco central del mundo” en su opinión, “y el sistema financiero más
sólido del planeta”.
Cuando MAFO quiso darse cuenta del desastre ya era demasiado tarde,
la altura de las llamas ya sobrepasaba el antiguo palacio del marqués de
Alcañices, el recio caserón que sirve de sede al banco en la plaza de
Cibeles, iluminando con su resplandor la larga noche de los ajustes en
sanidad, en educación y en tantas otras cosas que fue obligado afrontar
por culpa de la pasta que se fue en evitar la quiebra del sistema de
pagos.
Y cuando por fin estalló, nuestro hombre pareció preocupado sólo
por proteger al Gobierno ZP y mitigar en lo posible los daños
electorales que la crisis pudiera producir al PSOE. Este es MAFO, el
sectario por antonomasia, el desvergonzado que ahora, cuatro años
después de dejar el cargo, se atreve a sacar libro lanzando insidias
sobre presuntos culpables, siempre otros, mintiendo descaradamente, y
diciendo que él no ha tenido nada que ver en el hundimiento del Titanic
de nuestras cajas. (...)" (Jesús Cacho, 29/01/16)
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