"(...) los inmigrantes han trabajado y trabajan duro, casi siempre en
condiciones infames, en las residencias de ancianos, en la hostelería,
en la construcción, en las tareas domésticas, en la agricultura…
realizando jornadas interminables y recibiendo a cambio salarios
bajísimos, a menudo en condición ilegales, sometidos a la explotación de
empresarios sin escrúpulos y a la permisividad de las administraciones
públicas que han mirado hacia otro lado.
Esa misma población inmigrante
que producía, también compraba casas, adquiría hipotecas, abría negocios
y consumía bienes y servicios. Todo ello ha contribuido, de manera
decisiva a la dinamización de nuestras economías, al aumento del
Producto Interior Bruto.
La inmigración ha sido vital a la hora de impulsar nuestras economías
y para sostener nuestro modelo económico, incluidos los estados de
bienestar. No sólo eso, ahora y en las próximas décadas la necesitamos
de manera imperiosa.
Para corregir la evolución de las pirámides
poblacionales de los países europeos, determinada por la reducción de
las tasas de natalidad y el progresivo envejecimiento de la población.
Aporta básicamente población joven, por lo que contribuye al
rejuvenecimiento de las estructuras demográficas europeas. Aumenta la
proporción de la población activa respecto de la inactiva, creando de
este modo las condiciones para la sostenibilidad de las pensiones.
Tan sólo se trata de algunas pinceladas, sin mayores pretensiones, de
un debate muy necesario sobre el papel de las corrientes inmigratorias
en el desempeño de nuestras economías. Este debate, clave para hacer
llegar a la población otro mensaje, muy distinto del que se está
abriendo camino en Europa, en la actualidad está virtualmente fuera de
la agenda política.
A punto de concluir estas líneas, me llegan noticias de que la
policía y los antidisturbios están desmantelando el campo de Moria en
Levos, expulsando a las ONGs y desalojando a los refugiados -asustados,
empapados y ateridos de frio-, para deportarlos a Turquía.
Siento
angustia, impotencia e indignación por la enorme crisis humanitaria de
la que estamos siendo testigos, provocada por las autoridades
comunitarias. Urge detenerla, la vida de mucha gente está en juego." (Fernando Luengo, Público, 20/03/16)
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