"(...) Cada vez hay más gente que tiene la impresión de quedarse cada vez más
atrás hasta durante los "buenos tiempos". Están absolutamente rabiosos y
ya no van a aguantar más, que es otra forma de decir que están buscando
chivos expiatorios.
Y esa es la razón por la cual, aun cuando Trump no
dure mucho en la escena política —aunque ¿quién se atreve a apostar
después de su victoria en Nueva Hampshire?—, el trumpismo, sí va a
durar. La única cuestión es si va a apoderarse por completo del Partido
Republicano o seguirá siendo una curiosidad cuatrienal, ya saben, como
las Olimpiadas de Invierno.
No se trata sólo de un problema norteamericano. Es un problema de todas partes. A lo largo y ancho de todo el mundo, hay un nuevo tipo de nacionalista que está llegando al poder o anda cerca de alcanzarlo. A menudo hace gala de chovinismo, de simpatía por el autoritarismo y de escepticismo, cuando no de activa hostilidad, hacia la globalización.
No se trata sólo de un problema norteamericano. Es un problema de todas partes. A lo largo y ancho de todo el mundo, hay un nuevo tipo de nacionalista que está llegando al poder o anda cerca de alcanzarlo. A menudo hace gala de chovinismo, de simpatía por el autoritarismo y de escepticismo, cuando no de activa hostilidad, hacia la globalización.
En este último punto, muchos de
ellos son, dicho con más sencillez, contrarios al comercio y a los
inmigrantes. La Rusia de Putin fue realmente la primera, pero le han
seguido muchas otras: la Turquía de Erdogan, la Hungría de Orban y,
justo en los últimos meses, la Polonia de Kaczynski.
Hay incluso atisbos
de ello en el Japón de Abe. Y eso son los países en los que los nuevos
nacionalistas ya han ganado. En los que no, el Frente Nacional francés y
el UKIP británico han tenido grandes avances. (...)
El hecho es que la clase trabajadora de los países ricos se ha estancado
desde que se vino abajo el Muro de Berlín y tuvo que enfrentarse a la
creciente competencia de los miles de millones de trabajadores nuevos
que entraban en la economía global.
Se puede ver en la gráfica más
abajo, elaborada por el economist Branko Milanovic, sobre todo la parte
en rojo que he destacado. Muestra cómo han aumentado las rentas
ajustadas a la inflación en todo el mundo entre 1988 y 2008.
(Una nota rápida sobre cómo leer esta gráfica: imaginemos a todo el mundo, todo el mundo en todo el mundo, como si formaran una fila sobre la base de cuánto dinero ganan. La gente más rica de los países más ricos, y de todos los demás lugares en lo que a eso respecta, compondría el 1% superior. La gente de clase trabajadora de los países más ricos estaría en torno al percentil 80. Y la gente de clase media de países de clase media estaría en torno al percentil 50).
(Una nota rápida sobre cómo leer esta gráfica: imaginemos a todo el mundo, todo el mundo en todo el mundo, como si formaran una fila sobre la base de cuánto dinero ganan. La gente más rica de los países más ricos, y de todos los demás lugares en lo que a eso respecta, compondría el 1% superior. La gente de clase trabajadora de los países más ricos estaría en torno al percentil 80. Y la gente de clase media de países de clase media estaría en torno al percentil 50).
Cambios en la renta real entre 1988 y 2008 en diversos percentiles de
distribución global de renta (calculada en dólares internacionales de
2005)
Fuente: Branko Milanovic
No supone precisamente una sorpresa, por tanto, que a la gente que se ha
visto más perjudicada por la globalización no le guste ésta. Desde
luego, la clase trabajadora en países como los Estados Unidos, Reino
Unido y Francia ha visto decaer en realidad los ingresos ajustados a la
inflación en los últimos treinta años, a la vez que cientos de millones
de trabajadores chinos, indios e indonesios han salido de la pobreza
extrema. Es cierto que estos trabajadores del mundo rico todavía son, en
fin, más ricos que la gente del resto del mundo, pero no les sirve de
gran consuelo.(...)
Esto nos deja en un paradero bastante obscuro. Por un lado, mucha gente
de clase trabajadora tiene la impresión de que nuestras élites los han
vendido, pero por otro lado, nuestras élites creen que esa gente quiere
cosas que van en contra de la decencia humana básica. (...)
Los votantes de Trump no quieren oír que necesitamos que se fortalezca
la red de seguridad o un responsable del banco central que debilite al
dólar. Quieren un hombre fuerte que mantenga a raya a sus enemigos en el
país y en el extranjero: un Putin con acento neoyorquino. (...)" (Matt O'brien, Sin Permiso, 24/03/16)
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