"Ana Pastor, una persona de la máxima confianza de Mariano Rajoy,
ocupará este cargo en el vértice de la arquitectura institucional del
Estado. Pastor, mientras ostentaba en funciones el ministerio de
Fomento, se negó a acudir al Congreso a dar cuentas de su gestión, lo
cual arroja espesas sombras de duda sobre su respeto a la cámara que
ahora preside.
En el último momento, Podemos intentó impedir que la presidencia del
Congreso cayese en manos del PP proponiendo a Xavier Domènech, cabeza de
lista de En Comú Podem, con el argumento que podría obtener más
consenso que Patxi López. (...)
Todo fue un espejismo. Diversos medios de comunicación ya habían
informado que el convergente Francesc Homs y Rajoy se habían reunido en
secreto. En esta ocasión, el PP tenía la sartén por el mango pues, de
aplicarse estrictamente el reglamento, CDC (ahora PDC), no tendría grupo
parlamentario y habría de integrarse en el grupo mixto.
Ello suponía no
sólo perder la visibilidad y el protagonismo de una formación catalana
que siempre se había presentado como “decisiva” en la política española,
sino perder cerca de cincuenta mil euros mensuales.
Otro indicio de que
el pacto inconfesable estaba servido lo constituyó la noticia de que la
Fiscalía del Estado había retirado el cargo de malversación de fondos
públicos por la consulta del 9N, la única castigada con penas de
prisión, con lo que Artur Mas, Joana Ortega, Irene Rigau y el propio
Homs podían respirar aliviados al sortear esta perspectiva.
Por otro lado, con la expresa voluntad de torpedear la candidatura de
Domènech, Homs se presentó como aspirante a presidir la cámara
legislativa con el peregrino argumento de ser un revulsivo, pues él
representaba a una persona sobre la que pesaba un procedimiento penal
por haber puesto las urnas el 9N.
La elección de Pastor, con los votos de PP y C’s, fue favorecida por
el voto en blanco de CDC, ERC, PNV, Bildu y CC. Sin embargo, para evitar
sorpresas desagradables, en la elección de los vicepresidentes de la
cámara, que finalmente correspondieron a PP y C’s, cuatro diputados
convergentes, los cinco del PNV y uno de CC votaron a favor de los
candidatos de estas formaciones consideradas las más firmes defensoras
de la unidad nacional y las más beligerantes contra los partidos
nacionalistas/independentistas.
Además, escudándose en el voto secreto,
en un primer momento tanto los diputados de CDC como de PNV negaron
haber votado a favor de los vicepresidentes de PP y C’s.
Afortunadamente, las matemáticas son una ciencia exacta y finalmente
Homs hubo de reconocer que sus diputados “habían votado de todo”.
En
fin, se ha demostrado que toda la retórica sobre la transparencia y la
regeneración democrática es sólo eso, pura retórica. Meras frases huecas
para contentar a amplios sectores de la ciudadanía hastiadas de las
viejas prácticas parlamentarias, donde la opacidad y el obsceno reparto
de cargos –el pasteleo– priman por encima de cualquier otra consideración ideológica o ética.
Por su parte, el PP realizó un alarde de la muy católica doble moral.
En la fallida legislatura pasada pusieron el grito en el cielo,
acusando poco menos al PSOE de “romper España” por haber facilitado dos
senadores a Convergència para que pudiera formar grupo parlamentario en
el Senado. Ahora, la previsible retorsión del reglamento para otorgar a
CDC grupo parlamentario ha sido defendida como un acto de
responsabilidad cara a la gobernabilidad del país.
Que gran parte de la responsabilidad de la presidencia del Congreso
recaiga sobre el PP y que la mesa de la cámara cuente con una mayoría
absoluta conservadora (tres PP, dos C’s, dos PSOE y dos Podemos) debe
atribuirse al enfrentamiento cainita entre PSOE y Podemos. Aunque no en
la misma medida, pues los socialistas bajo ninguna circunstancia
hubieran votado a un candidato de Podemos, mientras que Podemos lo hizo
en segunda vuelta por Patxi López.
Ahora bien, la anómala votación permitió comprobar el grave error de
cálculo de Podemos que, tanto en la legislatura pasada como en esta, se
fiaba como hecho consumado de los apoyos de los independentistas
catalanes y los nacionalistas vascos cuando esta era una presunción,
como se ha visto ahora, sin demasiado fundamento.
Es más, como se
comprobó en la pasada campaña electoral, para CDC y ERC el principal
enemigo a batir fue En Comú Podem. Sin duda, los independentistas
catalanes prefieren en Madrid un gobierno del PP, que favorece su
argumentario secesionista, a un gobierno de izquierdas proclive a
reformas estructurales que comprometerían sus tesis de que España es
irreformable y que, por tanto, la única salida es la separación.
También
al PP le ha ido de maravilla la deriva independentista del nacionalismo
catalán, que le permite presentarse como el garante de la unidad
nacional. Una amarga lección, relativa a la retroalimentación de las
máquinas nacionalitarias, de la que Podemos y En Comú Podem deberían
tomar buena nota.
Al fin y al cabo, PP, C’s, CDC, PNV y CC, más allá de sus conflictos en
el eje nacional, están ubicados en el mismo espectro ideológico de
centroderecha, en el eje social. No es la primera vez que PP y
Convergència se han apoyado mutuamente en Madrid y Barcelona y han
coincido en votaciones tan trascendentales como la reforma laboral o la
amnistía fiscal.
Para decirlo en términos coloquiales, entre la cartera y
la patria, la derecha catalana y vasca siempre se decantarán por la
cartera.
La manera en cómo se ha resuelto la presidencia y la composición de
la mesa de la cámara indica cuál será la correlación de fuerzas en la
presente legislatura, donde Mariano Rajoy cuenta con todas las opciones
para ser investido presidente en segunda votación.
Ciertamente para ello necesita, al menos, de la benévola abstención
de C’s y PSOE. El partido de Albert Rivera –desmintiendo todas sus
enfáticas afirmaciones en la campaña electoral, tanto sobre que el
Congreso debería tener una presidencia que no fuera del PP, como su veto
a Rajoy– parece dispuesto a ir hasta el final en su estrategia de
colaboración con los populares.
A fecha de hoy, y por resolución unánime
de su ejecutiva, han decidido abstenerse en la segunda votación de la
investidura. No obstante, al mismo tiempo, se han iniciado los contactos
para pactar conjuntamente los Presupuestos del Estado, cuya fecha
límite de tramitación es el 30 de septiembre. No es descartable que, si
C’s arranca una serie de concesiones en este terreno, modifique la
anunciada abstención por un voto favorable a Rajoy. (...)
Por su parte Podemos debe realizar una profunda reflexión sobre su papel
en las instituciones parlamentarias desde los comicios del 20D. El mal
resultado en las elecciones repetidas del 26J han propiciado diversos
análisis sobre el error estratégico cometido en la fallida pasada
legislatura al no haber permitido, mediante la abstención, un gobierno
de coalición PSOE/C’s.
Una abstención que hubiera podido justificarse
con el argumento de desalojar al PP del poder y que le hubiese dejado el
campo libre como oposición de izquierdas a este ejecutivo de
centroizquierda.
Este fue el razonamiento de Carlos Jiménez Villarejo,
y al parecer también de Íñigo Errejón, quien manifestó su discrepancia
con el pacto con IU, y que ahora verá fortalecida su posición dentro
del partido. (...)" (Antón Santamaría, El viejo topo, 21/07/)
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