27.9.16

Los populismos de derechas no están triunfando por sus propuestas xenófobas, sino porque centran el asunto en lo que le importa a la gente, lo material

"(...) Wien, quien modera las conversaciones, se sintió obligado a introducir una reflexión personal, que entiende clave en nuestra época. 

 Desde su perspectiva, “una parte sustancial de los estadounidenses se van a dormir asustados todas las noches: porque no tienen trabajo; o porque tienen uno pero los ingresos no les llegan para pagar todos sus gastos; o porque tienen un buen empleo pero piensan que lo pueden perder fácil, ya sea por las circunstancias en que se desenvuelve su sector o porque la tecnología les reemplazará. Sanders, Trump y el populismo en general son productos de una población insegura. Ellos sienten que las políticas de sus gobiernos les han defraudado”.

Si hay alguna idea que explique los cambios en la política reciente, es esta, porque describe de manera bastante ajustada el lugar en el que estamos: hay mucha gente cuyo nivel de vida ha empeorado, que mira al futuro con desconfianza, y cuyas perspectivas son bastante oscuras; hay muchos jóvenes que están convencidos de que su trayectoria profesional va a estar muy por debajo de lo que les prometieron; y hay demasiada incertidumbre en lo económico y demasiada confusión respecto de un mundo cuyas reglas no acaban de entenderse.

(...) las principales fuerzas de oposición, sí son nuevas (como hemos visto en las recientes elecciones europeas) y deben su ascenso a la canalización del descontento a través de opciones fuertes.

En esta atmósfera de incertidumbre, lo que se busca en la política es seguridad y pragmatismo. La mayoría de las personas aspiran a encontrar líderes que aporten las soluciones necesarias para que les saquen del lugar en el que están o que les ayuden a conservar lo que tienen. Paradójicamente, son menos dadas a confiar en las bondades de la democracia, pero demandan remedios a las instituciones con más ahínco. 

 De hecho, las opciones sistémicas basan en esto su oferta, una suerte de “dejemos de lado la política y hagamos lo que tenemos que hacer económicamente para solventar los problemas, porque el momento es grave”.

Los populismos de derechas actúan de un modo similar, prometiendo acciones contundentes (la salida del euro, el Brexit, la ruptura con el Estado central, la expulsión de emigrantes o la devolución del país a sus nacionales), pero que son necesarias para una vida mejor. 

Son fuerzas de repliegue, que se cierran sobre sí, que concentran las energías en pelear por uno mismo y por los suyos. A veces tienen que ver con un regreso al pasado a través del proteccionismo, y en otras ocasiones se basan en la sensación de que, en un mundo global, su país competirá bastante mejor si va solo y no arrastra cargas pesadas.

Pero sería mucho más práctico fijarnos en las causas que les empujan en lugar de en las soluciones que proponen. Los populismos de derechas no están triunfando por sus propuestas xenófobas, sino porque centran el asunto en lo que le importa a la gente, lo material. Si Le Pen o Trump han tenido éxito, más que por el cierre identitario, es porque han convencido a mucha gente de que van a crear puestos de trabajo restringiendo la globalización, o que van a sancionar con mano muy dura a las compañías que se lleven los empleos fuera de sus países, o porque han prometido a los agricultores que los malos tiempos van a finalizar, o por tantas otras cosas que generan esperanza entre los votantes de que, por fin, van a tener dinero y sus opciones laborales van a multiplicarse. Son propuestas que hacen que sus votantes se acuesten con mucho menos miedo, por utilizar los términos de Wien.  (...)

El gran eje de la política contemporánea no es el de derecha e izquierda, sino el que separa la ortodoxia económica, neoclásica, que siguen e imponen la UE y las principales instituciones internacionales, de quienes se oponen a su aplicación.

 Esa es la línea que diferencia lo que debe hacerse y lo que no, lo que se percibe como sensato y lo que se define como irresponsable. La continuidad o el cambio, lo sistémico y lo antisistémico, quedan establecidos a partir del lugar que los partidos ocupen en esa división.

La izquierda sistémica, los viejos partidos socialdemócratas, ha apostado por respetar la ortodoxia económica, pero eso le está complicando la vida.  (...)"                (Esteban Hernández, El Confidencial, 22/09/16)

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