"Este año y el próximo, los votantes de las principales democracias occidentales
tomarán decisiones que podrían cambiar de modo fundamental a Occidente
-y al mundo- como lo hemos conocido por décadas. De hecho, algunas de
estas decisiones ya se han tomado: el principal ejemplo es la reciente
decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea.
Mientras tanto, bien podría ser que Donald Trump y Marine Le Pen
ganen las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos y
Francia, respectivamente. Hace un año habría parecido absurdo
pronosticar la victoria de cualquiera de ellos, pero hoy no podemos
decir lo mismo. (...)
si en primavera gana la nacionalista de extrema derecha Marine Le
Pen, significaría un rechazo de Francia a Europa. Dado que es una de las
piedras angulares (junto con Alemania) de la UE, su elección
probablemente marcaría el comienzo del fin de la Unión misma.
Si el Reino Unido y Estados Unidos giran hacia un neoaislacionismo y
Francia abandona a Europa en favor del nacionalismo, el mundo occidental
se volvería irreconocible. Ya no sería el bastión de la estabilidad y
Europa caería en el caos de manera indefinida.
En este escenario, muchos volverían los ojos hacia Alemania, la mayor economía europea. (...)
En términos geopolíticos, Alemania quedaría en un estado intermedio.
Mientras Francia es claramente un país occidental, atlántico y
mediterráneo, a lo largo de su historia Alemania ha oscilado entre el
Este y el Oeste. De hecho, por largo tiempo esta dinámica fue un factor
constitutivo del Imperio Alemán. La cuestión “este u oeste” no se
decidió finalmente sino hasta la derrota total en 1945. Tras la creación
de la República Federal Alemana, el Canciller Konrad Adenauer escogió a
Occidente.
Adenauer había sido testigo de la tragedia alemana al completo (las
dos guerras mundiales y el colapso de la República de Weimar) y pensaba
que los vínculos de la joven República Federal eran más importantes que
la reunificación alemana. Para él, Alemania tenía que abandonar su
posición de intermediaria e integrarse irreversiblemente con las
instituciones económicas y se seguridad europeas. (...)
El reacercamiento de posguerra entre Francia y Alemania y la
integración europea bajo la UE han sido elementos indispensables de la
orientación occidental alemana. Sin esos factores, podría volver a ser
una tierra de nadie en términos ideológicos, lo que pondría en peligro a
Europa, alimentaría peligrosas ilusiones en Rusia y obligaría a la
misma Alemania a asumir retos inmanejables con respecto al continente.
La orientación geopolítica de Alemania será un tema subyacente
central en las elecciones del próximo año. Si la Unión Demócrata
Cristiana de la Canciller Ángela Merkel la descarta debido a su política
hacia los refugiados, es probable que el partido se oriente hacia la
derecha en un intento por recuperar a sus votantes que prefirieron a
Alternativa por Alemania (AfD), de corte antiinmigrante y populista.
Pero todo movimiento de la CDU para cooperar con AfD o validar sus
argumentos presagiaría problemas. La AfD representa a los nacionalistas
alemanes de extrema derecha (y peores) que desean volver a la vieja
posición intermedia y forjar vínculos más estrechos con Rusia. La
cooperación entre la CDU y AfD traicionaría el legado de Adenauer y
equivaldría al fin de la República de Bonn. (...)
Cabe esperar que no tengamos que vivir una tragedia así y Merkel prosiga
en el cargo después de 2017. Puede que el futuro de Alemania, Europa y
Occidente dependa de ello." (Joschka Fischer, Revista de prensa, 05/Oct/2016,
Project Syndicate)
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