"¡Nazi! ¡Antisemita!”, denunció el New York Times cuando
Donald Trump acusó a Hillary Clinton de “reunirse secretamente con los
bancos internacionales para planificar la destrucción de la soberanía
estadounidense con el fin de enriquecer a las potencias financieras
globales, a sus amigos lobbistas y a los donantes a sus campañas”.
Lo dijo el magnate inmobiliario en un discurso el pasado jueves, 13
de octubre, en referencia al contenido --filtrado por Wikileaks en los
últimos días-- de las conferencias que Clinton pronunció a puerta
cerrada en diversos bancos de Wall Street entre 2011 y 2014 y por las
que la demócrata cobró unos 1,8 millones de dólares. (...)
Puede ser verdad que quien lee esos emails haga la labor no
solo de Adolf Hitler, sino también de Josef Stalin. Pero no pude
resistirme y, partiendo de la tesis de que cualquier fuente es buena si
filtra algo que un pez gordo como John Podesta considere top secret,
eché un vistazo.
Utilicé palabras de búsqueda como Goldman Sachs, Citi,
Jp Morgan, Blankfein, Dimon. Davos. Y, aunque el trabajo ha apenas
comenzado, ya está claro algo: Donald Trump puede decir muchas
barbaridades, pero, en lo que se refiere a Hillary Clinton y los bancos
de Wall Street, dio en el clavo.
Queda claro en los discursos de Hillary Clinton en Goldman Sachs, por
ejemplo, que los encuentros con bancos internacionales sirvieron para
asegurar a sus ejecutivos que, en efecto, podrán seguir enriqueciéndose
(y los Clinton también) tras las elecciones gracias a una agenda
neoliberal que irá mermando, tal y como dijo Trump, la soberanía de los
Estados nación, incluso de un Estado nación tan grande como EE.UU.
En 2013 Clinton aprovechó tres conferencias por las que cobró 650.000
dólares para tranquilizar a los ejecutivos de Goldman Sachs, al asegurarles que ellos serían dueños de su propio destino:
“En cuanto a la regulación, demasiada es mala y demasiada poca también.
¿Cómo se logra el término medio, la llave de oro? Pues la gente que
sabe más es precisamente la gente que trabaja en el sector. O sea, Wall
Street”, dijo.
Fue como una invitación para que los lobbistas neoyorquinos
desembarcaran en Washington para torpedear la ley Dodd Frank, concebida
y diseñada para evitar una repetición del megacrash de 2008.
Todd O’Neill, un ejecutivo de Goldman, se apresuró a lanzar el siguiente
piropo a Hillary en la misma conferencia.
“Estamos agradecidos de que
cuando era senadora por Nueva York mostraste tanto coraje en temas
relacionados con Wall Street”. Hillary le respondió ligeramente
avergonzada --un sentimiento nada extraño tras ser piropeada por un tipo
de Goldman Sachs--... pero había logrado seducir a los banqueros al
afirmar que la legislación demócrata para domar a la bestia de Wall
Street fue necesaria solamente por “motivos políticos”.
Por si eso fuera poco, Clinton propuso en una conferencia en el banco
brasileño Itaú --uno de los impulsores del golpe contra Dilma
Rousseff-- la ampliación de los grandes tratados de desregularización de las inversiones transnacionales.
“Un gran mercado único hemisférico”, defendió en referencia a la
ampliación del odiado tratado de libre comercio con México y Canadá, el
NAFTA, hacía toda América Latina.
Mientras, en público afirma todo lo
contrario. “Hace falta tener una posición pública y otra privada”,
explicó la candidata demócrata en una conferencia con banqueros. Como si
ellos no lo supieran ya.
A partir de varios emails se puede comprobar que los lobbistas
de Wall Street y la Fortune 500, las quinientas mayores empresas
estadounidenses por volumen de ventas, empiezan ya a planificar la
reanudación del “business as usual”, en cuanto se liquide, con el apoyo del New York Times y The Guardian,
al molesto ultranacionalismo de Donald Trump.
Ya lo hicieron antes de
la victoria de Obama en noviembre de 2008, según se puede comprobar en
la correspondencia, de octubre de ese mismo año, entre Podesta y Michael
Froman, el representante de comercio de la Administración de Obama,
que entonces trabajaba para el Citibank junto a otro banquero
clintoniano en Wall Street, Robert Rubin.
En los emails, se propone repartir los cargos en la Administración Obama entre un puñado de ex Wall Street. Otro email demuestra que Clinton, pese a sus declaraciones públicas, quiere recortar el impuesto de sociedades para las grandes multinacionales.
Luego está otro email del poderoso abogado de Washington, estrechamente relacionado con los lobbies
pro Israel Stuart Eizenstat, remitido en abril de este año. Eizenstat
se ofrece a ayudar a la campaña de Clinton en el espinoso asunto de los
tratados de liberalización comercial e inversora. (...)
Para respaldar su solicitud de trabajo en la nueva Administración
Clinton, Eizenstat añade que es miembro de los consejos de UPS,
Blackrock, Alcatel, Globe Speciality Metals, Christie’s, GML y Coca
Cola. Y completa: “ Estoy dispuesto a ofrecerle mi tiempo y contribuir
con una cantidad financiera sustanciosa”. Para saber más, consulten los Podesta emails en Wikileaks." (Andy Robinson , CTXT, 18/10/16)
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