"Anoche volví a leer este artículo de Chris
Hodges, un periodista estadounidense ganador del Premio Pulitzer y
corresponsal de guerra especializado en informar sobre América y Oriente
Próximo además de autor de varios libros que han llegado a ser bestseller
Levántate o muere
Joe Sacco y yo pasamos dos años recopilando información de los rincones
más pobres para nuestro libro “Days of Destruction, Days of Revolt”.
Fuimos a las empobrecidas “zonas de sacrificio” de nuestro país –las
primeras zonas que fueron forzadas a arrodillarse ante el dictado del
mercado– para mostrar lo que sucede cuando el capitalismo corporativo y
su expansión económica ilimitada se encuentran sin impedimentos
externos. (...)
Y queríamos demostrar la impotencia del liberalismo formal y de las
instituciones gubernamentales que una vez hicieron posible la reforma,
instituciones que ya no cuentan con la autoridad necesaria para
verificar el asalto del poder corporativo y poner freno a la devastación
que va dejando tras él.
Lo que ha ocurrido en estas zonas de
sacrificio de ciudades postindustriales como Camden, Nueva Jersey o
Detroit así como en los yacimientos de carbón del sur de Virginia
Occidental, donde las empresas mineras volaron las cimas de las
montañas, en las reservas indígenas, donde el proyecto demente de
expansión y explotación económica ilimitada provocaron algunos de los
primeros males.
También visitamos terrenos agrícolas donde los
trabajadores suelen sufrir condiciones que reproducen la esclavitud, que
se ha extendido actualmente por la mayor parte del país. Estas zonas de
sacrificio. Tú y yo seremos los siguientes.
Nuestra legislación se escribe al dictado de las corporaciones. Los
empresarios controlan los medios de información. Ellos manejan el teatro
de la política electoral e imponen nuestro plan de estudios. Han
convertido el poder judicial en una de sus empresas subsidiarias.
Ellos
han diezmado los sindicatos y otras organizaciones de masas
independientes y han comprado al Partido Demócrata, que en su día
defendió los derechos de los trabajadores. Con la evisceración y la
reforma gradual –el papel principal de las instituciones democráticas
liberales– nos hemos quedado indefensos frente al poder corporativo.
La incautación por el departamento de Justicia del registro de las
llamadas telefónicas entrantes y salientes que se produjeron durante dos
meses por los departamentos editorial e informativo de la Associated
Press, es el último de una serie de ataques espectaculares contra
nuestras libertades civiles.
La decisión del Departamento de Justicia
forma parte de un plan para dar caza al funcionario o funcionarios que
filtraron información a la AP sobre un complot del gobierno para hacer
estallar un avión de pasajeros. (...)
El puñado de oligarcas corporativos que controla el globo se ha
quedado con todo – riqueza, poder y privilegios – y el resto de nosotros
luchamos como parte de una vasta subclase, progresivamente empobrecida e
implacablemente reprimida.
Hay un conjunto de leyes y normas para nosotros y hay un conjunto de leyes y normas para una élite que ejerce el poder que funciona como una mafia global.
Estamos indefensos ante el embate empresarial. No hay manera de votar
contra el poder corporativo. Los ciudadanos no tienen forma de
conseguir el enjuiciamiento de banqueros, financieros de Wall Street y
casta política por fraude, ni a los militares y agentes del espionaje
por tortura y crímenes de guerra, ni a los funcionarios de seguridad y
vigilancia por abuso de los derechos humanos.
La Reserva Federal se
limita a imprimir dinero para entregárselo a los bancos y a los
especuladores financieros, a quines se les presta al cero por ciento,
mientras estos nos lo prestan a nosotros después a tasas usurarias de
hasta el 30%. No sé cómo denominar a este sistema. Ciertamente no es
capitalismo. Extorsión le puede sentar mejor. (...)
No existe nada en 5.000 años de historia económica que justifique la
creencia de que la sociedad humana debe estructurar su comportamiento en
torno a la demanda del mercado. Esta es una ideología absurda. Las tan
difundidas promesas de la economía de mercado, a día de hoy, han quedado
al descubierto como meras mentiras.
La migración de las empresas al
extranjero ha diezmado nuestra base manufacturera. Ha hecho que bajen
los salarios, empobreciendo a nuestra clase obrera y causando estragos
en la clase media. Esto ha obligado a grandes estratos de población –
incluidos aquellos cargados con la deuda de los préstamos de estudiantes
– a décadas de servidumbre de la deuda.
También ha abierto el camino
hacia los refugios fiscales masivos que permiten a empresas como General
Electric eludir el impuesto sobre la renta. Estas empresas emplean mano
de obra virtualmente esclava ya sea en Bangladesh o en China,
consiguiendo un lucro obsceno.
Mientras las empresas exprimen los
últimos recursos de las comunidades y la naturaleza, que luego dejan
atrás como Joe Sacco y yo vimos en las “zonas de sacrificio” de las que
hablamos al principio, que luego abandonan dejando detrás sufrimiento
humano y paisajes lunares. Cuanto mayor es la destrucción, mayor es la
fuerza que utiliza el sistema para aplastar las protestas populares.
Más de 100 millones de estadounidenses (un tercio de la población)
viven en la pobreza o en un estrato denominado “al borde del nivel de la
pobreza”. Pero a pesar de, las historias de pobres y “casi pobres”, de
las dificultades que tienen que soportar, rara vez se dice que los
medios de comunicación son todos propiedad de unas cuantas empresas como
Viacom, General Electric, Ruper Murdoch, Clear Channel y Disney.
El
sufrimientos de las clases bajas, como la conducta criminal de las
élites en el poder, se ha vuelto invisible. (...)
En la reserva indígena Lakota en Pine Ridge, Dakota del Sur, el
segundo condado más pobre de EE.UU., la esperanza media de vida de un
varón es de 48 años. Es la más baja del hemisferio occidental, excluido
Haití.
Alrededor del 60% de las viviendas de Pine Ridge, muchas de las
cuales son chozas cubiertas de pastos secos, no tienen electricidad,
agua corriente, aislamiento adecuado ni sistemas de evacuación de las
aguas residuales.
En los viejos campos de carbón del sur de Virginia
Occidental, envueltos por una atmósfera tóxica y con el suelo y el agua
envenenados, el cáncer es una epidemia. Hay muy pocos puestos de
trabajo. Y los montes Apalaches, donde manan las aguas que abastecen la
mayor parte de la costa oriental de EE.UU., están salpicados de enormes
embalses de agua estancada llenos de metales pesados y lodos tóxicos.
En
el sur Virginia Occidental, los niños van a la escuela con inhaladores
en la mano para poder respirar. Los residentes atrapados en las colonias
interiores de nuestras ciudades arruinadas sufren altos niveles de
pobreza y violencia, así como de encarcelamiento en masa, que les deja
psicológica y mentalmente destrozados.
Y los trabajadores agrícolas del
país, a los que se niega la protección jurídica, a menudo se ven
obligados a trabajar en condiciones de servidumbre no remunerada. Esta
es la terrible ley de la dominación corporativa. Aquí es donde nos
encontramos todos bajo el mando y capricho de los amos. Y en esta
acelerada caída hasta el fondo vamos a terminar como siervos o esclavos.
Rebelarse. Aunque no puedas, aunque todos fracasemos, nos hemos
juramentado contra las fuerzas de la explotación social y la muerte,
nuestra dignidad es fundamental como seres humanos. (...)
Es el momento de crear movimientos de masas radicales que desafíen a
todos los centros de poder formal sin hacer concesiones a nadie. Es el
momento de utilizar el duro lenguaje de la rebelión y la lucha de
clases. Es hora de marchar al son de nuestro propio tambor. (...)" (Juan Torres López, 19/10/16)
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