"(...) El 10 de noviembre los 123 diputados de la izquierda votaban en contra
del brevísimo XX Gobierno de la República, y 16 días después Costa se
convertía en primer ministro. Paulo Portas, el vicepresidente saliente,
bautizaba a la alianza parlamentaria con el nombre geringonça,
palabra que en portugués quiere decir “un aparato inestable de manejo
complicado que se estropea fácilmente”.
Los medios portugueses
celebraron que, por primera vez, los partidos de la izquierda dialogaran
entre sí, pero a la vez predijeron que el “Gobierno de los perdedores”
sería efímero, augurando elecciones en verano. (...)
Un año después el Gobierno de la geringonça pervive. Entre
el colapso de entidades como Novo Banco y Banif el pasado diciembre, las
durísimas negociaciones con Bruselas para la aprobación de los
Presupuestos Generales, y la amenaza de una multa comunitaria por
incumplir los objetivos del déficit en 2015, no ha sido un año
especialmente fácil.
El Ejecutivo ha tenido que mantener un complicado
balance entre las exigencias de sus socios en el Parlamento y las
autoridades europeas, hostiles ante las promesas gubernamentales de
“pasar página a la austeridad”. Además, ha logrado mantener sus
compromisos europeos, consiguiendo reducir el déficit y el paro.
Pese a las presiones desde dentro y fuera del país, el Ejecutivo
minoritario y la alianza parlamentaria de la izquierda sigue adelante, y
a lo largo de los últimos 11 meses gran parte de los objetivos sociales
pactados el pasado otoño se han promulgado. Las de implementación más
inmediata fueron las medidas sociales.
Durante los primeros meses del
año se derogó la polémica ley del aborto aprobada por el anterior
Gobierno, que introducía tasas para interrumpir el embarazo
voluntariamente y obligaba a quienes querían abortar a acudir a un
psicólogo.
También se aprobó la adopción por parte de parejas
homosexuales, el acceso libre a la reproducción asistida, la supresión
parcial de la financiación de los colegios concertados y la reposición
de los cuatro festivos suprimidos por el anterior Ejecutivo.
Más difíciles de implementar fueron las medidas económicas. La
reducción de los impuestos directos y el aumento de las ayudas sociales a
los más perjudicados por la crisis se produjeron casi inmediatamente,
pero otras medidas tuvieron que ser negociadas. Se estudió y debatió la
reposición íntegra de los salarios de los funcionarios públicos –exigido
por el BI– y el aumento del salario mínimo a los 600 euros mensuales
–causa abanderada por el PCP–.
Al final se acordó reponer los salarios
públicos de manera escalonada a lo largo de 2016 y no de forma
inmediata. A la vez, se pactó con los comunistas para subir los salarios
mínimos de manera más gradual: de 505 a 530 euros este año, y así
sucesivamente hasta alcanzar los 600 en 2019.
Otras mejoras quedaron en el ámbito de lo simbólico. La presentación
de los Presupuestos Generales para 2017 el pasado viernes 14 de octubre
dejó en evidencia que el fin de la austeridad queda pospuesto para
mejores momentos económicos.
Sigue en vigor, hasta finales del año que viene, el polémico impuesto
extraordinario creado por Passos Coelho en 2013 para recaudar fondos, y
se introducen nuevas tasas sobre el patrimonio, los refrescos, el
alcohol y el gasóleo. Se mantiene la prohibición de nuevas
contrataciones en el sector público y los severos límites sobre los
gastos administrativos dentro de los ministerios.
Sólo se actualizarán
las pensiones de los más pobres, y aunque los funcionarios han
recuperado sus sueldos íntegros de antes de la crisis, estos no serán
actualizados y valen, según un reciente informe de PwC, entre un 10 y
13% menos que en 2010 debido a las nuevas cargas fiscales.
Pese a ello, hay algunos avances sociales. Hay nuevos impuestos, pero
la mayoría de los portugueses pagarán un poco menos de IRPF. Los libros
de texto en el primer ciclo de la enseñanza pública pasan a ser
gratuitos. Se aumentan las ayudas a las víctimas de la violencia de
género.
El Ministerio de Cultura, suprimido durante la época de Passos
Coelho, no sólo vuelve a existir, sino que recibe más financiación
pública. Son medidas casi simbólicas, pero demuestran que el Gobierno
está dispuesto a gestionar el poco dinero que tiene de manera distinta a
la del anterior Ejecutivo.
Pero a nivel de calle, ¿convence? ¿Algo ha cambiado en el primer año del Gobierno de la geringonça?
Mario Pereira ha notado el cambio de Gobierno en su bolsillo. Dueño
de una pequeña tasca en el barrio lisboeta de Cais do Sodré, se ha visto
directamente beneficiado por la rebaja del IVA de restauración del 23
al 13% el pasado julio.
“Nunca he sido votante de la izquierda y Costa no me inspira nada de
confianza, pero reconozco que Passos Coelho casi me arruinó cuando subió
el IVA hace cuatro años. No es que sea la panacea, pero en tiempos
difíciles cualquier tipo de alivio fiscal viene bien, y psicológicamente
tiene su impacto. El ahorro es mínimo, pero aun así hemos notado como
cada vez más la gente vuelve a las viejas costumbres de cenar fuera de
casa”.
Para Matilde Lopes el cambio ha sido más simbólico. Funcionaria de la
Cámara Municipal de Lisboa, confiesa que nunca pensó que la alianza de
izquierdas duraría –“nunca antes habían dialogado entre sí y nadie
esperaba que empezaran a hacerlo ahora”–, pero dice sentirse gratamente
sorprendida. “Siempre pensé que la izquierda era excesivamente idealista
como para gobernar de manera eficaz. Este último año han demostrado que
pueden liderar el país de manera eficaz y solidaria”.
“El anterior Ejecutivo estaba más preocupado con cumplir con Bruselas
que con el bienestar de los pobres. Durante este último año se hizo un
esfuerzo real para reponer las pensiones, y aunque queda mucho camino
por delante, creo que es alentador que por lo menos estén intentando
devolver lo que perdimos con la crisis. Portugal sigue siendo un país
pobre y sin dinero, pero el actual Gobierno por lo menos gestiona lo
poco que tenemos de otra manera”.
Ante quienes dicen que el Ejecutivo es inestable y lo critican por
estar a la merced de sus socios en el Parlamento, Lopes responde que “es
bueno tener Gobiernos minoritarios, porque eso les obliga a dialogar.
El anterior Ejecutivo tuvo una mayoría absoluta y hacía lo que quería. (...)
João Lima coincide con Lopes al opinar que, para la mayoría de los
portugueses, el impacto del primer año del Gobierno de la izquierda ha
sido más bien simbólico. “Los más pobres han notado una diferencia
inmediata. A mi tía abuela le han aumentado la pensión, y siendo viuda y
tan mayor, cualquier euro adicional le viene bien”, explica Lima, que
trabaja de modista en Oporto. (...)
“El único cambio que he notado personalmente es que ya no hay huelgas de
metro y asumo que será porque el Ejecutivo canceló el plan de
privatizarlo. El problema es que ahora el tren llega tarde por averías,
porque no hay dinero para repararlo correctamente”. (...)
A largo plazo, se necesita contar con más recursos económicos, insiste.
“Se pueden tener grandes planes para transformar el país, y estoy de
acuerdo con muchos de ellos. Pero para nada sirve promulgar leyes
progresistas en el Parlamento si la aplicación real de las mismas
requiere dinero, dinero que el Gobierno no tiene”. (Asier Ezazaguna, CTXT, 19/10/16)
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