"(...) Para cualquier americano negro que sepa algo sobre la historia del
hemisferio occidental, tanto Cuba como Haití tienen especial
significancia.
Haití, por supuesto, la que expulsó exitosamente a los
franceses en 1803 formando la segunda república de las Américas, una
república negra. Cuba, por su parte, en 1959 expulsó a los Estados
Unidos, a la mafia y a una clase dominante corrupta que había impuesto
una opresión racista a la mayoría de los cubanos.
En los casos de Haití y
Cuba, su audacia en las narices de un imperialismo racista incendió la
rabia de sus oponentes. ¿Cómo van a osar los cubanos enfrentarse a
Estados Unidos? ¿Cómo puede un país de mestizos y negros empeñarse en
dirigir su destino?
Por tanto, Fidel Castro
inmediatamente tuvo una especial significancia para innumerables negros
estadounidenses. Cuando yo era un jovencito recuerdo a mi padre
diciéndome que su cuñado, un profesor de la Universidad Johnson C.
Smith, se había sentado a mirar las imágenes en televisión de los
exiliados cubanos que llegaban a Estados Unidos luego de las revolución
del 59.
Su comentario a mi padre fue que todos eran cubanos blancos que
se bajaban de aviones o botes. No había cubanos ni negros ni morenos.
Esto hacía visible la naturaleza de la revolución cubana y de su líder
Fidel Castro.(...)
Para muchos de nosotros en la comunidad negra de Estados Unidos, Castro
representó la audacia que hemos buscado y deseado frente a la arrogancia
racial e imperial. Si bien, es desafortunado que algunos de nosotros se
hayan reservado preocupaciones y críticas por el respeto a Castro y a
la Revolución Cubana, es comprensible.
Después de todo, este fue el país
que desplegó tropas en Angola y ayudó a aplastar a las tropas del
apartheid sudafricano y sus aliados angoleños. Este fue el país que
envió doctores a innumerables emergencias, a países que jamás podrían
pagar por esa asistencia.
Este es el país que estudió y que comprendió
los huracanes a diferencia de los otros países de esta región de
huracanes, tanto que ofreció asistencia a Estados Unidos luego del
desastre de Katrina en 2005, una ayuda que la administración Bush
rechazaría. " (Bill Fletcher
, Billfletcher, en Rebelión, 28/11/16)
"(...) Fidel encabezó una revolución “clásica” del siglo XX y, en las
condiciones más adversas, mientras América Latina sucumbía al
imperialismo estadounidense y a sus dictaduras ancilares, logró superar
invasiones y bloqueos para dejar ahora, 58 años después, una Cuba
descascarillada, pero viva, que duda entre el abandono y la revisión de
su legado.
Por el camino han quedado algunas contradicciones económicas y
políticas mal resueltas en medio de una historia de dificultades,
alivios y tropiezos: el cepo soviético y la crisis de los misiles, el
“quinquenio gris” y su represión cultural (1971-1975) , el hundimiento
económico del “período especial” (1991-1994), las crisis migratorias, el
providencial gobierno de Chávez en Venezuela, la doble moneda,
los “lineamientos económicos” que reintrodujeron en 2010 las relaciones
de mercado, el retorno de miles de cubanos que habían abandonado el
país, las reformas de consecuencias imprevisibles conducidas por la
misma clase dirigente que hizo la revolución y a espaldas de esas nuevas
generaciones que reclaman protagonismo, el restablecimiento -en fin- de
relaciones diplomáticas con EEUU, hito inseparable de muchas promesas y
muchas amenazas.
La gran victoria de Fidel ha sido la supervivencia de
Cuba a 58 años de acoso imperialista, una victoria rubricada en la
última Asamblea General de las Naciones Unidas, donde por primera vez no
hubo un solo voto -ni siquiera el de Washington- a favor del bloqueo.
Fidel, que sobrevivió a 11 presidentes estadounidenses, ha visto cómo se
debilitaba, al mismo tiempo que su salud, la hegemonía mundial del
gigante imperialista que ha marcado la vida, en la isla y en Miami, de
varias generaciones de cubanos.
El siglo XX acabó ayer y Fidel -junto con Lenin y Churchill–
constituye sin duda su figura más señera e influyente. Nunca un país
tan pequeño habrá dejado tanta huella en el mundo a través de un solo
hombre. Nunca un anciano superviviente en mil refriegas habrá dejado a
sus espaldas tanta admiración y tanta nostalgia, como si fuera -en la
estela del Che o de Camilo Cienfuegos– un joven
héroe precozmente muerto en la batalla.
El siglo XX de la
descolonización, de la dignidad recuperada del llamado Tercer Mundo, de
las luchas anti-imperialistas, no puede entenderse sin él. Fidel es para
América Latina lo que Mandela para África, lo que Ho Chi Min para Asia, lo que Nasser
para el mundo árabe y, si los sobrevivió a todos ellos, su sombra se
alarga también más lejos.
Si miramos hacia atrás desde la exacta y
tramposa perspectiva de la hamaca sin tiempo, podemos señalar los
errores y las limitaciones, pero nadie con un mínimo de decoro -ese
sustantivo tan martiano- podrá negar, repasando algunas acciones
decisivas, que esas acciones estuvieron “bien” (como pensó Dios del
mundo recién creado) o que, de haber estado vivos y con conciencia en
esa época, también nosotros las hubiéramos celebrado, acompañado o
apoyado: había que estar en el Moncada, había que estar en Sierra
Maestra, había que estar en Playa Girón; y había que estar, luego, en la
lucha contra el apartheid en África y en las misiones médicas del
Sáhara, de Venezuela o de Pakistán; y había que estar siempre en la
resistencia contra el bloqueo y sus crímenes cotidianos; y en la defensa
cotidiana de la sanidad y la educación.(...)
La victoria de Fidel, ya imborrable, es la inversión de las
proporciones: la hazaña de llegar a ser el más grande representando a
los más pequeños, el más duradero representando a los más frágiles.
Fidel, sin embargo, también fracasó.
Su fracaso tiene que ver con la
construcción fallida de un “hombre nuevo” que necesitaría dormir y comer
tan poco como él, que correría tan deprisa como él y que soportaría,
como él, todos los sacrificios. Buena parte del pueblo cubano lo adoraba
y lo admiraba -lo adora y lo admira- pero no se parece a él.
Bajo su
mando Cuba construyó, eso sí, una vanguardia admirable de atletas
morales -militantes e intelectuales- que, como me decía en una ocasión
el gran periodista Enrique Ubieta, habían asumido la tarea
“agobiante” de conciliar un “ideal” con la defensa de un Estado “real”
siempre en peligro. Esa tensión es admirable, pero imposible en el
tiempo, y más en condiciones de subdesarrollo económico y agresión
exterior; y de la mano de una burocracia entrometida y “vieja” (en edad y
en concepción).
Fidel fracasó, como no podía ser de otro modo, a la
hora de resolver esa paradoja eterna que el helenista marxista Luciano Canfora
señalaba en uno de sus libros: “el impulso revolucionario no se
transmite, ni por vía genética ni por vía pedagógica. Simplemente se
pierde. Ya que la experiencia a lo sumo se puede explicar, pero no
transmitir: es individual e irrepetible.
Cuando obstinadamente se
intenta prolongar por vía pedagógica su vitalidad de generación en
generación, muy pronto esa pedagogía es percibida como retórica y, por
tanto, rechazada”. (...)
Después de aguantar cincuenta años Fidel fue el primero en darse cuenta
de que lo único que habían hecho en cincuenta años era eso: aguantar. No
es poco; y es mucho -y hasta una proeza política y moral- a 120 millas
de Florida y en medio del naufragio del continente. (...)" (Santiago Alba Rico, Cuarto Poder, en Rebelión, 28/11/16)
"(...) El abrazo a Fidel de Mandela, recién liberado de sus 27 años de
prisión, simboliza el papel internacional de esta pequeña isla que desde
el 59 ha estado presente, material o simbólicamente, en todas las
luchas anticoloniales del Tercer Mundo.
No sólo esto: con su ayuda
humanitaria y personal sanitario, Cuba ha ejercido su solidaridad en
cientos de desastres naturales. Incluso en España, el método de
alfabetización cubano “Yo sí puedo” ha combatido el analfabetismo en
barrios de Sevilla. Esto, desde una pequeña isla del Caribe sin apenas
recursos, no es poco.
Contra todas las dificultades posibles y con
el enemigo más poderoso del mundo a 90 millas, encabezó un proyecto
colectivo que fue bandera para varias generaciones. Sobrevivió al
terrorismo, a la guerra biológica, a numerosos magnicidios y a la caída
de la URSS sin perder la atención sanitaria, la educación gratuita a
todos los niveles, los derechos de la infancia y la atención a los
mayores.
Ha sido probablemente el dirigente contra el que se ha
abierto más fuego mediático. Cuando la Revista Forbes le atribuyó una
fortuna personal de 900 millones de dólares, Fidel ofreció renunciar a
sus cargos si la publicación demostraba personalmente de algún depósito
en el extranjero. Forbes reconoció que carecía de pruebas, aunque no
quiso desmentirse nunca. (...)" (José Sarrión Andaluz. Doctor en Filosofía, responsable federal de formación de Izquierda Unida, Público, 26/11/16)
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