"El establishment político-mediático del Partido Demócrata en EEUU
continúa sin entender qué ha pasado en las elecciones donde triunfó el
candidato republicano Donald Trump.
Está perplejo, y la única manera que
tiene para explicar su derrota es mediante la demonización del votante
del candidato Trump, definiéndolo como ignorante, poco educado, poco
sofisticado, lleno de racismo y machismo, y con prejuicios, resultado de
su inexistente educación, cuando no de su irracional visión. (...)
Esta percepción, muy generalizada en los grandes medios de información,
tanto estadounidenses como españoles, no deja de ser sorprendente, pues
gran número de tales supuestos “ignorantes”, “poco educados”, “racistas”
y “xenófobos” habían votado por el candidato (después presidente) Obama
en las elecciones del 2008, cuando tal candidato despertó una gran
ilusión, debido a su compromiso con realizar un gran cambio, gran cambio
que, para grandes sectores de las clases populares, nunca llegó.
Barrios obreros blancos en los Estados de Pensilvania, Wisconsin, Ohio y
Míchigan, que habían dado la victoria al candidato Obama en 2008,
votaron esta vez por el candidato Trump. Fue precisamente este cambio de
voto en estos Estados lo que dio la victoria al candidato Trump en el
Colegio Electoral. Y, por desgracia, el establishment político-mediático
del Partido Demócrata, todavía no ha entendido el porqué. (...)
La única explicación que el establishment del Partido Demócrata está
dando a lo ocurrido el día de las elecciones es acusar a los votantes de
racistas, acusación a la que se añade ahora la de sexistas, asumiendo
erróneamente que no votaron a Hillary Clinton porque ésta era mujer.
En
realidad, la Sra. Clinton había orientado su campaña a partir de la
premisa de que “había llegado el momento de las mujeres” (como las
elecciones anteriores habían significado la llegada del momento para los
afroamericanos, al salir elegido un candidato negro). Sin embargo, la
gran sorpresa del Partido Demócrata fue que la gran mayoría de las
mujeres blancas votaron a Trump (mayoría incluso mayor entre las mujeres
de clase trabajadora).
Explicar este hecho, como está haciendo la Sra.
Clinton, subrayando que era consecuencia de su falta de educación
(mostrando como prueba de ello que los sectores con mayor educación
votaron a Clinton y que los menos educados lo hicieron por Trump), es
creer que la educación era la variable determinante del comportamiento
electoral, cuando la variable determinante fue la indignación de clase
–predominantemente de clase trabajadora– frente al establishment
demócrata representado por la Sra. Clinton. La educación era un
indicador de la clase social del votante.
Y Donald Trump fue el único
candidato (junto con Bernie Sanders) que apeló al sentido y conciencia
de clase del electorado. La eliminación sectaria, por parte del Partido
Demócrata, de Bernie Sanders canalizó el proceso de movilización de la
clase trabajadora al candidato Donald Trump, un personaje enormemente
astuto, que utilizó dicha conciencia de clase frente al muy rechazado
establishment político-mediático, bien representado por la candidata
Hillary Clinton.
La gente educada, trabajando con el presidente Obama y
con la candidata Clinton, junto con los presidentes Clinton y Bush padre
e hijo, había contribuido a crear la enorme crisis que dañó
sustancialmente el bienestar y calidad de vida de las clases populares
poco educadas.
A tales clases, el establishment político-mediático no
les dejó otra alternativa que votar a Trump para mostrar su enfado y
rechazo al establishment del Partido Demócrata, responsable, junto con
el del Partido Republicano, de la Gran Recesión. Ambos establishments
habían eliminado antes a Bernie Sanders, que era la única posibilidad
para cambiar las políticas que habían causado la Gran Recesión.
De
hecho, la gran mayoría de encuestas señalaban que Sanders hubiera ganado
a Trump con porcentajes mucho mayores que los que Clinton mostraba. (...)
Así pues, la variable de clase continúa siendo una variable de enorme
importancia para entender como la población piensa, vive y vota. Y la
clase trabajadora (personas que obtienen sus rentas del trabajo, a base
de un trabajo repetitivo, supervisado y que se paga por horas) continúa
existiendo. En realidad, son ellas la mayoría de las clases populares.
Y
cuando las izquierdas se olvidan de ello, tales clases votan a la
ultraderecha. Así ha ocurrido en EEUU, así ha ocurrido en el Reino Unido
y así puede ocurrir en Francia y en otros países de la Unión Europea.
En realidad, la experiencia de las elecciones estadounidenses muestra
claramente que existen clases sociales entre las minorías y entre las
mujeres, y que, aun cuando la mayoría de asociaciones de defensa de las
minorías, así como de las mujeres (todas las cuales apoyaron a la Sra.
Hillary Clinton) estaban lideradas por mujeres de clase media alta,
perteneciente a las clases profesionales, y se consideraban
representantes de todas las mujeres, la mayoría de estas dieron mayor
hincapié a lo que ellas percibieron que eran sus intereses de clase
–rechazando el establishment político-mediático- que no a lo que sus
dirigentes definieron como sus intereses de género.
Sería un error
enfrentar los intereses de raza y género con los de clase, y viceversa,
pero es claramente un error mayúsculo no darse cuenta que tanto las
razas como los géneros tienen clases sociales que pueden tener intereses
distintos y en conflicto.
El caso último de Estados Unidos es un
ejemplo de ello. (...)"
(Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 26 de enero de 2017, en www.vnavarro.org, 26/01/17)
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