"(...) La desconfianza, cuando no el desprecio, hacia los expertos forma parte
de esa nueva identidad política que emerge tras el referéndum de junio
en el Reino Unido. (...)
En noviembre, Glyn Davies, diputado conservador, publicó en Twitter un
mensaje: “Personalmente, nunca he considerado a los académicos como
expertos. (...)
Apelar al conocimiento experto, en estos tiempos, es un signo de
elitismo e implica el rechazo al diálogo en el que se basa la
democracia. “Pero la democracia es un sistema de gobierno, no denota un
estado de igualdad. Tener los mismos derechos no implica tener las
mismas habilidades, talentos o conocimientos”, afirma Tom Nichols en su defensa de los expertos. (...)
Que posverdad haya sido elegida la palabra del año
dice mucho de los tiempos en los que nos movemos. A la manera de la
neolengua de Orwell, las mentiras son disfrazadas con un término más
elegante, los hechos son ignorados y las opiniones se presentan como
verdades contrastadas.
Con estas bases, el necesario diálogo democrático
está siempre limitado, desprovisto de toda apelación al mundo real,
mientras que, de forma paradójica, se reprocha a los especialistas su
escaso conocimiento de la realidad.
En este contexto, explica Nichols,
“no estar de acuerdo es insultar. Corregir a otro es ser un “hater”. Y negarse a reconocer puntos de vista alternativos, aunque sean fantásticos o estúpidos, es ser intolerante”. (...)
¿De dónde surge este desprecio a los expertos por parte de las nuevas
identidades políticas? Si atendemos a los resultados del referéndum del Brexit, parece obvio que la demografía del experto es la del remainer.
Las personas con mayores niveles educativos y mayores niveles de renta
votaron en su mayoría por la continuidad.
La metrópoli cosmopolita que
es Londres, así como Oxford y Cambridge, votaron por permanecer en la
Unión Europea. Los cuatro principales partidos y buena parte de las
empresas, bancos y la City de Londres apostaban por la permanencia.
Y
buena parte de sus argumentos venían a apoyarse en las opiniones de
expertos, que de este modo se alineaban con el establishment. Frente a esta alianza, personajes como Farage (y Trump en el contexto americano) se presentan como alternativas, outsiders que rechazan alinearse con las posiciones dominantes. (...)
Los expertos son identificados, así, con la tecnocracia que ha impulsado
las políticas neoliberales contra las que se rebelan los discursos de
Donald Trump o Marine Le Pen, que prometen proteccionismo económico,
control de la inmigración y abandono del multilateralismo.
Como ha
señalado Esteban Hernández,
en nuestra época cuando un país no es gestionado eficazmente (según los
parámetros neoliberales), se coloca a un tecnócrata al frente (mientras
que en el siglo pasado se colocaba a un militar).
Y, como en el caso
italiano, esos expertos llamados a gestionar un país al margen de
ideologías no hacen otra cosa que aplicar políticas de austeridad que
perjudican a las clases más populares y alimentan su rabia hacia el
sistema. (...)
Muchos han señalado que la posverdad es una forma elegante de llamar
a la mentira. La alta circulación de noticias falsas en la campaña de
las elecciones estadounidenses y el grosero uso de las cifras en la
campaña del Brexit son buenos ejemplos.
Pero el rechazo al
conocimiento experto tiene sus raíces en un rasgo del comportamiento
social que ya advirtió George Lakoff en su clásico panfleto No pienses en un elefante.
Mientras que desde la izquierda se intentaba convencer a los
potenciales votantes con datos, la derecha había comprendido que lo
importante es ganarse el corazón de los votantes, apelar a sus emociones
y sentimientos morales, definiendo el marco del discurso en sus propios
términos. “Los meros hechos no te dejan el camino expedito.
Tienes que
reconfigurar los marcos en que se discuten los asuntos, antes de que los
hechos puedan resultar significativos y hacerse contundentes”. Como
señala Guillermo Fernández Vázquez en su análisis del discurso proteccionista de Marine Le Pen, “el discurso del Frente Nacional conecta con el Make America Great Again de Donald Trump o el ‘Nuevo Día de la Independencia’ que presidió la campaña británica en los días previos al Brexit.
El punto decisivo es que todos estos discursos convocan a un pueblo a hacer cosas grandes; y además le piden que lo haga estando juntos”.
Las nuevas identidades políticas articulan un discurso que se opone al establishment
y los expertos son vistos como parte integrante del sistema. El
lenguaje político de este momento se centra en apelar a “la ciudadanía
para recuperar colectivamente todo aquello que se siente a la vez como
importante y amenazado”.
Es la descripción del discurso de Marine Le
Pen, pero encaja también con el discurso de Podemos o del Brexit.
Se apela a la emoción, a la épica, al miedo y a la nostalgia. Es la
época de los oradores y los demagogos, difícilmente la del experto con
su arsenal de datos y técnicas que prometen explicar el mundo en
términos objetivos. " (Héctor Fouce, 01/02/17)
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