"Ados meses de la presidenciales, Francia descubre, con estupor, que no
tiene un candidato democrático claro.
Que, por primera vez desde que el
general De Gaulle constituyera la Vª República, el único paso seguro a
la segunda vuelta es el de una candidata a la cual todo el mundo se
esfuerza en llamar populista para eludir la angustia de confesar que, en
la Francia de 2017, algo que se parece como un calco al fascismo de
entreguerras tiene todas las posibilidades de ganar las elecciones.
La presidencia, en Francia, no se asemeja a nada que rija en el resto de
las democracias europeas. Sus poderes ejecutivos fueron elevados por De
Gaulle al máximo posible. (...)
Desde
el lejano inicio de los años ochenta, cuando François Mitterrand
maquinó la promoción de Jean-Marie Le Pen para erosionar el voto de los
conservadores, el modelo se ha ido cuarteando. Pero ha resistido.
En la
segunda vuelta, invariablemente, derecha e izquierda cerraban las filas
«republicanas» frente a cualquier embate del Frente Nacional. Hace
tiempo que el FN es el partido mayoritario en Francia. Pero nunca, hasta
hoy, esa mayoría había llegado a ser lo bastante grande como para
imponerse a la suma de sus adversarios en la segunda vuelta resolutoria.
Hollande es el primer presidente de la Vª República
que ha renunciado a intentar siquiera ser reelegido. Sarkozy ha sido
liquidado por su financiación oscura. El piadoso Fillon lo fue demasiado
con su propia familia. Hamon es más un chascarrillo que un candidato…
Queda Macron, a quien los que fueron hasta hace unos meses sus socios
socialistas profesan un odio homérico…
A dos meses de las presidenciales, Marine Le Pen
sobrevuela el barullo. Va ganando. No ha tenido siquiera que mover un
dedo. Sus adversarios lo han hecho todo por ella. Y el referéndum para
sacar a Francia de la UE comienza a ser verosímil." (GABRIEL ALBIAC, ABC 27/02/17, en Fundación para la Libertad)
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