"Existe una cierta sensación social de que Madrid es un ejemplo para el
resto del Estado como paradigma de la gestión económica, e incluso de la
igualdad y distribución de la renta. (...)
Esta veneración mediática, trufada de millones en publicidad
institucional, sigue resistiendo los sucesivos casos de corrupción, en
un alarde de pérdida absoluta de dignidad y objetivad periodística. (...)
Pero lo que sí es intrínsecamente madrileño ha sido la puesta en marcha
de la supuesta agenda liberal, primero con Esperanza Aguirre y luego con
Gallardón, cuyas consecuencias penales hoy las estamos viendo en todos
los telediarios, no solo nacionales, sino también internacionales.
Los
que más criticaban al sector público son los que más se han aprovechado
de él, engordando sus cuentas corrientes, propias y de familiares
cercanos, con el beneplácito intelectual de colaboradores necesarios
como Daniel Lacalle, hoy muy callado después de ser el fichaje estrella
de Esperanza Aguirre y luego de Cifuentes, o Rallo, eterno defensor del
PP en todas sus vertientes.
Esta puesta en marcha de la cadena de saqueos ha supuesto un enorme
quebranto para la economía de Madrid, pero sobre todo para las clases
más desfavorecidas, y ha dejado al aparato productor y social
completamente desmoralizado, al entender que son las grandes familias
las que se reparten el pastel de las grandes obras.
Aquí no han faltado
todos los ingredientes para un vodevil mafioso, y a veces muy cutre.
Comenzó con el tamayazo, aquel episodio muy sórdido de compra de votos
que nadie ha querido investigar a fondo, tal vez porque hay personas e
instituciones demasiado poderosas involucradas, pero que fue el
pistoletazo de salida para una carrera de apropiación de fondos
públicos, que parece no tiene fin.
Curiosamente, el origen de aquellos diputados del PSOE, era un grupo
capitaneado por un personaje siniestro como Balbás, hoy tertuliano en
las teles de extrema derecha, que fue quien aupó a Zapatero en las
primarias, y en cuyo grupo militaban personas hoy muy famosas como
Antonio Hernando. Como se puede ver, las cloacas ya prometían en
aquellos lejanos días de 2003, cuando los dos grandes partidos trataban
de repartirse el enorme botín de Madrid.
Llegada al poder por esta vía, Aguirre se fue despojando de la vieja
guardia, acogiendo en su seno los pujantes nuevos cachorros, muchos de
ellos caciques en sus municipios, como era el caso de Granados.
Junto a
esta mano derecha tan brillante, los subsiguientes nombramientos, tanto
de la baronesa, como de Gallardón, no desmerecieron: Guemes, Lamela,
González, Figar, Taboada, Pedro Calvo o la propia Cifuentes, han
mostrado el mismo patrón: servirse del cargo para hacer negocios.
El
dinero público ha sido el lubricante para que grandes empresarios, y
medianías como Arturo Fernández, viviesen del BOE o el BOCAM sin tener
que arriesgar nada, simplemente esperando y amañando los concursos
públicos para obtener obra pública: grandes hospitales, colegios,
radiales, depuradoras, o simplemente la reforma de la calle Serrano en
Madrid, pactada cuando escaseaba la gran obra pública.
Los grandes beneficiados ya los sabemos todos, los cuales han sido
generosos con la financiación del PP, como se comprueba al leer los
múltiples sumarios delictivos que se filtran sin misericordia a los
medios de comunicación.
Tal vez por eso, Madrid va muy bien, porque las
grandes elites no paran de hacer obras inservibles, como las radiales,
la Ciudad de la Justicia fantasma, o el tren a Navalcarnero sin vías.
Este engrase permanente, junto al plus de capitalidad, está permitiendo
que la economía madrileña despunte, a lo que hay que unir el atractivo
turístico.
Pero qué hay debajo de tanto boato y corrupción. Pues también hay mucha miseria. (...)
La industria poco a poco ha desparecido, la ciudad de Madrid ha
expulsado a muchos jóvenes, apenas hay política de vivienda asequible,
el empleo basura es la tónica entre los menores de 30 años, y el
envejecimiento de la capital favorece la inactividad y la desesperación
entre las clases medias y bajas.
Los servicios públicos se deterioran y
los científicos del CSIC y otros organismos ya no pueden sobrevivir con
los sueldos de miseria. Las universidades se vacían, en parte por la
escalada de tasas, pero también por la escasa natalidad en una sociedad
dura y sin posibilidades de conciliación. (...)
Para ver en su estadio más crudo esta alienación laboral y el sin
sentido de la vida en Madrid recomiendo visionar en el cine la película: “La Mano Invisible” de David Macian, basada en la novela de Isaac Rosa,
a partir del día 28 de abril en casi toda España.
Uno sale deprimido,
después de una gran obra, pero al menos puede verse en un el espejo de
la dura vida diaria para tanta gente en la capital. Mientras, el
jolgorio de los medios afines a las elites extractivas sigue intentando
exaltar el mérito democrático de Cifuentes porque ha llevado a la
Fiscalía el tufo que desprendía el Canal de Isabel II, empresa de la que
ella formó parte.
Eso sí, con coacciones ficticias por medio, en boca
del jurista, tertuliano e historiador Marhuenda, machista blanqueado por
todo el grupo Atresmedia tras llamar zorra a la jefa de gabinete de
Cifuentes, tal vez por un mero calentón o accidente. (...)" (Alejandro Inurrieta , Vox Populi, 24/04/17)
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