27.4.17

La contrarrevolución reaccionaria está usando al proletariado tradicional y a las clases medias bajas contra las clases marginadas, contra el precariado, contra el inmigrante, y creando una alianza política interclase, nunca vista desde la conquista colonial, que está destruyendo a la izquierda

"(...) Mientras que el conflicto de clase y su expresión cultural es la base de la confrontación (la insurrección de las élites contra El Pueblo y no al revés), las clases explotadas y oprimidas están por todas partes comenzando a volverse en contra de otras personas oprimidas: hoy en día sobre todo contra los refugiados o contra las minorías o contra los gais o incluso contra los jóvenes de clase media que están a favor de Occidente, y que no son ellos mismos explotadores, sino los inocentes e inconscientes agentes de los explotadores.

Sin embargo, su xenofobia es solo una opinión (desagradable, sin duda, aunque una opinión únicamente). Son los grandes Estados capitalistas los que dan la espalda a los refugiados. Mientras la prensa europea brama contra Donald Trump, el amable gobierno alemán y sus aliados liberales están haciendo lo mismo que de lo que él solo habla hasta el momento. 

La policía fronteriza europea, Frontex, ya es más violenta con los refugiados que lo que será su equivalente estadounidense. La valla de la vergüenza de Viktor Orbán, situada en la frontera con Serbia está protegida actualmente también por el ejército austríaco, el ejército de un país neutral que acaba de elegir a un impecable presidente verde-liberal, el adorable y amable Van der Bellen. (Por cierto, la ley húngara que otorga poderes policiales al ejército, ha sido emulada recientemente por los poderes fácticos austríacos). 

Mientras tanto, la decisión del gobierno austríaco liderado por los socialistas de premiar a los emprendedores que quieran dar trabajo a más gente, acaba de ser enmendada (¡por los socialdemócratas!) para que dar trabajo a inmigrantes no cuente.

 Hace pocos días, el ministro de Interior anunció en Viena una propuesta de ley según la cual las “actividades en contra del Estado” y “no reconocer la autoridad del Estado de la República de Austria”, serán merecedores de dos años de cárcel. Suena a estalinismo del bueno, ¿verdad?

Déjà vu, Roma está ardiendo

La derecha está ganando en todas partes, la izquierda está siendo traicionada en todas partes y la gente se pelea por estúpidas definiciones.

La contrarrevolución reaccionaria está usando (aunque no ayudando) al proletariado tradicional y a las clases medias bajas contra las clases marginadas, contra el precariado (sobre todo si es étnico) y contra el inmigrante, y creando una alianza política interclase, nunca vista desde los días de la conquista colonial, que está destruyendo a la izquierda.

 El giro de los países anglófonos más importantes (Reino Unido y Estados Unidos) en contra de la Unión Europea podría asemejarse a la disolución de la Sociedad de las Naciones, y poner fin al período de paz más largo en el continente europeo (si consideramos los conflictos yugoslavo y ucraniano como refriegas). 

Por lo general, el peligro de que se produzca el desorden o una conflagración tiene como consecuencia que se detenga el progreso, sobre todo hacia una mayor libertad y cooperación.

La traición socialista tampoco es nueva. Como sabe todo el mundo, los socialistas europeos (infinitamente más poderosos que hoy en día) capitularon durante el verano de 1914 frente a las fuerzas del imperialismo y se unieron al “esfuerzo de guerra” votando a favor de los créditos de guerra y movilizando a la teóricamente “internacionalista” clase trabajadora. 

Los intelectuales de origen judío como Henri Bergson, Max Scheler o Georg Simmel, que se suponía que eran cosmopolitas y temerosos de las fuerzas nacionalistas imperialistas antisemitas, se dedicaron a escribir himnos sobre renacer en la batalla y sobre las virtudes superlativas de su nación “de acogida”. 

Los anarcosindicalistas (anteriormente pacifistas radicales) se desplazaron a la derecha y más tarde muchos se convirtieron en fascistas, como aquel que acabó como ministro del gobierno criminal colaboracionista de Pétain y Laval que dirigió Francia durante la II Guerra Mundial.

La idea socialista fue evitar la guerra mediante una huelga general internacional, pero en su lugar la etnicidad derrotó a la clase, y el esfuerzo de la clase trabajadora se centró en el Estado del bienestar y en el colonialismo con la esperanza de obtener dividendos sociales, y al final obtuvo los resultados que ya conocemos.

Llamemos a las cosas por su nombre. Ceder ante el racismo y la xenofobia en lugar de enfrentarnos a este problema aparentemente irresoluble que está convirtiendo a millones de personas en ‘poblaciones superfluas’ como consecuencia del desarrollo tecnológico (digitalización, robotización, automatización), la crisis financiera y la contracción de la demanda mundial; levantar vallas para detener a estos millones de personas que intentan escapar del hambre y la guerra en lugar de extender las ayudas de forma universal; llegar a acuerdos con tiranos como Erdogan, Modi o al-Sisi; permanecer en silencio frente a la difícil situación de los rohingya [la minoría musulmana de Birmania]; parecerse cada vez más al enemigo: eso es lo que está haciendo la izquierda oficial y a eso se le llama traición.

No es cierto que no haya diferencia entre la izquierda y la derecha, pero es verdad que la izquierda está desapareciendo rápidamente, como ya sucedió en 1914."               (Gáspár Miklós Tamás (OpenDemocracy), en CTXT, 19/04/17)

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