"Las últimas semanas han supuesto un auténtico aluvión de
malas noticias sobre la situación financiera de Banco Popular. Cuando
parecía que lo peor de la crisis bancaria había pasado y que ahora nos
encontrábamos con un marco regulatorio mucho más exigente y una labor
cuidadosa de la inspección del Banco de España, la realidad nos ha
devuelto a un escenario todavía más complicado y más difícil de resolver
si cabe.
España ha inyectado más de 300.000 millones de euros desde
2008 en el sistema financiero si sumamos el dinero público explícito y
avales. La condición para colocar esa cantidad de dinero encima de la
mesa fue la de poner los medios suficientes para evitar que todo eso no
volviera a ocurrir en el futuro.
Sin embargo, no han pasado ni cinco
años del último gran desembolso (el rescate de Bankia, Catalunya Caixa y
Novacaixagalicia) cuando ya se está planteando la posibilidad de que
haya que rescatar con dinero público a un banco privado, el Popular.
Las preguntas vuelven a ser las mismas que en 2012: ¿por
qué hemos llegado a esta situación? ¿Por qué no se han puesto los medios
preventivos adecuados que ahorrarían mucho dinero y salud a toda la
economía española?
¿Cuál ha sido el papel de los reguladores? No deja de
ser casualidad, además, que se vuelvan a plantear estas cuestiones en
medio del proceso judicial de Bankia, y tras escuchar en reiteradas
ocasiones a las autoridades económicas decir que “casos como el de
Bankia no se van a volver a repetir en el futuro”.
El Popular es una entidad que ha dilapidado en una década
todas sus señas de identidad. Ha pasado de ser el banco más rentable del
mundo (premio de la revista Euromoneyen dos ocasiones en los
años noventa) a generar una rentabilidad sobre recursos propios
negativa.
Ha pasado de ser la entidad más eficiente del mercado
(excluyendo operaciones de cartera de renta fija) a ser de las peores. Y
finalmente ha pasado de ser el banco más sólido y seguro en términos de
capital del mercado español a tener una posición muy precaria y
provocar a los accionistas desde 2007 unas minusvalías en sus acciones
del 98% incluyendo dividendos y ampliaciones de capital.
Esta deriva en el modelo de negocio, que se hizo con el
objetivo de que el banco se subiera al carro de la burbuja inmobiliaria,
ha provocado la ruina de la entidad: es el banco de capital enteramente
privado con la mayor tasa de morosidad de todo el sistema financiero y
con un modelo de negocio a futuro que sigue siendo incierto.
En los
últimos años, los gestores antiguos de Popular exprimieron lo que
quedaba de la marca para acudir varias veces al mercado en busca de
dinero y evitar de esta forma la intervención pública. Sin embargo, la
situación ha llegado a un punto en que es insostenible y donde el
remedio quizá pueda ser peor que la enfermedad.
¿Deberíamos haber visto en este tiempo una intervención
activa de los inspectores del Banco de España y los reguladores del
mercado? Ciertamente, sí. Especialmente, en las últimas semanas, lo
hemos echado de menos por el lado de la Comisión Nacional del Mercado de
Valores (CNMV).
Un marco regulatorio, que en teoría es muy
proteccionista del cliente minorista, no ha hecho prácticamente nada por
evitar movimientos como los que hemos vivido en las semanas anteriores
con grandes subidas y bajadas del precio de la acción inmediatamente
antes de la publicación de noticias en prensa y Hechos Relevantes. ¿Se
debería investigar si ha habido en algunos de estos movimientos
presuntos casos de información privilegiada? Desde luego que sí. (...)
A pesar de la renovación de los responsables de Inspección causada también por el caso Bankia y de la circular enviada a los bancos en 2016 --y ahora en proceso de reforma--
endureciendo el criterio de provisiones, la salud de un banco se sigue
midiendo de una forma poco adecuada, la cual lleva a que se nos escapen
la mayor parte de las crisis bancarias.
Para la evaluación y seguimiento de un banco, no basta con mirar “fotos
fijas” como son las Cuentas, las provisiones realizadas o la ratio de
capital que tiene en ese momento concreto. (...)
Por muy saneada que a simple vista pueda estar una entidad, dos noticias en prensa de gran impacto, una bajada del rating y una fuga de depósitos puede hacer quebrar a cualquiera. (...)
Por tanto, los inspectores, cogiendo una “foto fija” y
cayendo en la autocomplacencia del volumen de provisiones, pueden ver
cómo de la noche a la mañana aparecen agujeros contables de más de 3.000
millones de euros y un riesgo de consumo de capital de entre 150 y 230
puntos básicos de capital en el caso de Popular.
¿Qué significa esto?
Que la labor inspectora no se ha centrado en lo verdaderamente relevante
que es investigar si los activos que en balance figuran con un valor de
100 (supongamos) en realidad valen 100 o realmente valen 60, 50 o
incluso nada.
De las diferencias de valor y la contabilización poco
prudente del riesgo salen estos “agujeros contables” que la Inspección
no detecta, aunque haya ocasiones en las que sea algo demasiado
evidente.
Es patente, en suma, la escasa o nula rentabilidad que los
españoles hemos obtenido del rescate millonario del sistema financiero,
el cual, al menos, parecía que sí podría rentabilizarse por la vía de
reformar la supervisión y evitar que los contribuyentes pagaran por los
desaguisados de gestores privados. El Popular no constituye ningún tipo
de riesgo sistémico. En caso de que se plantee un rescate, ¿por qué no
se le deja caer? " (Javier Santacruz Cano, CTXT, 24/05/17)
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