"Francia recibió el presidente Macron. La palabra “elegido” no es muy
apropiada en circunstancias que una parte significativa de los franceses
se negaron deliberadamente a votar, mientras que otros votaron sin
entusiasmo y sin ninguna simpatía por un candidato impuesto como un mal
menor o cómo acertadamente se ha dicho, el menor de dos males.
Sin embargo, la victoria Macron no significa el final de la crisis
socio-política de la Unión Europea, sino que marca el comienzo de una
nueva fase, aún más dramática, de esta crisis. Ocurrió lo incontestable:
los poderes gobernantes hicieron claramente una elección a favor de
continuar el actual curso a cualquier precio.
No habrá concesiones al
malestar público. Y, como mucho, se realizarán algunas nuevas maniobras
tácticas para dejar todo tal como estaba. Esto conducirá a una amarga y
dura lucha, con conflictos cada vez más ásperos, que serán imposibles de
resolver en el marco de las instituciones tradicionales.
Desde el 2016, el sistema neoliberal se enfrenta a una rebelión de
votantes que ha tomado la forma de movimientos populistas – de derecha y
de izquierda. Ambos movimientos, los de derecha y los de izquierda,
expresan un estado de ánimo de irritación y protesta. Ambos movimientos
no están dispuestos a unirse o a interactuar tácticamente, unos con
otros, porque sus partidarios, a nivel de base, piensan de manera muy
diferente.
Sin embargo, el estado de ánimo de las masas no está conformado por
bloques ideológicos irreductibles, y por tanto quien se mueva
tácticamente con más habilidad tendrá mayores posibilidades de éxito.
Es un hecho que en estos movimientos hay una parte importante de
gente de derecha. Esto ultimo solo se explica por las vacilaciones, la
cobardía y la corrupción de los políticos de “izquierda” dominantes.
Estos partidos de “izquierda” han perdido, incluso habiendo ganado las
elecciones – el caso más revelador es Grecia, donde Syriza se rindió a
pesar de haber vencido en un referéndum que llamaba a luchar. (...)
A diferencia de la izquierda, la élite de Europa y los EE.UU., han
aprendido de los acontecimientos del año pasado. En contraste, con los
círculos gobernantes rusos que no aprenden nada de la experiencia de
otros, los intereses financieros de la Unión Europea se dieron cuenta
que había una situación cualitativamente nueva en la política y, que
esta nueva situación requería de un cambio radical en el enfoque.
La
inesperada derrota de los referéndums en el Reino Unido y en Italia, la
elección de Donald Trump, en Estados Unidos no han pasado sin dejar
rastro.
Políticamente 2017 comenzó con una revancha de las élites
neoliberales. En Estados Unidos la administración Trump fue bloqueada en
el Congreso por una coalición informal de demócratas y republicanos, al
mismo tiempo, la mayoría republicana ha conseguido, a través de la
autoridad legislativa, mantener las medidas de austeridad, y la
administración encabezada por Trump, no se atreve a romper con su propio
partido. (...)
En paralelo, el experimento político más importante se estaba
produciendo en Francia. Ante un poderoso movimiento populismo (a la
ofensiva) expresado no sólo en el avance de Marine Le Pen, sino también
en el repentino aumento de la popularidad de Jean-Luc Jean-Luc
Mélenchon, un representante de las fuerzas de izquierda, los poderes
dominantes decidieron sacrificar sus organizaciones políticas
tradicionales (socialistas y republicanos)apostando por un nuevo
candidato ; Emmanuel Macron.
En las elecciones , Francia creo algo casi sin precedentes: el populismo liberal.
Macron es una especie de monstruo Frankenstein, un proyecto político,
construido artificialmente por los medios de comunicación, con un
programa de consignas eclécticas y apelaciones diversas que tenían un
solo propósito y una sola función – ganar a cualquier precio la
elección.
Si entendemos en forma primitiva al populismo – como algo
irresponsable – Macron es la encarnación más pura del populismo, es casi
el “tipo ideal” de Max Weber. En menos de un año, el sistema desplegó,
desde cero, una campaña de comunicación a gran escala. El viejo sistema
político conducir la reacción contra Marine Le Pen con Macron, un
candidato casi desconocido.
Con los resultados de la votación a vista , el experimento ha sido un
éxito. El único problema es que después de la elecciones se aplicarán
las reformas económicas y lucha social no cesará. Aunque Macron, con
toda la comunidad financiera detrás quiera evitar cualquier tipo de
cambio, dejar todo lo viejo tal como esta ahora , es una opción
condenada al fracaso .
En el contexto de conflictos no resueltos y de políticas de
austeridad, las crisis sistémicas en curso no sólo continuarán, sino que
se profundizarán. Las medidas antisociales iniciadas por el gobierno de
Hollande, serán reemplazados por políticas aún más radicales en la
misma dirección. Los franceses tendrán poco que disfrutar. (...)
Y, tal como están las cosas será Marine Le Pen quien aparezca protegiendo estas instituciones (...)
Resultan grotescas las declaraciones de los líderes del partido
comunista y del partido socialista, llamando a todas las fuerzas a
apoyar a Macron, para a continuación, llamar iniciar la “lucha final”
contra él. La reacción de la clase obrera en Francia ante el
comportamiento de “su partido” ha sido de apoyo masivo al Frente
Nacional. (...)
El resultado es que hoy, es Marine Le Pen y sus partidarios en
Francia, la principal fuerza de oposición, la única alternativa creíble,
que utilizará la resistencia como bandera. A pesar de que no fueron
capaces de entrar en el palacio del Elíseo, el éxito alcanzado en la
actual campaña electoral, es impresionante. De hecho, Marine Le Pen fue
capaz de superar las ideas que su candidatura y su partido eran una
fuerza nacionalista marginal, sin una política seria y sin ninguna
posibilidad en la lucha por el poder.
El grado de apoyo recibido en las elecciones presidenciales, son
tales, que incluso las fuerzas combinadas de todos los demás partidos no
serán capaces de mantener al Frente Nacional fuera del Parlamento, y a
la propia Marine Le Pen fuera del debate público. Esto significa que
será imposible ignorarla, atribuyéndole palabras que nunca dijo (con
este artimaña se construyó gran parte de la propaganda en su contra ).
En estas circunstancias las perspectivas para la izquierda dependerá
si el propio Jean-Luc Mélenchon, (o cualquier otro político que quiera
consolidar su posición como líder del movimiento) logre ser capaz de
establecer un diálogo con los votantes Marine Le Pen .
La lógica de la resistencia a la antisocial política de Macron impone
la necesidad de cooperación, una cooperación ,que en la actualidad, es
evidente para los votantes de derecha y todavía impensable para los
“intelectuales de izquierda” .
De hecho, los intelectuales liberales han
controlado junto a la burocracia partidaria las estructuras políticas
de izquierda. Han sido los defensores más influyentes y más fieles del
orden existente, un orden que representa no sólo los intereses de la
burguesía, sino también la parte más reaccionaria y más irresponsable de
la clase dominante.
Superar la influencia de los intelectuales “políticamente correctos”
(y su discurso) es el principal problema de las fuerzas emancipadoras,
de la solución de este conflicto depende la supervivencia de la
izquierda como fuerza política. (...)" (Borís Kagarlitski, sociólogo, director del Instituto de la globalización y los movimientos sociales, Salir del euro)
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