"La politóloga zaragozana Cristina Monge (1975) presenta esta semana 15M. Un movimiento político para democratizar la sociedad (editorial
Prensas de la Universidad, Universidad de Zaragoza), un libro que tiene
su origen en su tesis doctoral sobre los impactos del 15M en la
gobernanza, la participación ciudadana y la calidad democrática (...)
¿Ya sabemos qué pasó en el 15M?
Empezamos a entender que fue el inicio de un nuevo
ciclo político, eso que algunos han llamado acertadamente “la segunda
transición”, que se diferencia fundamentalmente de la primera en que,
mientras aquella puso el foco en asuntos de carácter institucional,
jurídico y formal, esta probablemente es una apelación mucho mayor al
conjunto de la sociedad. (...)
Aquello fue el comienzo de un ciclo que ha cambiado de manera
sustancial la política española, en la que han aparecido nuevos partidos
y otros han desaparecido --o casi-- o se han reformado, y en el que ha
habido impactos notables en el ámbito de la comunicación y en la
economía, con el avance de fórmulas colaborativas muy en la línea del
15M. Se ha dibujado un ecosistema nuevo.
Sumando todos esos ámbitos hablaríamos de una revolución en
toda regla, pero se trata de cambios que no han terminado. ¿No es
precisamente el hecho de encontrarnos en un proceso de cambio lo que nos
tiene alterados?
Claro. Estamos en una transición. De la del 75 salió un sistema de
partidos que ha saltado por los aires, pero los datos no nos dicen que
haya cristalizado uno nuevo. Ha cambiado sustancialmente el espacio de
los medios de comunicación, pero todavía no hay una concreción
consolidada de la alternativa a los medios tradicionales que veníamos
conociendo.
Ocurre lo mismo en la economía, en la que van surgiendo
alternativas pero no podemos decir que se haya consolidado un nuevo
modelo de empresa capaz de generar economía a una escala suficiente.
Estamos en el “entre tanto”, en una transición, y eso es, efectivamente,
lo que nos tiene nerviosos.
Si no acabamos de entender qué pasó, mal podremos aventurar qué va a ocurrir.
Sin embargo tenemos la certeza de que estamos en un momento de
cambio. Y en los momentos de cambio aparecen muchos miedos: miedo a
saber que lo que fue no será, a no saber qué viene ni cómo nos afectará. (...)
El franquismo basó su supervivencia en la consolidación de
una amplia clase media, la misma para la que fue diseñado el sistema de
la transición de 1975. Pero en 2011 fue esa misma clase media la que
salió a las plazas. ¿Qué pasó?
A las plazas fueron jóvenes y no tan jóvenes; fundamentalmente,
clases medias y gente formada. A esos jóvenes les habíamos dicho que se
formaran. Ellos hicieron los deberes, se sacaron un grado y un máster y
aprendieron un par de idiomas, pero de repente vieron que no podían
acceder al trabajo: el 15M estalla con un 50% de desempleo juvenil, y
cuando acceden al trabajo este es muy precario. Vieron que eso se había
truncado y salieron a las plazas.
Sus padres, indignados porque veían
que eso se había truncado, les acompañaron. Y todo coincide con un
momento en el que la corrupción repunta y en el que la respuesta
neoliberal a la crisis hace aparecer a la clase política como alguien
más preocupado de socorrer a las grandes corporaciones y las entidades
financieras que de defender los intereses de los ciudadanos.
¿Eso fue lo que provocó el alejamiento entre ciudadanos y poderes?
El 15M evidencia que se ha abierto una brecha tremenda entre
representantes y representados y que hay una incapacidad de comunicación
y de comprensión por parte de unos y de otros. El “No nos representan”
expresa el sentir de indignación de una parte de la población.
Seis años después del 15M, España bate al mismo tiempo sus
récords de creación de riqueza y de pobreza. ¿Alguien no se ha enterado
de lo que pasó en las plazas? ¿O es que los poderes carecen en la
práctica de herramientas para intervenir?
Cuando estalla el 15M comienza un ciclo. Gente como Nicolas Sarkozy
hablaba entonces de la necesidad de “reinventar el capitalismo”, que se
ha reinventado, pero para defender sus intereses. La desigualdad ha
crecido a pasos agigantados. Los ricos son cada vez más ricos, los
pobres cada vez más pobres y las clases medias se reducen.
Y cuando
crece la desigualdad se ponen muchas cosas en peligro; entre otras, la
propia democracia, que solo se puede dar con igualdad. Y, sin embargo,
la gestión de la crisis se ha hecho en beneficio de los poderosos, lo
que ha dado lugar a un sistema en el que la desigualdad es mayor. (...)
¿Ese ‘participando que es gerundio’ no es algo difícil de implementar en la práctica?
¿Qué hace falta para que eso sea así? Primero, una sociedad muy
formada y capaz de entender todas las decisiones que hay que tomar cada
día; también se necesitan canales de comunicación ágiles, diseñar
procesos de deliberación, etcétera. Se van dando pasos, pero estamos
lejos.
Si el objetivo es aumentar la calidad democrática, hay que seguir
investigando y experimentando con procesos de prueba y error. El 15M
hizo una aportación muy interesante con el concepto de “coproducción
política”, con el que no se trata tanto de participar sino de cocrear.
No consiste tanto en articular procesos de participación sino en ponerse
a coproducir con la gente esos procesos. (...)
¿El 15M tiene hijos? ¿Y herederos? ¿Quiénes son?
No se puede hablar de un 15M. Hubo muchos. Y también tuvo varios
hijos, entre los que destacan las mareas y la Plataforma de Afectados
por la Hipoteca (PAH). A partir de ahí, en un nuevo ciclo, aparecen
nuevos partidos.
¿Representan al 15M? Eso lo están discutiendo ellos. El
15M actúa como referencia, los hijos y los herederos son otra cosa,
pero también tengo claro que Podemos y las candidaturas municipales de
confluencia no existirían sin el 15M. (...)" (Entrevista a Cristina Monge, Eduardo Bayona, CTXT, 24/05/17)
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