"Todo ha sido demasiado raro, confuso, oscuro. Era voz populi la
situación delicada del Banco Popular, pero no deja de sorprender el
procedimiento utilizado para “entregar” este banco, por un mísero euro,
al Banco Santander.
¿De nuevo las “élites” trapicheando, bajo la tenue
luz de las velas, en algún rincón apartado, sin decirnos la verdad? Y no
olviden una máxima, lo acabaremos pagando nosotros, los contribuyentes,
tanto en forma de avales del Estado, por si hubiera pérdidas ocultas en
balance, como de activos fiscales diferidos.
Algo huele mal, y se
requiere, sin duda, una investigación profunda. Pero no solo del Banco
Popular, sino de todo el sistema bancario patrio y europeo.
Especialmente de la banca sistémica. Pero no se preocupen, no llegará. (...)
Hay varias preguntas que necesariamente debería responder una comisión
de investigación de expertos independientes, rigurosa. La primera tiene
que ver con el papel del Regulador Europeo, es decir, el Banco Central
Europeo, y su labor de supervisión de la banca española y europea en
general. ¿Realmente están haciendo adecuadamente su labor de
supervisión? En segundo lugar es necesario abordar ciertas cuestiones
relacionadas con el Banco Popular.
¿Realmente estaba quebrado y era
absolutamente inviable?; ¿había un problema de liquidez y los
depositantes se agolpaban en las sucursales del banco para sacar su
dinero? Y la pregunta final, ¿por qué la autoridad monetaria se empecina
aquí y allá en proteger, subsidiar y favorecer a la banca sistémica, es
decir, a los bancos demasiado grandes para quebrar?
El día que España cedió la supervisión del Banco de España al Banco
Central Europeo, fue una jornada tristísima. Los inspectores de nuestro
regulador se las valían solitos para detectar y solucionar crisis
bancarias.
Otra cosa distinta era observar atónitos como manoseaban y
metían mano en esa labor distintos intereses espurios privados patrios.
Es bien sabida la injerencia del propio sector bancario, con llamadas,
un día sí y otro también, a la oficina económica de Presidencia del
Gobierno, para tratar de evitar un banco malo. (...)
Cabría pensar entonces que la Unión Bancaria resolvería todos nuestros
problemas. Muy lejos de la realidad, al revés, los podría amplificar. El
otrora Director General de Banco de España y persona clave en el diseño
del rescate bancario español de la década de los 80, Aristóbulo de
Juan, ya nos advirtió en su momento de lo que finalmente ha acabado
sucediendo.
En diferentes artículos señalaba aspectos muy jugosos sobre
la Unión Bancaria en la Unión Europea, que no hacían otra cosa que
aumentar la fragilidad de la banca europea. Por un lado, decía, “no se
refuerza la vigilancia de la pérdida de valor de los activos, verdadera
causa de la insolvencia y de las crisis bancarias”,… “e incluso las
exigencias regulatorias de capital validan componentes de escasa calidad
y conceptualmente muy discutibles, por ser onerosos o exigibles o por
carecer de sustancia económica o de liquidez -activos fiscales diferidos
y ciertos títulos híbridos-“.
Por otro lado, “las inspecciones
dirigidas por el Mecanismo Único de Supervisión evitan que se
cuantifiquen los ajustes, reduciendo al mínimo la duración de las
inspecciones”,… “abandonando incluso un mecanismo clave para una buena
supervisión, la revisión de los expedientes de crédito de cara a
detectar la capacidad de pago del deudor”.
Estos diagnósticos
defectuosos supondrían, respecto al mecanismo de resolución, “retrasar,
obstaculizar e incluso impedir el tratamiento pronto y eficaz de la
insolvencia”. ¿Se podría afirmar que todo esto ha pasado con el Banco
Popular?
Teniendo en cuenta los emolumentos que se han llevado a su casa, es
fundamental examinar la labor de los dos últimos presidentes del banco
Popular. Por un lado, habría que analizar la evolución fragilidad
financiera del banco a lo largo de la burbuja.
Por otro, habría que
estudiar si algunas de las afirmaciones en los últimos meses por parte
del nuevo equipo directivo, y su difusión en ciertos medios, pudieron
espolear la salida de depósitos.
La fragilidad de los bancos se deriva de un doble hecho. Por un lado,
proporcionan liquidez a los depositantes; por otro, prometen satisfacer
las solicitudes de retiro de los depositantes según el orden de llegada.
Ningún banco es inmune a la pérdida de confianza de los depositantes
sólo porque sea rentable y sólido en un momento determinado.
Y cuando la
salida de depósitos es muy importante solo quedan dos opciones, o la
quiebra y su nacionalización, o una venta de emergencia a otra entidad
con los avales y garantías correspondientes del Estado. La pregunta es
si realmente había habido pánico y fuga de depósitos en las sucursales
del Banco Popular.
Y al final se acabó quedando el Banco Popular uno de los bancos
sistémicos patrios, el Banco Santander, por la ridícula cifra de un
euro. El subsidió vendrá de dos fuentes. Por un lado, en forma de avales
del Estado, por si hubiera pérdidas ocultas en balance. Por otro, vía
activos fiscales diferidos.
El Banco Santander se lleva un paquete de
5.226 millones de euros en activos fiscales diferidos, es decir, en
impuestos a descontar en próximos ejercicios, que habrá que añadir a los
8.166 que ya poseía para hacer un total de 13.392.
El regulador está creando un auténtico monstruo que podría acabar
devorándonos a todos. Los Bancos Centrales deberían haber restaurado en
su momento la capacidad y disposición de los bancos locales para prestar
a las pequeñas y medianas empresas. Deberían haberse preocupado por un
correcto mecanismo de transmisión de la política monetaria a través del
flujo o canal crediticio. Sin embargo, eso no fue así, ni parece que va
con ellos ahora.
La autoridad monetaria se empecinó en rescatar y
proteger a la banca sistémica, cuya excesiva asunción de riesgos y
prácticas abusivas causaron la crisis de 2008. Y de paso enésimo
subsidio a los bancos demasiado grandes para quebrar. Y por lo que se ve
continúa con dicha política. ¿Asumirán las consecuencias de ello?" (Juan Laborda, Vox Populi, 11/06/17)
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