"El Gobierno jalea que se están creando miles de
puestos de trabajo gracias a su política económica. Es la cara optimista
de la moneda. La cara pesimista nos dice que muchos de esos puestos de
trabajo no dan para dejar de ser pobres.
Ser camionero en este país nunca ha sido un chollo.
Recuerdo los años setenta, con los centros de contratación en
determinados bares donde lo que se pagaba por la carga no era ninguna
bicoca.
La cosa ha ido a peor. Me contaban el otro día lo que
ya parece normal: a un camionero de Barcelona se le contrató para un
viaje de ida y vuelta a París. Con carga en el viaje de ida. Sin carga
en el viaje de vuelta. Dos días de viaje. Se le pagó la gasolina, el
cuchitril para dormir y el condumio en bar de carretera. Como paga, 60
euros.
–¿Y aceptaste? –le preguntó el hombre que le escuchaba.
–¿Qué iba a hacer? No tenía otra oferta mejor– le replicó el camionero.
Un médico me explica:
–Veinte horas semanales en urgencias en un hospital.
Otras veinte horas semanales trabajando en mi especialidad en otro
hospital. Una mañana a la semana en una mutua. Y todo para no llegar al
sueldo de un albañil.
Una periodista norteamericana llevó a cabo un
reportaje que llegaba a la conclusión de que muchos trabajadores de
Estados Unidos duermen en albergues de beneficencia porque su salario no
les da para alquilar un piso. Aquí se está entrando en esa espiral.
Las mujeres que trabajan en hoteles, los camareros de muchos bares, los periodistas… profesiones que viven en precario.
Los que viven en pareja y tienen hijos perpetuarán la
maldición: los pobres de hoy dejarán en herencia a sus hijos la pobreza
del mañana.
Se ha roto el ascensor social.
Nadie lo repara." (Martí Gómez, La Lamentable, 12/06/17)
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