"(...) En Europa, tras el abandono del patrón oro, sin el ancla monetaria de
EE.UU. para poder llevar a cabo una política de cooperación monetaria,
Alemania debería haber asumido este papel adaptando sus políticas
domésticas a las necesidades de la economía continental, apreciando su
propia moneda cuando fuera necesario y permitiendo que sus socios
recuperaran competitividad.
Alemania, sin embargo, en los diferentes
acuerdos de cooperación monetaria a escala europea, tales como la
‘serpiente en el túnel’ de los años setenta, el Sistema Monetario
Europeo de los ochenta y noventa y finalmente el euro, nunca ha querido
adaptar sus políticas en beneficio del conjunto de los países socios.
Al contrario: ha adoptado sistemáticamente políticas que le han
permitido tener una moneda devaluada que la ha beneficiado
económicamente y políticamente; ha perjudicado el conjunto europeo,
forzando la devaluación monetaria de Gran Bretaña, de Francia, de
Italia, de España, etc., antes del establecimiento del euro; y forzando
el endeudamiento, la austeridad y el estancamiento en la actualidad, con
el euro, en la mayoría de los países de la UE.
Los centros de poder económico y político alemanes se han beneficiado
de estas políticas en forma de grandes superávits comerciales y de gran
concentración de poder político sobre la UE, lo que le permite
controlar a sus estados miembros con mano de hierro.
Cabe destacar como a principios de los ochenta el fracaso del
Gobierno de Mitterrand de poner en marcha políticas keynesianas en
Francia para combatir el paro y la recesión, supuso un punto de
inflexión en el que los gobiernos europeos, en especial los
socialdemócratas, abandonaron su compromiso de representación de los
intereses de sus ciudadanías y aceptaron el nuevo dogma neoliberal.
Al aceptar este nuevo orden, comenzaba el desmantelamiento del Pacto
Social y del Estado del Bienestar, con un ataque frontal al mundo del
trabajo y a los derechos alcanzados, que habían llevado a un período de
relativa prosperidad en las décadas anteriores.
Ante el dilema de
aceptar la orden neoliberal o defender la soberanía económica en favor
de la mayoría, los gobiernos europeos renunciaron al ejercicio de su
propia soberanía en favor de los intereses de los poderes económicos
transnacionales, en especial los financieros, bajo el pretexto que “no
había alternativa”. (...)
El euro fue la consecuencia principal de esta renuncia a hacer
políticas económicas sociales en el ámbito estatal, iniciando la leyenda
que “no hay alternativa” ni soberanía de los estados en un entorno
financiero abierto y bajo gobernanza neoliberal. La socialdemocracia
hacía el primer paso hacia el neoliberalismo, que seguirían Schroeder,
Blair, González y muchos otros y que acabaría llevando a su propio
hundimiento electoral en la crisis presente.
Es verdad que cualquier gobernante de una economía abierta de tamaño
medio, como Francia , que se encuentre rodeada de economías abiertas
gobernadas con políticas neoliberales, no tiene fácil realizar fuertes
políticas keynesianas, sin chocar con los límites de su balanza
comercial.
Debería adaptar sus políticas al tipo de cambio fijado inicialmente,
haciéndolas de forma más lenta y progresiva, y si esto no fuera posible
como en la actualidad con el euro, dada la gran brecha de competitividad
respecto a los socios comerciales, debería dejar fluctuar la moneda
para que se devaluase (cosa que no es fácil de forma controlada) y al
mismo tiempo previendo que la devaluación acelere la misma inflación
(para lo cual se necesita la colaboración de sindicatos y trabajadores,
ya que requerirá moderación de las subidas salariales durante este
ajuste).
Sin embargo, estas políticas son realizables si la gestión es
suficientemente inteligente, la voluntad política es firme y se utilizan
todas las herramientas macroeconómicas que el Estado tiene a su
disposición, sin renunciar a ninguna de estas. (...)
Sin embargo, el mito que no había alternativa cuajó también dentro de
la izquierda, y la UE surgió a mediados de los ochenta como una
respuesta a esta nueva percepción de los gobiernos y partidos políticos
de que no podían gestionar sus economías en este nuevo orden neoliberal,
si no formaban parte de un club amplio formado por otros estados que
les ofreciera protección.
Por eso, los 12 países fundadores de esta,
firmaron el Acta Única Europea, en 1986, formando la Comunidad Europea,
donde se establecía la libre circulación de mercancías, servicios,
capitales y personas. Cinco años después, se firmaban los Acuerdos de
Maastricht, que iban un paso más allá fundando la UE y poníendo las
bases de la moneda única, el euro.
Los resultados de esta gestión económica común, que pretendía ser una
protección para las mismas economías, han sido pésimos. La crisis
económica ha generado enormes estragos, en forma de sobreendeudamiento
tanto público como privado, sistemas bancarios frágiles y en
cuasi-colapso, sistemas productivos abandonados y desestructurados,
cifras de paro extraordinarias, precarización y desprotección del
trabajo, empobrecimiento de la población y tensión entre los países
socios, que está despertando sentimientos nacionalistas y racistas.
El euro, jaula principal en esta gestión neoliberal compartida,
además, tiene una enorme probabilidad de acabar estallando, muy a pesar
de la defensa ciega que se hace del mismo desde derecha e izquierda.
En
definitiva, este es un sistema roto que sólo se sostiene por el
artificio de las políticas heterodoxas de los bancos centrales, que
imprimen dinero para comprar todo tipo de activos públicos y privados
como si no hubiera un mañana, evitando así la devaluación del capital y
la quiebra de los sistemas económicos globales. Nadie tiene claro si
estas políticas heterodoxas se podrán retirar sin que ello genere un
terremoto que lleve a una nueva crisis financiera. (...)
La crisis demostró que, en el fondo, los intereses de los estados son
los que tienen más peso en la política internacional, y que la negación
de este hecho, creando proyectos que no tengan en cuenta estos
incentivos, es una receta para el fracaso.
El euro es el mayor ejemplo de este fracaso. El proyecto de moneda
única europea fue seguramente la máxima expresión de este intento de
superar los estados en Europa. Se impuso una estructura de Estado,
creando una Unión Monetaria sin establecer las estructuras
complementarias que hicieran viable el proyecto de Unión Monetaria.
Con
ello se pretendía obligar a los Estados miembros a elegir en el futuro
entre ceder mayor soberanía en los campos fiscal, económico y financiero
para completar el mercado común y el nuevo estado europeo, o abandonar
el euro para poder gestionar la propia economía ante futuras crisis.
Los creadores de la eurozona tenían que saber que la
institucionalidad actual, en la que el euro no tiene una estructura
fiscal ni política que lo haga viable, era transitoria y que, por tanto,
o se avanzaba o necesariamente debería volver atrás. Todas las
evidencias del transcurso de la crisis nos muestran que los estados, en
especial Alemania, no tienen intención de renunciar a su soberanía
fiscal ni financiera, y que, por tanto, el experimento del euro no
acabará bien.
Por desgracia, en Europa, los intereses de los poderes económicos
están demasiado a menudo representados por las instituciones de la Unión
Europea y de la Unión Monetaria Europea, que en teoría son
instituciones políticas para todos los europeos. En realidad, estas
instituciones han demostrado tener una naturaleza y defender unos
intereses que no tienen nada que ver con los de la mayoría de los
europeos.
Casos como el de Grecia, donde las instituciones europeas y los
estados más poderosos, en especial Alemania, han impuesto austeridad y
privatizaciones bajo el pretexto del pago de la deuda y el mantenimiento
del euro, muestran que este enfrentamiento no se podrá llevar a cabo de
forma cooperativa o negociada.
El fracaso de Syriza también muestra los límites de intentar cambiar
la eurozona, ya que Syriza apostó por mantenerse dentro a toda costa,
confiando en que sus socios serían bienintencionados y aceptarían
reducir su deuda y poner fin a la austeridad.
Estos acontecimientos han
demostrado la naturaleza real de la Unión Europea como una alianza entre
estados basada en tratados, en la que ningún estado no asume
responsabilidad por ningún otro, y en la que, de hecho, los estados más
poderosos se benefician del compromiso del resto de los estados a no
ejercer sus soberanías propias. (...)
Es preciso por tanto, plantear seriamente la recuperación de la
soberanía monetaria, y al mismo tiempo trabajar para establecer acuerdos
de cooperación internacional que faciliten la estabilización de los
tipos de cambio y la regulación de los flujos comerciales. (...)
Paralelamente, también habrá que eximirse de la aplicación de algunos
tratados que vinculan los estados europeos, dado que algunos de estos
tratados tienen un carácter claramente neoliberal y antisocial, como es
el caso del Pacto de Estabilidad y Crecimiento Europeo, el cual forma
parte esencial de la arquitectura restrictiva de la Unión Monetària.
Además, una vez más en la historia, el sentimiento popular, muy
arraigado en los estados, se está imponiendo por encima del proyecto de
hiperglobalización neoliberal dirigido por las élites transnacionales.
Por lo tanto, se deberán dar pasos atrás en esta hiperglobalización
neoliberal, frenando la financiarización, antes de que sea tarde para
que no haya una desintegración desordenada.
La izquierda debe presentar una propuesta decidida para que esto se pueda producir de manera progresista e internacionalista. (...)
De hecho, el auge de la extrema derecha y la integración de la
gobernanza neoliberal, que no respeta las democracias estatales, son
vasos comunicantes. “Más Europa”, por lo tanto, está llevando a más
nacionalismo, más racismo y menos cooperación internacional. Este hecho
no es nuevo en la historia europea, que ha intentado varias veces poner
en marcha globalizaciones centradas en el libre comercio y la moneda
común y que han acabado en reacciones nacionalistas que han culminado en
guerras. (...)
Hay, por tanto, que empezar a ejercer las soberanías estatales para
poner freno a la financiarización y proteger los propios estándares
políticos, a través de control democrático de las finanzas, políticas
redistributivas y políticas industriales y comerciales que protejan
razonablemente el propio modelo de desarrollo sin hacer dumping en el
resto de los países, de manera que se genere un círculo virtuoso global.
En definitiva, se trata de defender una verdadera estrategia
internacionalista ante la Europa de las finanzas, basada en la
solidaridad real y las alianzas entre los pueblos soberanos. (...)
10 propuestas para romper con la austeridad de la ‘Troika’
Esto requerirá que dejemos de lado el secuestro cognitivo que dice
que “no hay alternativa” y que los espacios transformadores de la
izquierda en Cataluña y en el Estado asuman el reto de preparar una
transición hacia un escenario con mayores grados de soberanía, en el
que:
• Se recupere el control democrático de los bancos centrales y de la gestión monetaria.
• Se pongan en marcha políticas de control de capitales.
• Se ponga fin a la austeridad y se reviertan los recortes.
• Se lleve a cabo una auditoría ciudadana de la deuda pública, procediendo al impago de
las deudas que sean ilegales, ilegítimas, odiosas o insostenibles socialmente.
• Se realice una socialización bancaria y de los sectores estratégicos de la economía.
• Se ponga en marcha una política industrial y comercial, procediendo a
la reindustrialización de la economía centrada en una transición
energética limpia y sostenible.
• Se lleve a cabo una reforma tributaria profunda, que aumente
radicalmente la progresividad del sistema impositivo y que persiga
firmemente el fraude fiscal.
• Se amplíen las funciones, los puestos de trabajo y los servicios
sociales del Estado, que pongan la vida en el centro y reviertan las
discriminaciones de género, raza y clase social.
• Se proceda a una reforma democratizadora de la Administración.
• Se realice un proceso constituyente. "
(Sergi Cutilles, economista miembro de la Plataforma “Auditoria Ciudadana de la Deuda”, en Salir del euro)
Como alternativa a la salida del euro y para conseguir la soberanía financiera: europeseta electrónica de circulación interna
Existe una descripción con mucho humor, de economía-ficción,
sobre los beneficiosos efectos que se producirían si en Italia, el gobierno
impusiera una moneda digital (allá por el 2020), para salir de la quiebra
económica y política a la que la permanencia en el euro habría llevado al país. El objetivo se conseguiría rápidamente.
Los únicos perjudicados, los
especuladores de la deuda. Ver: J. D. Alt: ‘Europa,
2020: una ucronía iluminadora’. http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5467 )
Los artículos de Juan José R. Calaza (Juan José Santamaría y Juan Güell) muestran con
gran claridad las ventajas de una europeseta electrónica de circulación interna:
Para entender la europeseta electrónica. Qué es y, sobre todo, qué no es. Enlace: http://www.farodevigo.es/opinion/2012/12/02/entender-europeseta-electronica/720458.html
Para salir de la crisis sin salir del euro: España
debe emitir europesetas (electrónicas). Enlace: http://www.farodevigo.es/opinion/2011/11/27/salir-crisis-salir-euro-espana-debe-emitir-europesetas-electronicas/601154.html
Las europesetas electrónicas, complementarias al euro, estimularán el crédito sin efectos colaterales perversos. Enlace: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=165815
Juan Torres insiste en que es necesario emitir una moneda complementaria al euro. Sus artículos:
Marear la perdiz. Enlace: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/02/08/andalucia/1360327224_588117.html
Hay alternativas, incluso dentro del euro.
Enlace: http://juantorreslopez.com/publicaciones/hay-alternativas-incluso-dentro-del-euro/
Más información en: 'Si Grecia, España, o
Andalucía emitiesen una moneda digital, respaldada por la energía solar
instalada en sus tejados, alcanzarían la soberanía financiera. La de dar
créditos a familias y empresas': http://comentariosdebombero.blogspot.com.es/2014/06/si-una-autonomia-o-una-gran-ciudad.html
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